El d¨ªa que aprend¨ª que yo era ¡°progre¡±. Taxe¡¯ek
La polarizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica surge en gran medida porque no alternamos nuestros propios lentes
No es lo mismo ser progresista que ser ¡°progre¡±. Durante mis interacciones en distintos espacios en redes sociales comenc¨¦ a ser descalificada mediante un mote del que desconoc¨ªa las connotaciones en un inicio; para mi total sorpresa me comenzaron a llamar ¡°progre¡±. Por el contexto en el que usaban esta palabra pude inferir algunas cosas. La primera de ellas es que no me estaban acusando de ser progresista, sino de ser simplemente ¡°progre¡±, una diferencia importante, cabe destacar.
Mientras que el progresismo se plantea en oposici¨®n al conservadurismo, su acortamiento en ¡°progre¡± se ha imantado tanto que ha llegado a convocar un mont¨®n de implicaciones despectivas. El progresismo lucha contra la desigualdad social y defiende los llamados derechos civiles, en especial los derechos de las personas afrodescendientes y de pueblos ind¨ªgenas, los derechos de las mujeres, la diversidad sexual y por la protecci¨®n del medio ambiente, entre otros temas que chocan evidentemente con los planteamientos del conservadurismo; en general, los planteamientos del progresismo, eso s¨ª, suelen estar planteados dentro de un marco ideol¨®gico muy liberal y dentro del marco de las democracias estatistas.
Por el contrario, ¡°progre¡± ha comenzado a ser utilizado como una manera de caricaturizar y atacar a las personas que defienden las ideas arriba mencionadas y a¨²n m¨¢s, a personas que tienen incluso cr¨ªticas fuertes hacia el progresismo, como es mi caso. Basta con que hables de los temas que interesan al progresismo, aunque sea desde una postura pol¨ªtica muy diferente, para que corras el riesgo de ser etiquetado como ¡°progre¡± y se cancele toda posibilidad de escucha compleja. La palabra ¡°progre¡± se ha convertido en un comod¨ªn, en una salida f¨¢cil para descalificar las ideas de los otros, despacharlas y no intentar entender un poco desde d¨®nde vienen las diferentes voces.
Lo curioso de todo esto es que, con el paso del tiempo, me di cuenta de que ¡°progre¡± era utilizado para atacarme desde la derecha, pero tambi¨¦n desde la izquierda oficialista. Parece ser uno de los puntos que ambos tienen en com¨²n. Para la derecha, hablar de pueblos ind¨ªgenas y de autonom¨ªa es solo un ¡°delirio progre¡± que atenta contra la unidad del pa¨ªs, mientras que para la izquierda oficialista, los temas que llaman ¡°progres¡± son superficiales y ocultan la verdadera lucha, la madre de las luchas, que es la lucha de clases. En plataformas digitales ha habido incluso quien comenta que los ¡°progres¡± son unos tibios cobardes que no se atreven a probar corrientes m¨¢s fuertes como el comunismo.
M¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota, creo que ¡°progre¡± se comenz¨® a utilizar para describir a quienes defienden derechos civiles y de la diversidad en un sentido amplio, sin tomar posiciones claramente antineoliberales o anticapitalistas en lo econ¨®mico, pero se ha extendido peligrosamente para denostar a posturas de izquierda que no sean las oficialistas. Lo que comenz¨® como una cr¨ªtica al hecho de que muchas versiones de progresismo consideran compatible la lucha por los derechos civiles con los intereses del mercado, termin¨® como una herramienta l¨¦xica de la izquierda en el poder para descalificar personas o movimientos sociales cr¨ªticos. Lo que en ciertas ocasiones no deja de sorprenderme es que precisamente acusen de ¡°progres¡± a personas y luchas que han hecho una lectura cr¨ªtica del progresismo e incluso de la misma palabra ¡°progreso¡±. La osad¨ªa, pues. El hecho de que esto suceda, demuestra lo rotas que est¨¢n las posibilidades de di¨¢logo entre la izquierda en el poder y la diversidad de izquierdas y movimientos que no son la derecha.
A lo largo de los a?os me he ido dando cuenta de que, muchas veces, poca influencia podemos tener sobre la manera en la que somos continuamente clasificados. Los procesos mediante los cuales vamos d¨¢ndole nombre al mundo, a las personas y a elementos de la realidad van creando unos lentes muy espec¨ªficos que nos sirven para observar y categorizar la realidad y nuestras ideas sobre ella. Por ejemplo, dices ¡°indio¡± (porque te equivocaste al pensar que hab¨ªas llegado al territorio en el que abunda la c¨²rcuma en lugar de llegar a este continente) y creas una categor¨ªa en la que queda atrapada una gran cantidad de pueblos radicalmente distintos entre s¨ª que adem¨¢s no sospechaban ni siquiera que ahora ya son clasificados como indios.
Siglos despu¨¦s, una persona viaja al pa¨ªs vecino del norte y los lentes (marca Crist¨®bal Col¨®n) que siempre lo hab¨ªan le¨ªdo como ¡°indio¡± en M¨¦xico, dejan de ser funcionales en el nuevo contexto y se activan, en cambio, otros lentes que ahora leen a esta persona como latinx. Es la misma persona, son los lentes los que han cambiado. Lo peligroso de usar siempre los mismos lentes conceptuales y no irlos alternando es que, probablemente, alguno se te quede tan pegado a la pupila que no te permita ver nunca m¨¢s otras diferencias y diversidades.
Este peligro se vuelve real, sobre todo, en el debate de las posturas pol¨ªticas. La polarizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica surge en gran medida porque no alternamos nuestros propios lentes y dejamos de hilar las ideas de la manera m¨¢s fina posible mientras vamos clasificando a diestra y siniestra a nuestros adversarios. Es m¨¢s f¨¢cil golpear a los emisarios que sentarse a escuchar y analizar sus mensajes. Es m¨¢s f¨¢cil clasificar a alguien como ¡°progre¡± y desde esa lente leer sus opiniones que sentarse de verdad a establecer conversaci¨®n. Y conversaciones urgentes, las tenemos en este pa¨ªs y en este mundo.
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