Un polic¨ªa desarmado: la soledad de Genaro Garc¨ªa Luna
El juicio en Nueva York desmitifica la imagen del arquitecto de la guerra contra el narcotr¨¢fico en M¨¦xico y pone al descubierto su faceta m¨¢s vulnerable, desconcertado, meditabundo y preocupado
Genaro Garc¨ªa Luna clav¨® la mirada en el vac¨ªo. Meditabundo, el exsecretario de Seguridad se llev¨® un bol¨ªgrafo a la boca y otras veces recarg¨® la cabeza sobre su brazo derecho. Todo a su alrededor daba vueltas. La sala era como un carrusel que giraba en c¨¢mara r¨¢pida y del que no se pod¨ªa bajar. Ah¨ª estaba su esposa, sus abogados, los fiscales y los miembros del jurado. Del otro lado del pasillo, en una sala alterna, unos 20 reporteros observaban cada uno de sus movimientos y diseccionaban cualquier reacci¨®n. Bajo ese microscopio, el exfuncionario mexicano de m¨¢s alto rango que ha pisado una corte en Estados Unidos se ve¨ªa solo, vulnerable y, por momentos, desencajado. Afuera de la Corte de Brooklyn se hablaba de todo lo que estaba en juego, de las grandes implicaciones pol¨ªticas de su juicio por narcotr¨¢fico, de todo lo que pod¨ªa a salir a la luz de su pasado. Pero dentro del tribunal, el antiguo secretario de Seguridad era un polic¨ªa desarmado.
Garc¨ªa Luna sorprendi¨® a propios y extra?os al mostrarse sonriente el pasado martes, en el primer d¨ªa del juicio. La Fiscal¨ªa de Nueva York lo acusa de tr¨¢fico de coca¨ªna, delincuencia organizada y falsedad de declaraciones. Pese a todo, ¨¦l parec¨ªa tranquilo. Saludaba a sus abogados con camarader¨ªa y no parec¨ªa inmutarse ante la c¨¢mara que grab¨® cada uno de sus gestos. En M¨¦xico se dijo que quiz¨¢s estaba relajado porque ten¨ªa un as bajo la manga, alg¨²n material para embarrar a alguien m¨¢s y llegar a un acuerdo para zafarse del problema con un castigo menor. C¨¦sar de Castro, su representante, lo neg¨® de forma tajante y asegur¨® que el equipo legal estaba listo para defender su inocencia. Los fiscales aseguran tener m¨¢s de un mill¨®n de documentos que lo incriminan y m¨¢s de 70 testigos dispuestos a declarar. ¡°No estamos interesados en ning¨²n acuerdo a menos que ellos est¨¦n listos para retirar los cargos¡±, dijo De Castro, empe?ado en mandar la se?al de que, aunque se hable de una monta?a de pruebas, las evidencias contra su cliente no son s¨®lidas.
De a poco se fue poniendo m¨¢s serio a lo largo de esta semana. Ten¨ªa otra vez el rostro endurecido, el ce?o fruncido que lo ha caracterizado y el pelo m¨¢s blanco de como se le recordaba. En el tribunal, el proceso judicial se estanc¨® en la selecci¨®n del jurado. Pero en otra oficina de la Corte, el juez Brian Cogan ten¨ªa que decidir sobre una serie de mociones presentadas por ambas partes. Garc¨ªa Luna, por ejemplo, quer¨ªa presentar una retah¨ªla de condecoraciones y halagos p¨²blicos que le hab¨ªan hecho sus antiguos socios en la Casa Blanca. El periodo m¨¢s intenso de cooperaci¨®n en Seguridad entre M¨¦xico y Estados Unidos fue durante el Gobierno de Felipe Calder¨®n y el secretario ten¨ªa entonces comunicaci¨®n permanente con Washington. Ahora quiere presentarse como un pol¨ªtico avalado por los altos cargos estadounidenses y que pas¨® todos los controles de confianza que se le impusieron.
El juez lo fren¨® en seco bajo el argumento de que lo que pueda decir un pol¨ªtico en un acto oficial o una ceremonia similar tiene poco o nulo valor probatorio en un tribunal. S¨ª le permiti¨® elegir cinco im¨¢genes de su ¨¢lbum de fotograf¨ªas con pol¨ªticos destacados. La lista de las personas con las que se code¨® incluye, entre otros, al expresidente Barack Obama, a los entonces candidatos presidenciales John McCain y Hillary Clinton, y a tres directores de la CIA. Cogan le dijo que si hab¨ªa alg¨²n funcionario retirado o en activo que estuviera dispuesto a hablar bien de ¨¦l en el estrado, iba a permitir que el jurado escuchara el testimonio. Pero la posibilidad se antoja sumamente remota. Parece que en Washington nadie quiere tener nada que ver con Garc¨ªa Luna.
El juicio ha causado revuelo en M¨¦xico, pero ha recibido muy poca atenci¨®n en Estados Unidos. La Fiscal¨ªa ha sido muy cuidadosa y ha intentado no salpicar a ninguna agencia ni instituci¨®n estadounidense en el proceso de demostrar el contubernio entre un alto cargo mexicano con el crimen organizado. El presidente, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, puso de manifiesto este desequilibrio. ¡°Me llama la atenci¨®n esto, de que los abogados dicen que no se involucre a autoridades de Estados Unidos. ?Por qu¨¦ no?¡±, cuestion¨®.
El expresidente Calder¨®n ha sido criticado por argumentar que nunca estuvo al tanto de ning¨²n nexo de Garc¨ªa Luna con los carteles, si es que hubo tal cosa, pero el argumento de los funcionarios estadounidenses es muy similar. ¡°Ahora s¨ª que nadie se enter¨®, nadie supo, hasta que de repente lo detienen y viene la acusaci¨®n¡±, ironiz¨® L¨®pez Obrador. El asunto ha pasado pr¨¢cticamente inadvertido y pocos medios estadounidenses han incidido en las implicaciones de este lado de la frontera, pese a que la guerra con el narcotr¨¢fico se libra en un territorio trasnacional.
La defensa ha identificado ese punto d¨¦bil y es de esperarse que lo explote en las pr¨®ximas semanas. La Fiscal¨ªa tiene como armas testimonios sobre sobornos millonarios, esquemas de corrupci¨®n, amenazas a la prensa y se?alamientos que rayan en el sicariato. El principal desaf¨ªo es que los jurados los consideren cre¨ªbles y que despu¨¦s de escuchar decenas de testimonios, los ciudadanos puedan asumir que los cr¨ªmenes est¨¢n comprobados. Por eso, los abogados de Garc¨ªa Luna se centrar¨¢n en atacar su credibilidad. Se lee entrel¨ªneas, pese a que todav¨ªa falta un tramo largo de estrategias legales, que no ser¨¢ tanto un ¡°yo no lo hice¡±, sino un ¡°quienes me acusan no son confiables¡±. La Fiscal¨ªa afirma, en cambio, que lo que es realmente inveros¨ªmil es que no haya hecho nada cuando hay tantos exfuncionarios corruptos, gente que trabaj¨® para ¨¦l y capos de la droga que lo apuntan con el dedo.
Ser¨¢ este lunes cuando dos versiones irreconciliables de los hechos se expondr¨¢n por primera vez ante los 12 miembros del jurado. Garc¨ªa Luna llegar¨¢ escoltado al ingresar a la sala y se pondr¨¢ sus lentes con aire nervioso. Se sentar¨¢ con sus abogados, se someter¨¢ de nuevo al escrutinio p¨²blico y seguir¨¢ el proceso con ayuda de la traducci¨®n antes de volver a la soledad y al destierro. El destino del jefe policial m¨¢s pol¨¦mico en la historia reciente de M¨¦xico est¨¢ ahora en manos de sus viejos socios, sus enemigos y un jurado.
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