Hagamos Mutis
Me quedo con el milagro impagable de haberlo conocido y convivido con azoro y admiraci¨®n
?Silencio!, que alguien abra el tel¨®n del mundo por una de sus orillas y salgamos en respetuosa fila hacia el primer azaroso verso de cualesquiera de los poemas que en medio del silencio del siglo se escucha ahora mismo con la voz inconfundible de ?lvaro Mutis. ?Qu¨¦ se callen las flores y la selva entera de un coraz¨®n como paisaje en Colombia!, para que alguien abra la p¨¢gina de p¨¢rrafos perfectos donde el Poeta con may¨²scula de apellido Mutis cuaj¨® un leve enredo de trama como brazo de mar para cualesquiera de sus novelas perfectas y que se calle la Luna para celebrar debidamente hoy mismo el primer centenario de ?lvaro Mutis Jaramillo, nacido el 25 de agosto de 1923.
Fue colombiano, mexicano, parisino y paisano de cada puerto por donde navegan sus letras. Fue generoso con sus amigos y el m¨¢s grande o cercano hermano de un tal Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez; fue funcionario funcional que pas¨® dieciocho meses en el tambo por una malinterpretada malversaci¨®n de fondos econ¨®micos, pues as¨ª como sigue siendo costumbre que alguien meta mano en n¨®minas para pecunio personal, Mutis s¨®lo financi¨® ayuda pura, becas para bardos y plumas felices e indocumentadas en la fr¨ªa soledad de una buhardilla en Par¨ªs. Mutis el poeta fino que quiz¨¢ pas¨® a sus primeras prosas en forma de diario o cr¨®nica de su encierro entre rejas.
Luego, Mutis el Poeta de verso fino y magn¨ªfico embeleso las s¨ªlabas, con cada palabra que ¨¦l mismo pronunciaba como terciopelo al filo de esa sonrisa que enmarcaba su bigote, carcajada en ristre bajo la nariz prominente y esa envidiable elegancia hasta en el silencio de los instantes intonsos. Tengo para m¨ª que ¨¦l mismo tendi¨® el puente que lo transport¨® de la Poes¨ªa a la Novela con el recurso ejemplar de sus Intermezzos (poemas en prosa o bien, cuent¨ªnimos de momentos al margen de lo verificable) bien dedicados a sus sobrinos de afectos o bien lanzados al ruedo de la literatura de tienta para ¨Cya peinando canas¡ªlanzarse ¨¦l mismo al interminable prado de eso que llaman novela.
Hacerlo no s¨®lo porque su imaginaci¨®n ya cabalgaba desbocada, sino porque su personaje Maqroll el Gaviero ya no cab¨ªa en el cors¨¦ del endecas¨ªlabo o la navegaci¨®n de un solo verso. As¨ª se suman a los cien a?os de su eternidad las siete novelas perfectas con las que Mutis ensanch¨® la majestad de su pluma, con todos los versos como p¨¦talos y todos los paisajes como rosa de los vientos, viento en popa, mapa desplegado sobre los merecidos premios Cervantes, Reina Sof¨ªa de Poes¨ªa y tantos m¨¢s que lo honran ahora en el silencio.
Que no se mueva nadie para hacer Mutis ley¨¦ndolo hoy mismo; que nazca el pr¨®ximo devoto lector de sus letras o que recaigan en sus p¨¢ginas los ya viejos contramaestres o polizones de sus palabras. Me quedo con el milagro impagable de haberlo conocido y convivido con azoro y admiraci¨®n, la inmensa gratitud de haber recibido no s¨®lo dedicatorias sino notas y anotaciones con su caligraf¨ªa telegr¨¢fica o vampiresa en portadillas y cuartillas. Me quedo con la nostalgia por su narraci¨®n en blanco y negro para la saga de los valientes que lograron abatir a los mafiosos de otro tiempo y el andar se?orial con el que part¨ªa plaza.
De lejos parece escucharse un caudaloso r¨ªo entre p¨¢ginas; en la cubierta de un destartalado barco de vapor se perfila una silueta de mujer que s¨®lo existe en conversaci¨®n. Se abre la noche como quien pasa p¨¢gina al tiempo y hoy mismo empieza la cuenta para otros cien a?os de soledades acompa?adas, amores contrariados, marineros a la deriva y palabras sobre palabras que van izando como nube de neblina o madera te?ida de brea la inagotable historia de cualquier encanto, el cuento del cuento del amor inasible, la lluvia como cortina de humo y los secretos que encierran los p¨¢rpados cuando son secreto. El retrato de una infanta casi an¨®nima y el coro en una iglesia ortodoxa, la punta de una estilogr¨¢fica y el tejido inasible del manglar¡ el rumor de las ramas como aplausos¡ la perfecta pronunciaci¨®n de una jaculatoria en franc¨¦s y el sill¨®n de anchas orejas aparentemente vac¨ªo donde hoy mismo retumba una grandeza tan entra?able que sutil y amablemente nos obliga a suspender el aliento por un instante.
?Cu¨¢nta grandeza intacta en medio del ruidero y del fango! No hay alternativa. Leamos como si estuviera fresca la tinta ya centenaria; murmura ese verso en particular e intenta recitar a media voz el p¨¢rrafo que se alarga para descifrar el misterio de una mujer y la ronda eterna del hombre que la mir¨® de lejos alg¨²n d¨ªa en alg¨²n puerto. Leamos incluso en silencio o de memoria de esta m¨¢gica literatura deletreando desde la luneta vac¨ªa que as¨ª por hoy o por los siglos de los siglos¡ hagamos Mutis.
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