Paco Stanley, el show de la impunidad permanente
La serie documental narra el asesinato del popular conductor de televisi¨®n en 1999 y retrata, otra vez, el fiasco de la procuraci¨®n de justicia en M¨¦xico
La era del streaming en M¨¦xico es la era del microscopio legal. Canales y plataformas invierten en producciones sobre la realidad del pa¨ªs, historias pret¨¦ritas, la mayor¨ªa de un pasado reciente, episodios criminales que marcan ¨¦poca. Son situaciones tan cercanas que muchas producciones eligen el camino del documental: todos los protagonistas est¨¢n vivos. La mayor¨ªa comparten otro aspecto, el desaseo institucional, el error como norma. Asesinatos, desapariciones, masacres quedan sin resolver ante equipos de investigaci¨®n colapsados.
El caso del popular conductor de televisi¨®n Paco Stanley no es ninguna excepci¨®n. Asesinado en junio de 1999 cuando sal¨ªa de almorzar en un concurrido restaurante del sur de Ciudad de M¨¦xico, El Charco de las Ranas, la Fiscal¨ªa local naufrag¨® a c¨¢mara lenta en las pesquisas. Los investigadores protagonizaron un sainete digno de sala de variedades. Literal y metaf¨®rico: una de sus ocurrencias fue reproducir el asesinato como en un teatro, en el mismo escenario del ataque, con sus protagonistas y otros ¡ªlos muertos¡ª interpretados por actores.
El caso Stanley llega al streaming de la mano de Vix, la plataforma de Televisa, el gran conglomerado de medios mexicano. El Show: cr¨®nica de un asesinato, desarrolla a lo largo de cinco cap¨ªtulos los pormenores del homicidio del presentador, sin escatimar detalle alguno. (El director, Diego Osorno, dedica parte de un cap¨ªtulo a valorar si el tiempo que uno de los acusados, el colaborador de Stanley, Mario Bezares, emplea en defecar, es el adecuado).
Es un trabajo exhaustivo, como lo han sido otras producciones de Osorno, caso del reci¨¦n presentado documental La Monta?a, o la tambi¨¦n serie documental 1994, estrenada en Netflix hace cuatro a?os. De hecho, el recuerdo de esta ¨²ltima mantiene al espectador pendiente del contexto en El Show. ?C¨®mo era la Ciudad de M¨¦xico del cambio de siglo, la capital del primer gobierno aut¨®nomo, con Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas? ?C¨®mo era la televisi¨®n entonces? ?Y la Fiscal¨ªa? ?La impunidad era ya un problema en la ¨¦poca?
Osorno y su equipo abordan estas y otras cuestiones, centr¨¢ndose en general en el crimen, la primera ¡ªy ¨²nica¡ª tanda de acusados, entre ellos el propio Bezares, parte ya de la memoria hist¨®rica del pa¨ªs por su baile del gallinazo. La enciclopedia cat¨®dica mexicana guarda con cari?o e iron¨ªa aquel episodio en que Bezares, convertido en gallina gigante por orden de Stanley, dej¨® caer del bolsillo de su saco un paquete blanco. La historia que cuenta Bezares en la serie del paquete es casi tan improbable como la que perme¨® en su d¨ªa a la opini¨®n p¨²blica.
Quiz¨¢ uno de los cap¨ªtulos m¨¢s interesantes de la serie es el que narra el viaje alucinado de TV Azteca y Televisa al amarillismo informativo, sobre todo la primera, tendencia alimentada por el asesinato de Stanley, entonces trabajador del imperio naciente de Ricardo Salinas Pliego. El canal us¨® el ataque contra el presentador como carburante para su cruzada contra el primer Gobierno de izquierda en la capital, encabezado por C¨¢rdenas. El Show adem¨¢s tiene la extra?a virtud de haber juntado en el mismo producto a los dos grandes magnates de medios en el pa¨ªs, el propio Salinas Pliego y el heredero de El Tigre, Emilio Azc¨¢rraga Jean.
Vale la pena detenerse en las praderas sensacionalistas de TV Azteca y Televisa y mencionar a algunos de sus habitantes, figurantes tambi¨¦n en El Show. Del lado estrafalario de valle destacan sin duda los gemelos Brenan, s¨ªmbolo total del sincretismo entre informaci¨®n y entretenimiento. Cuates, actores, Televisa les enfund¨® unas playeras pegaditas al abdominal y les coloco un micr¨®fono en la mano. Eran una mezcla de reporteros de nota roja y alumnos de un High School de California. Tremendo.
Del lado serio de la vaguada, aparec¨ªa una jovenc¨ªsima Lilly T¨¦llez, actual senadora por Sonora, dolor de cabeza de Morena y sus aliados. Reportera de TV Azteca en la ¨¦poca, T¨¦llez persigui¨® a Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas y a su fiscal, Samuel Del Villar, y critic¨® con raz¨®n el desarrollo de las investigaciones. Ya entonces apuntaba la actitud agresiva y algo extravagante que maneja hoy como legisladora. T¨¦llez sufri¨® adem¨¢s un atentado, justo en medio del pleito de la televisora con el Gobierno de la ciudad.
Entonces, la obsesi¨®n de la reportera T¨¦llez era que la Fiscal¨ªa explicara c¨®mo hab¨ªa llegado a sus conclusiones. Por qu¨¦ pensaban los fiscales que Mario Bezares, una edec¨¢n de TV Azteca y un adicto a la piedra hab¨ªan preparado el asesinato de Stanley. T¨¦llez no obtuvo respuesta, claro. El caso de la procuradur¨ªa se cay¨® a los pocos meses, los detenidos salieron a la calle y cada uno trat¨® de rehacer su vida. El expediente acab¨® como santuario de telara?as qui¨¦n sabe d¨®nde.
En la serie, Bezares sale de prisi¨®n y es dif¨ªcil no pensar en la serie sobre Florence Cassez, v¨ªctima de un montaje medi¨¢tico-criminal por parte del aparato de seguridad del Gobierno de Vicente Fox; en el documental del caso Narvarte, el asesinato de cinco personas en Ciudad de M¨¦xico, durante la jefatura de Gobierno de Miguel ?ngel Mancera; en la serie de ficci¨®n del caso Paulette, la ni?a desaparecida en 2010, en un suburbio adinerado del Estado de M¨¦xico, que apareci¨® muerta, nueve d¨ªas despu¨¦s, entre su propia cama y la pared¡
Hay m¨¢s ejemplos, bastantes m¨¢s, y todos comparten algo. Muestran el bochorno constante del aparato de procuraci¨®n de justicia en M¨¦xico. En todos los casos mencionados hubo detenidos, pero ninguno se resolvi¨®. Algunos detenidos salieron por falta de pruebas o, lo que es peor, porque el sistema judicial encontr¨® tal cantidad de montajes y errores, que no hab¨ªa por d¨®nde agarrar las pesquisas, por llamarlas de alguna forma. El patr¨®n se repite en el caso Stanley, una serie cuyo visionado es un ejercicio pol¨ªtico, una forma de constatar, de nuevo, el horror que vivimos.
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