El polic¨ªa arrepentido de la masacre de Camargo: ¡°Los remataron y los rociaron con gasolina. Luego les prendieron fuego¡±
Uno de los 12 agentes acusados del asesinato de 17 migrantes y dos traficantes en 2021, en el norte de M¨¦xico, cambi¨® su versi¨®n pocos meses despu¨¦s de la agresi¨®n. En su declaraci¨®n, de la que EL PA?S obtuvo una copia, reconoce la matanza y se?ala a m¨¢s polic¨ªas de estar implicados
Uno de los 12 polic¨ªas de Tamaulipas acusados de la masacre de Camargo, Ismael V¨¢zquez, reconoci¨® que fueron ellos los que dispararon, remataron y quemaron los cuerpos de 19 personas, la mayor¨ªa migrantes, en enero de 2021, en Camargo, en el norte de M¨¦xico. V¨¢zquez, de 28 a?os, admiti¨® la matanza en agosto de ese a?o, negando la versi¨®n de seis meses antes, que se?alaba que se hab¨ªan encontrado los cad¨¢veres ardiendo. Tras su nuevo testimonio, el agente solicit¨® protecci¨®n para evitar represalias por parte de sus compa?eros, que han mantenido su inocencia.
El juicio contra ¨¦l y el resto de polic¨ªas por el asesinato de los 19 ha empezado este lunes en Ciudad Victoria, capital de Tamaulipas. Presidido por el juez Patricio Lugo, la audiencia ha durado apenas tres horas, empleadas en que el juez pasara lista a los presentes, entre acusados, abogados, fiscales y familiares de v¨ªctimas. La ausencia precisamente de la abogada de V¨¢zquez, que estaba en otra diligencia, y la orfandad legal de otros dos acusados, que perdieron a su abogado, ha obligado al juez a suspender la sesi¨®n y reprogramarla a principios de junio.
La declaraci¨®n arrepentida de V¨¢zquez, de la que EL PA?S tiene copia, es parte de la bater¨ªa de pruebas que maneja la Fiscal¨ªa de Tamaulipas contra los polic¨ªas. Adem¨¢s de su testimonio, la Fiscal¨ªa presentar¨¢ otros 79 testigos ante el juez, entre peritos, vecinos y analistas, adem¨¢s de otras tantas evidencias documentales. Este diario cuenta con copias de esas pruebas. En su nueva declaraci¨®n, V¨¢zquez apunta a los comandantes del operativo policial, principalmente a Horacio Rocha Nambo, como m¨¢ximos responsables de lo ocurrido. El agente dice tambi¨¦n que en total participaron 24 polic¨ªas de Tamaulipas, no solo los 12 encausados.
Una de las peores masacres registradas durante la actual administraci¨®n, el caso Camargo ilustra la vulnerabilidad de los migrantes en M¨¦xico y las difusas barreras entre crimen y Estado. La matanza de 17 migrantes y los dos coyotes ¡ªtraficantes de personas¡ª que los transportaban, remite a los asesinatos masivos de 2010 y 2011 en San Fernando, apenas un par de cientos de kil¨®metros al sur de Camargo. La sa?a con que trataron a los migrantes, la mayor¨ªa provenientes de Comitancillo, un peque?o pueblo de la sierra sur de Guatemala, pone en un mismo plano a los perpetradores de las matanzas mencionadas, sean criminales o polic¨ªas.
El relato de V¨¢zquez inicia la ma?ana del 22 de enero, d¨ªa de la masacre, y concluye justo un d¨ªa despu¨¦s, cuando narra c¨®mo sus jefes les ordenan volver a la escena del crimen, a recoger casquillos de bala, para tratar de confundir a los investigadores. En todo momento, se?ala que fue uno de sus jefes, el comandante del Grupo de Operaciones Especiales de la Polic¨ªa de Tamaulipas, Gopes, Horacio Rocha Nambo, quien le orden¨® contar una historia distinta a la realidad. Nambo protagoniza igualmente uno de los puntos m¨¢s relevantes de la declaraci¨®n de V¨¢zquez, momento inmediatamente posterior a las primeras rondas de balazos.
La persecuci¨®n de los veh¨ªculos en que viajaban los migrantes, confusa por la cantidad de polvo que se levanta en el camino, hab¨ªa concluido, cuenta V¨¢zquez. Eran las 10.00 de la ma?ana del 22 de enero. Los polic¨ªas hab¨ªan disparado varias r¨¢fagas, primero durante la persecuci¨®n y luego, con los veh¨ªculos ya detenidos. Algunos de los migrantes y sus coyotes estaban heridos. Ah¨ª, V¨¢zquez relata c¨®mo los jefes decidieron subirlos a todos a una de las dos camionetas que aparecieron en la escena del crimen, una Chevrolet Silverado. Una vez arriba, los remataron y prendieron fuego a sus cuerpos.
Para ese momento, V¨¢zquez se hab¨ªa apartado un poco de la Chevrolet Silverado, qued¨¢ndose con una compa?era junto a uno de los veh¨ªculos policiales, solo a unos metros de distancia. Desde all¨ª, dice que vio pasar a otro compa?ero, Cristian Eduardo Gonz¨¢lez Garc¨ªa, con una garrafa de gasolina. ¡°La puso en el suelo, por donde estaban los comandantes. En eso se escucharon m¨¢s detonaciones, como unos 10 tiros. Tuvo que ser alguno de ellos los que los remataron, los de la unidad de Nambo¡±, dice, en referencia a su comandante.
V¨¢zquez contin¨²a y se?ala que otro de sus compa?eros, parte de los 12 que hasta el momento no han sido detenidos, ni se?alados por la Fiscal¨ªa, agarr¨® la garrafa y roci¨® la Silverado con la gasolina. ¡°El comandante Nambo ten¨ªa un encendedor peque?o en su mano. Prendi¨® fuego a un papel y lo avent¨® a la batea de la camioneta pick up donde se encontraban los cuerpos. Se empez¨® a incendiar¡±, relata el agente arrepentido. V¨¢zquez continua y se?ala otro nombre. ¡°Mayra pas¨® hacia su camioneta. Y Nambo dijo, ¡®v¨¢monos, v¨¢monos¡±.
Mayra era Mayra Elizabeth V¨¢zquez Santillana, coordinadora de la polic¨ªa de Tamaulipas en Ciudad Mier y zonas aleda?as, esto es, Camargo y D¨ªaz Ordaz, algo al este de la primera. V¨¢zquez Santillana era la m¨¢xima responsable del operativo de la polic¨ªa estatal aquel d¨ªa, en esa zona de la frontera con Estados Unidos. Como comandante del grupo Gopes de la zona, Nambo estaba a sus ¨®rdenes. As¨ª, fue V¨¢zquez Santillana quien se encarg¨® de redactar y firmar el informe de lo ocurrido a la Fiscal¨ªa tras los hechos.
En el informe, la agente narra una historia totalmente diferente a la que cuenta el agente arrepentido. Para empezar, dice que iban solo tres patrullas, en vez de seis. Luego, se?ala que supieron que algo hab¨ªa ocurrido, porque un se?or que sali¨® de la maleza les dijo que hab¨ªa escuchado un enfrentamiento cerca de all¨ª. Esto, seg¨²n la coordinadora, ocurri¨® pasadas las 14.00, cuatro horas despu¨¦s de que empezara el ataque contra los migrantes, seg¨²n el agente arrepentido y varios testigos de la zona, que la Fiscal¨ªa entrevist¨® poco despu¨¦s del ataque, seg¨²n consta en el expediente, del que este diario guarda una copia.
La narraci¨®n de V¨¢zquez Santillana contin¨²a. Menciona el hallazgo de una camioneta en llamas. El fuego es tan fuerte que no pueden acercarse. Pasado el rato se percatan de que hay otra camioneta quem¨¢ndose cerca. Se aproximan y ven personas quemadas, en el piso y en la caja de la camioneta. Para entonces, la coordinadora ya ha llamado a la Fiscal¨ªa del Estado para informar de lo sucedido. El relato de la agente apenas se mantuvo unos d¨ªas. El 28 de enero, ya con la Fiscal¨ªa encima, cambi¨® algunos detalles. El se?or que hab¨ªa aparecido de entre la maleza ya no exist¨ªa. Se lo hab¨ªa inventado. D¨ªas despu¨¦s, la Fiscal¨ªa la detuvo junto a otros 11 agentes.
¡°?Qu¨¦ esperas? ?Dispara!¡¯. ¡®Pero no veo nada¡¯. ¡®T¨² dispara¡±
El testimonio del agente arrepentido dibuja una historia distinta de la de su coordinadora. V¨¢zquez relata que ¨¦l y sus otros 23 compa?eros salieron de la base de la polic¨ªa estatal de Camargo entre las 8.30 y las 9.00 del 22 de enero, a bordo de seis veh¨ªculos. Por un lado, la coordinadora y sus hombres, cuatro en total, iban a bordo de dos camionetas pick up. Por otro, Nambo y los suyos, 20 agentes, se repart¨ªan entre cuatro veh¨ªculos, tres ¡°mamba¡±, especie de tanquetas blindadas, y una pick up. Una de las mambas, con Nambo al frente, dirig¨ªa el convoy. Las dos de la coordinadora iban justo detr¨¢s. El agente Ismael V¨¢zquez iba en el cuarto veh¨ªculo de la caravana, una mamba.
El convoy fue a repostar gasolina. Cargaron los tanques y tambi¨¦n garrafas, una pr¨¢ctica habitual, explica, porque as¨ª las patrullas pueden circular por m¨¢s tiempo sin necesidad de volver a la gasolinera. Esa gasolina la usar¨ªan m¨¢s tarde para quemar los cuerpos de los migrantes. La caravana se dirigi¨® entonces rumbo a Valadeces, un poblado entre Camargo y D¨ªaz Ordaz. De ah¨ª se internaron en brechas rumbo al sur. Pasaron por el Ejido Lucio Blanco y se perdieron por caminos de tierra, seg¨²n V¨¢zquez, ¡°porque seg¨²n en esos lugares se pone la ma?a¡±.
A los pocos minutos, el agente empez¨® a escuchar claves por los radiotransmisores, n¨²meros compuestos, 52, 25 con 49. ¡°Eso quiere decir que estuvi¨¦ramos enterados que hab¨ªa unidades con gente armada¡±, explica. La mamba de Nambo aceler¨® y las otras hicieron lo propio. ¡°Por la misma polvareda, el chofer de mi unidad se perdi¨®. Mi unidad y las que iban por detr¨¢s se separaron del convoy¡±. Es decir, que por un lado quedaron la tanqueta del comandante y las dos unidades de la coordinadora V¨¢zquez Santillana, y por otro, dos mambas y una pick up de los Gopes.
¡°En ese momento nos topamos dos camionetas¡±, explica el agente. El comandante de su veh¨ªculo, un polic¨ªa del Gopes que no ha sido detenido ni se?alado, orden¨® al conductor que se cerraran sobre las camionetas. ¡°Pens¨¦ que nos iban a disparar, pero no lo hicieron¡±, dice V¨¢zquez. Por radio se escuchaba al jefe de los Gopes, Horacio Rocha Nambo, afirmar en clave que ten¨ªan en la mira a ¡°agresores¡± y que necesitaban ayuda. El comandante de la unidad de V¨¢zquez decidi¨® ignorar las camionetas que se hab¨ªan topado para buscar al jefe.
Por la radio se escuchaban disparos. Minutos despu¨¦s, las tres camionetas perdidas del Gopes dieron por fin con las dos de la coordinadora Mayra V¨¢zquez Santillana, que cerraban el paso en una brecha. La confusi¨®n, seg¨²n relata V¨¢zquez, era total. Por el altavoz de la mamba del agente arrepentido, alguien pidi¨® a las de la coordinadora que se apartaran. Un poco m¨¢s adelante, V¨¢zquez ve¨ªa la mamba de Nambo y una pick up blanca, civil. Los disparos segu¨ªan.
Finalmente, la gente de la coordinadora movi¨® las camionetas y los veh¨ªculos perdidos de los Gopes llegaron con el jefe Nambo. ¡°De las unidades de atr¨¢s, todos se bajaron menos los postes¡±, explica V¨¢zquez. El agente arrepentido se refiere a los polic¨ªas a cargo de la ametralladora instalada en lo alto de los veh¨ªculos del grupo de operaciones especiales. V¨¢zquez y los de su veh¨ªculo bajaron tambi¨¦n. El agente portaba un fusil y un arma corta. ¡°Entonces veo que el poste de la mamba de Nambo estaba disparando y los dem¨¢s de esa unidad tambi¨¦n disparaban¡±, relata el polic¨ªa.
¡°Yo me baj¨¦ con el tiro arriba y, como no soy de tirar a lo loco, analizo el objetivo y despu¨¦s disparo. Sent¨ª miedo de que nos pudieran disparar. Me puse a buscar un agresor, pero no hab¨ªa nada. No vi a quien estaban disparando¡±, relata el agente. ?ltimos en llegar, algunos de sus compa?eros de veh¨ªculo parec¨ªan tan perplejos como ¨¦l. Su comandante de veh¨ªculo disparaba. El que iba de poste disparaba tambi¨¦n. ¡°Pensaron que s¨ª nos estaban agrediendo¡±, dice el agente. En un momento, escuch¨® un di¨¢logo entre ellos dos, el comandante y el poste: ¡°El comandante le dijo al poste, ¡®?qu¨¦ esperas?, ?dispara!¡¯. El poste contest¨®, ¡®pero es que no veo nada¡¯. El comandante dijo, ¡®t¨² dispara¡¯ y dispar¨®. Hizo como tres detonaciones¡±. Ni uno ni otro forman parte del grupo de agentes encausados.
La agresi¨®n continu¨®. ¡°Yo ve¨ªa que todos disparaban hacia la camioneta que estaba delante¡±, dice, en referencia a la Chevrolet Silverado, una de las camionetas en que viajaban los migrantes. Los peritos encontraron 107 agujeros de bala en ese veh¨ªculo d¨ªas m¨¢s tarde. ¡°Pero de esa camioneta nadie disparaba¡±, dice V¨¢zquez. Esto ¨²ltimo choca de frente con uno de los aspectos del informe que present¨® la coordinadora V¨¢zquez Santillana, el supuesto hallazgo de tres armas largas en la Silverado. Si de verdad las ten¨ªan, ?por que no las usaron? ¡°Los de las unidades de atr¨¢s tambi¨¦n estaban disparando, pero no s¨¦ cuantos¡±, sigue el agente, en referencia a sus compa?eros de los Gopes.
Confusi¨®n y remate
La parte m¨¢s confusa del relato de V¨¢zquez apunta al inicio de la persecuci¨®n. El agente arrepentido indica que escuch¨® avisos por radio de las patrullas que lideraban el convoy, se?alando la presencia de gente armada. Pero ¨¦l nunca los vio. ?Qu¨¦ vieron Nambo y los hombres que iban con ¨¦l en el primer veh¨ªculo? ?Vieron algo en realidad? V¨¢zquez dice tambi¨¦n que escuch¨® disparos por radio, antes de llegar al lugar donde sus compa?eros baleaban la Silverado. ?Salieron todos los tiros de las armas de los agentes?
Testigos de parte de lo ocurrido, cuyos testimonios constan en el expediente, se?alan que la persecuci¨®n y la agresi¨®n iniciaron junto a la tienda del rancho La Piedra, lugar que menciona V¨¢zquez en su testimonio, justo antes de escuchar los primeros disparos. Ese rancho, parte todav¨ªa de D¨ªaz Ordaz, es vecino del Ejido Santa Anita, en Camargo, donde encontraron los cad¨¢veres de los migrantes y los veh¨ªculos calcinados. Los testigos, tres vecinos, hablan de la presencia de al menos un tercer veh¨ªculo civil, adem¨¢s de los dos que aparecieron en la escena del crimen, la Silverado, con todos los cuerpos calcinados, y una Toyota Sequoia.
Los tres vecinos hablan de una camioneta azul, unos dicen que es tipo ¡°ganadera¡±, otros que es ¡°de redilas¡±, de las que se usan para llevar ganado. Dos de los tres dicen adem¨¢s que camionetas de la polic¨ªa le disparaban, mientras la persegu¨ªan. ?Qu¨¦ ha sido de esta camioneta? ?Su presencia origin¨® de alguna forma todo lo que ocurri¨® despu¨¦s? Sea como fuere, solo la Silverado y la Sequoia quedaron en la escena del crimen. El agente arrepentido V¨¢zquez cuenta lo que pas¨® despu¨¦s de la ¨²ltima ronda de disparos de la primera fase, la de la confusi¨®n.
Acabados los tiros, el comandante de su veh¨ªculo orden¨® a V¨¢zquez que fuera a buscar a uno de los conductores de la Silverado, que, seg¨²n ¨¦l, se hab¨ªa escapado. V¨¢zquez dice que, antes de ir, ech¨® un vistazo a la camioneta. ¡°Alcanc¨¦ a ver movimiento en la cabina. Me acerco y veo que eran puras mujeres, unas ya estaban muertas y otras heridas¡±. El agente y una compa?era fueron en busca del huido. Lo encontraron a unos cientos de metros de all¨ª, malherido.
Ellos no lo sab¨ªan entonces, pero el hombre era Daniel P¨¦rez, uno de los dos coyotes, originario de San Luis Potos¨ª. Desarmado, seg¨²n cuenta V¨¢zquez, P¨¦rez se desangraba. De acuerdo a la necropsia de los peritos, el coyote recibi¨® un disparo en el t¨®rax que le perfor¨® el pulm¨®n izquierdo. Entre V¨¢zquez y su compa?era le llevaron de vuelta junto a la Silverado. Al llegar all¨ª, V¨¢zquez dice que lo dejaron junto a la camioneta.
Cuando lleg¨®, el agente vio a varias mujeres vivas y a un muchacho en el suelo, boca abajo. ¡°Nambo me orden¨® que las subiera a la parte de la batea, pero yo no las agarr¨¦, solo fue por comandos verbales, las cuatro mujeres se subieron por cuenta propia y el muchacho ah¨ª se qued¨®¡±, explica. ¡°En la batea hab¨ªa gente tapada con s¨¢bana. Se la quit¨¦ y me di cuenta de que eran puros masculinos, todos amontonados. Unos estaban heridos y otros ya estaban muertos. Cuando las mujeres se subieron a la batea, me dec¨ªan ¡®ayudame por favor¡¯. Y yo les dec¨ªa, ¡®ahorita vamos a pedir apoyo¡¯, porque eso es lo que pens¨¦¡±, a?ade.
Justo antes de que el agente Cristian Eduardo Gonz¨¢lez Garc¨ªa pasara con la garrafa de gasolina, otros polic¨ªas aparecieron por all¨ª con el otro supuesto coyote, Jes¨²s Mart¨ªnez, originario de Nuevo Le¨®n. ¡°Los compa?eros que lo tra¨ªan escoltado dijeron que no tra¨ªa armas, que lo hab¨ªan encontrado escondido entre los matorrales. Al parecer era el chofer de la otra camioneta. Dijeron que cuando lo encontraron llevaba un celular y que cuando los vio, lo rompi¨®¡±, explica V¨¢zquez. ¡°Lo empezaron a interrogar. Se alcanzaban a escuchar los golpes que le estaban dando, pero no alcanc¨¦ a o¨ªr lo que el se?or respond¨ªa. Enseguida escuch¨¦ detonaciones y luego lo vi tendido en el piso boca abajo¡±.
El resto es conocido. Nambo y los comandantes del resto de veh¨ªculos, algunos ignorados hasta ahora por la Fiscal¨ªa, dispararon a los supervivientes, agolpados todos en la Chevrolet Silverado. Les rociaron con gasolina. Luego Nambo los prendi¨® fuego. El comandante orden¨® retirada, de acuerdo con la coordinadora. Por alg¨²n motivo, fueron al complejo de la polic¨ªa en ¡°Jarachina, Reynosa¡±. Llegaron a las 13.00, estuvieron 10 minutos y volvieron al lugar de los hechos. ¡°Mi funci¨®n fue quedarme en la curva para dar seguridad¡±, dice V¨¢zquez. ¡°Ese d¨ªa los compa?eros levantaron casquillos, pero no se cu¨¢ntos. Luego ya no pudieron buscar m¨¢s porque lleg¨® la Polic¨ªa Investigadora¡±, dice, en referencia a agentes de la Fiscal¨ªa. Al d¨ªa siguiente, a¨²n volvieron a buscar m¨¢s casquillos.
Junto a los an¨¢lisis de telefon¨ªa, las contradiciones de los acusados y los relatos de testigos presenciales, la narraci¨®n de V¨¢zquez es la prueba m¨¢s fuerte con que cuenta ahora mismo la Fiscal¨ªa. El agente deber¨¢ refrendar lo dicho ante el juez y aguantar las preguntas de las partes. Sus respuestas podr¨ªan aclarar las partes menos claras de su historia.
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