De Acapulco a Qatar: la muerte y la indiferencia
En M¨¦xico preferimos seguir en lo nuestro, aunque la muerte est¨¦ all¨ª, a unos metros de donde nos ba?amos o gritamos un gol
La escena se desarrolla en Acapulco, Guerrero, puerto y meca tur¨ªstica convertida, en los a?os recientes, y bajo el azote de una epidemia de extrema violencia criminal, en un lugar de pesadilla. Es un medio d¨ªa de s¨¢bado y la playa de Icacos, en plena Zona Dorada, se encuentra llena de ba?istas y paseantes. Las olas, sin embargo, no solamente son el terreno de los juegos de los ni?os y sus familias, las parejas y los grupos de amigos: mansas, pero perpetuas, traen a la arena un bulto de formas preocupantes. Los presentes tardan pocos segundos en darse cuenta de que se trata de un cuerpo humano, retorcido hasta parecer una bola anudada con una cuerda. Otro cuerpo es reconocido de inmediato, a¨²n en las aguas. El oleaje termina por llevarlo a tierra tambi¨¦n. Se trata de dos hombres con huellas evidentes de tortura. El que est¨¢ atado abraza una suerte de ancla de piedra con la que trataron de hundir sus restos. El otro est¨¢ suelto. Ambos, ex¨¢nimes, encallan en la orilla.
Los ba?istas los miran con curiosidad. Se acercan, los m¨¢s arriesgados, y dan un buen vistazo antes de volverse a sus lugares. Algunos toman fotograf¨ªas y las suben a sus redes. Parte de la gente intercambia pareceres. Otros siguen en lo suyo, nadan, pasan de largo, dan cabriolas. Se piden, incluso, tragos y alimentos bajo sombrillas y palapas. Las autoridades aparecen un rato despu¨¦s. Unos pocos de quienes se encuentran all¨ª observan a los agentes proceder y hasta toman fotos del operativo de retirada de los cuerpos. Pero la mayor¨ªa, coinciden los testimonios de la prensa y los paseantes, se concentra en sus propios asuntos. Siguen con su vida, vaya. Si alguno se indispuso por la aparici¨®n de dos cad¨¢veres en las inmediaciones de su lugar de esparcimiento sabatino, y se larg¨® de all¨ª, no marc¨® tendencia. Icacos permanece llena.
La masacre es tal que un manto de indiferencia parece haberse posado en los locales y los visitantes, en especial los mexicanos. Porque la sangr¨ªa no para. Un tercer cuerpo aparece, horas despu¨¦s, frente al muelle de la marina del lugar, flotando en las olas. Es reportado y recuperado. Un d¨ªa antes, el viernes, por cierto, un salvavidas hab¨ªa sido asesinado en la misma playa de Icacos. Muerte y m¨¢s muerte.
Durante la actual administraci¨®n federal, encabezada por el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, se han registrado 170,550 homicidios (hasta octubre de 2022 y seg¨²n las propias cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad P¨²blica). Eso significa que ciento veinte personas son asesinadas cada d¨ªa en este pa¨ªs, diez de ellos mujeres. Unos n¨²meros que no solo compiten, sino superan, a los de pa¨ªses en guerra.
Esta presencia regular y continua del homicidio en la vida cotidiana de los mexicanos parece habernos insensibilizado, hasta un grado asombroso, ante horrores incomprensibles apenas hace unos a?os. Otro ejemplo. No hay nadie en este pa¨ªs sorprendido de que la principal preocupaci¨®n de los casi sesenta mil mexicanos que asistir¨¢n al mundial de futbol de Qatar, pa¨ªs musulm¨¢n en el que el alcohol est¨¢ fuertemente restringido, sean las complicaciones para consumir bebidas fuera de las m¨ªnimas zonas permitidas por el gobierno. Los debates sobre los derechos humanos ignorados por las leyes qatar¨ªes (la homosexualidad, por ejemplo, puede ser castigada con cinco a?os de prisi¨®n e incluso con la muerte, si el ¡°infractor¡± es musulm¨¢n), que han llevado a gobiernos y aficiones en otras latitudes a proclamar un boicot al evento, ac¨¢ no resuenan ni prenden. Quiz¨¢ porque en M¨¦xico pasan demasiadas cosas terribles como para preocuparnos por las que ocurren al otro lado del globo. Quiz¨¢ porque, como en la playa de Icacos, preferimos seguir en lo nuestro, aunque la muerte est¨¦ all¨ª, a unos metros de donde nos ba?amos o gritamos un gol.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.