¡°Soy la mama? de la hija de Arturo Beltra?n Leyva y me quieren matar¡±
EL PA?S adelanta un fragmento de ¡®Las se?oras del narco¡¯, el nuevo libro de la periodista mexicana Anabel Hern¨¢ndez, en el que se adentra en la historia de Celeste, quien fue pareja sentimental del capo
EL PA?S adelanta un fragmento de Las se?oras del narco: amar en el infierno (editorial Grijalbo), la novela m¨¢s reciente de Anabel Hern¨¢ndez. En el nuevo libro, la escritora mexicana relata la historia Celeste, quien fue pareja sentimental de Arturo Beltr¨¢n Leyva durante una d¨¦cada. Ella se convierte en la gu¨ªa de un viaje en el infierno donde vivi¨® y conoci¨® a los jefes de la droga m¨¢s temidos de los ¨²ltimos tiempos. La obra estar¨¢ el 18 de septiembre disponible en M¨¦xico.
Uno. La huida
Aquel 16 de enero de 2021 au?n no despuntaba el alba sobre el a?rido pai?saje tapizado por una carpeta de asfalto que se extendi?a por kilo?metros cuando en la li?nea invisible que marca la frontera entre Tijuana y San Diego ya se encontraban aglutinadas como hormigas cientos de personas que esperaban para atravesar a pie o en coche por la garita de San Ysidro, el cruce fronterizo ma?s transitado del mundo.
Eran los tiempos del covid?-19 y, aunque el gobierno de Estados Unidos habi?a impuesto restricciones para viajes no esenciales como me?dida para contener la proliferacio?n de la mortal pandemia, miles aguar?daban hasta tres horas su turno.
La tarea de los funcionarios de la Oficina de Aduanas y Proteccio?n Fronteriza (CBP, por sus siglas en ingle?s) era ma?s fastidiosa de lo habitual, pues debido a la pandemia debi?an hacer una revisio?n ma?s minuciosa de los documentos y razones que justificaran el paso a California. Con todo y la peligrosa enfermedad 24 millones de personas se habi?an movilizado por ese punto fronterizo durante 2020, la peor e?poca de la pandemia.
En la fila, peatones y automovilistas en una buena proporcio?n eran rostros de fantasmas sin sonrisa, cubiertos por mascarillas multicolores. Otros, ma?s inconscientes, iban sin ellas; les daba igual que Me?xico hu?biera ascendido ese mes al tercer pai?s del mundo con mayor i?ndice de mortandad a causa de la pandemia.
Ciudadanos estadounidenses, residentes legales, amas de casa con carritos de compras aferradas a no modificar sus ha?bitos, estudiantes, per?sonas que iban a citas me?dicas y trabajadores miraban ansiosos el reloj o teni?an la vista pegada al celular. Camioneros desesperados accedi?an a las revisiones rutinarias y fastidiosas de la Patrulla Fronteriza ¡ªhabituada a que los carteles mexicanos inventaran constantemente nuevas te?cnicas para cruzar la droga ilegal a Estados Unidos, y a que los traficantes de personas, los mal afamados ¡°polleros¡±, masacraran a los migrantes as?fixia?ndolos en las cajas de carga porque ni el covid?-19 pudo frenar sus criminales negocios.
El ajetreo era total. Ruido de motores. Olor de mono?xido de carbo?no. Chillidos de nin?os y de sus madres regan?a?ndolos. Carteles de alerta sanitaria por doquier. Gente con o sin cubrebocas conversando. Esposos o amantes besa?ndose o discutiendo. Traficantes de droga o de personas sudorosos esperando no ser descubiertos.
***
La luz naranja del sol saliente iba abriendo paso al cielo azul cuando la seccio?n del prono?stico del tiempo de The Washington Post ya habi?a lan?zado el primer mal presagio del di?a: ¡°El sur de California enfrenta rara amenaza de incendios forestales en enero debido al clima ca?lido, seco y ventoso¡±.
No bastaban las desgracias provocadas por el au?n misterioso virus; la sequi?a y el viento que azotaban California segui?an ocasionando incen?dios por doquier. Ahi? los tiempos eran ma?s que apocali?pticos. Mientras los me?dicos luchaban en los hospitales para salvar vidas e intentar con?trolar la au?n proli?fera pandemia, el cuerpo de bomberos combati?a las llamas que se extendi?an desde Riverside hasta Santa Ba?rbara. Ese mes la temporada de incendios forestales en California habi?a sido excepcional?mente grave.
Del lado mexicano, el semanario Zeta ¡ªel principal medio de co?municacio?n de Tijuana¡ª anunciaba nuevas malas noticias en la que era considerada la ciudad ma?s violenta del mundo: ¡°Hallan cada?ver envuel?to en una lona en la carretera Tecate?-Tijuana; suman 87 homicidios en enero¡±.
Pero ni con esas noticias habi?a modo para predecir la tormenta que estaba a punto de desencadenarse con repercusiones en ambos lados de la frontera.
***
A las 13:00 horas toco? el turno en la garita vehicular a una mujer de 43 an?os, 1.68 m de estatura, complexio?n media, tez apin?onada y cabello largo ten?ido de rubio. Iba a bordo de un vehi?culo con placas mexicanas acompan?ada de sus dos hijas menores de edad: Teresa y Caridad. Su u?nico hijo varo?n, Eduardo, mayor de edad y con familia, habi?a decidido quedarse en Me?xico.
El agente migratorio enmascarado, como es rutinario, le pidio? sus documentos. La mujer, cuyos ojos grandes pareci?an ma?s drama?ticos sin el resto del rostro a la vista, estaba tan nerviosa como quien sabe que trae pegado al cuerpo una bomba a punto de estallar.
¡ªNecesito asilo poli?tico ¡ªdijo cuando bajo su mascarilla y entre?go? su pasaporte y los de sus hijas. Au?n a su edad era de ese tipo de mujeres en cuyo rostro permanecen rasgos de nin?ez, babyface, podri?a bien haber pensado el agente migratorio.
Con cara de molestia, el agente de la CBP, acostumbrado a este tipo de peticiones, la miro? con severidad. Le indico? que sacara su auto de la fila y le sen?alo? despectivamente do?nde debi?a esperar para una segunda revisio?n.
Al llegar al punto, la mujer y sus hijas descendieron del auto. De inmediato agentes esposaron a la sen?ora con las manos detra?s de la espal?da como un delincuente. Franccesca, una simpa?tica perrita yorkie terrier que era parte de la familia, quedo? traumatizada cuando los oficiales la alejaron de su propietaria y la metieron a una jaula.
Asi?, esposada y con sus hijas, llevaron a la mujer a una oficina para revisar sus documentos. Pudieron rastrear que ella ya habi?a vivido ilegal?mente en una ciudad de Colorado durante casi un an?o, una falta grave.
¡ªSoy Celeste V. Soy la mama? de la hija del narcotraficante Arturo Beltra?n Leyva, y me quieren matar ¡ªdijo la mujer a los agentes migra?torios que quedaron estupefactos al escucharla. ?Por que? demonios entre los millones de vehi?culos que cruzan al an?o por la garita de San Ysidro justo a ellos les tocaba esto?, habri?a pensado cualquiera en su lugar¡ª. Solicito asilo poli?tico. Traigo evidencias que me dio el mismi?simo Arturo Beltra?n para ustedes y tienen contenido muy importante para su gobierno ¡ªse apresuro? a hablar Celeste.
***
Los de la seguridad fronteriza, como miembros del Departamento de Se?guridad Nacional (DHS, por sus siglas en ingle?s) no podi?an ignorar quie?n era Arturo Beltra?n Leyva, uno de los narcotraficantes mexicanos ma?s poderosos y sanguinarios de la era moderna.
Arturo, mejor conocido como el Barbas, el Botas Blancas o Jefe de jefes, primo de Joaqui?n Guzma?n Loera, el Chapo, fue socio de e?l y de Is?mael el Mayo Zambada, en el Ca?rtel de Sinaloa. Los tres, junto con el Ca?rtel de Jua?rez, el Ca?rtel del Milenio, Ignacio Nacho Coronel y Juan Jose? Esparragoza Moreno, el Azul, crearon en 2001 la Federacio?n, un conglomerado de ca?rteles mexicanos que se convirtio? en la organi?zacio?n de tra?fico de drogas ma?s importante de todos los tiempos al inundar de cocai?na, heroi?na y metanfetaminas el mercado de Estados Unidos y Europa.
Arturo conformo? su propio grupo y se convirtio? en li?der del Cartel de los Beltra?n Leyva. Las sanguinarias guerras entre e?l y sus enemigos generaron decenas de miles de muertos y desaparecidos en Me?xico. La violencia en ocasiones logro? traspasar la frontera e infundir temor en al?gunos condados de la unio?n americana.
El Barbas habi?a sido ejecutado por la Secretari?a de Marina el 16 de diciembre de 2009 en un operativo en Cuernavaca, Morelos, dirigido por el propio Gobierno de Estados Unidos. Celeste era una de las u?ltimas de su ci?rculo ma?s cercano que quedaba viva o en libertad. Durante ma?s de una de?cada habi?a estado en el epicentro de la Federacio?n, del lado de la faccio?n de los Beltra?n Leyva. Habi?a sido asistente, amiga, amante y confidente de Arturo. Procrearon una hija.
Celeste no era su esposa, pero habi?a convivido ma?s con el capo que la propia Marcela Go?mez Burguen?o, con quien Arturo estaba casado. Sera? porque, a diferencia de Marcela, Celeste no lo celaba, lo cual habi?a crea?do durante los an?os de convivencia una confianza absoluta que la habi?a convertido en la custodia de los secretos ma?s i?ntimos de Arturo, inclu?yendo la larga lista de mujeres, amigos y co?mplices que le habi?an hecho compan?i?a en aquellas largas horas de ocio, cuando no estaba traficando drogas ni asesinando.
Celeste era una mujer en llamas que habi?a combatido contra la muer?te desde el di?a en que fue procreada. No teni?a ya nada ma?s que perder y estaba dispuesta a todo para salvar lo u?nico valioso que le quedaba en la vida: sus hijos.
***
La rigidez de los de la CBP y su experiencia les hizo pensar que la mujer de aspecto ordinario estaba blofeando. Le dijeron que ella se iri?a detenida con sus hijas mientras se haci?an los documentos de deportacio?n y que a Fraccesca la enviari?an a una perrera para darla en adopcio?n.
Celeste estaba curtida, habi?a sobrevivido a al menos cuatro intentos de homicidio y tres secuestros. Nadie que la conociera hubiera imaginado que la idea de que pudiera perder a Franccesca seri?a la gota que derramara el vaso.
Estallo? en crisis emocional. Cayo? sobre sus rodillas y comenzo? a llorar inconsolable. Colapso?. No aguantaba ma?s. Despue?s pensari?a que habi?a sido ridi?culo. Pero en ese momento se senti?a destrozada. Comen?zo? a pensar que hubiera sido mejor para ella que aquella luna?tica noche en Acapulco e?l hubiera jalado el gatillo cuando, adormilado, le puso la pistola en la cabeza. Pero no lo hizo, y ahora ella debi?a tratar de pegar los trozos que quedaban de si? misma y cumplir el u?ltimo deseo del hombre que habi?a amado, pero sobre todo el u?nico que habi?a sido leal con ella.
***
Horas despue?s, Celeste, Teresa y Caridad se encontraban encerradas en el centro de detencio?n para migrantes indocumentados donde iban a quedarse como el resto de las personas ilegales para despue?s ser deporta?das. Desde 2020, so pretexto del covid?-19, Donald Trump emitio? una poli?tica migratoria conocida como Ti?tulo 42, a trave?s de la cual se orde?no? expulsar inmediatamente a Me?xico y Canada? a los migrantes no auto? rizados y que solicitaran asilo en la frontera. Las encerraron en una celda individual. Ellas no iban a correr con mejor suerte. Todo pareci?a perdido. Celeste lo sabi?a, si regresaba a Me?xico ya estaba firmada su sentencia de muerte.
Les dieron de comer y sa?banas limpias para dormir. Para ella fue una noche interminable, pero al di?a siguiente un guardia la saco? de la celda. ¡ªSen?ora, venga. Di?game algo de la informacio?n que tiene. ?Esta? dispuesta a colaborar? ¡ªSi?, lo que quieran. Lo que yo quiero es justicia, o sea, que se mueva esto. El oficial la miro? de nuevo con dudas. No teni?a el aspecto de la ti?pi?ca buchona, de esas que salen en las series de televisio?n, pero se dejo? llevar por su intuicio?n y llamo? a dos agentes de la Agencia Antidrogas (DEA, por sus siglas en ingle?s); una mujer de acento colombiano y un hombre de origen mexicano. Ahora la papa caliente quedaba en sus manos.
Cuando la vieron seguramente pensaron lo mismo que sus colegas de la CBP. El aspecto comu?n, insospechado de Celeste la habi?a convertido en un caballo de Troya perfecto para Arturo Beltra?n Leyva. Ella pudo penetrar mundos que e?l ni con un eje?rcito armado hubiera podido, y en ese mundo pudo acceder a personas que a e?l no le era posible. A la inversa del refra?n ¡°si la montan?a no va a Mahoma, Mahoma va a la montan?a¡±, Celeste movio? la ¡°montan?a¡± y la llevo? hasta Arturo.
Se sintio? inco?moda con la mirada que le lanzaron los de la DEA. Lo sabi?a, no estaba en su mejor momento, como cuando se encontro? por primera vez con Arturo en Acapulco a inicios de los an?os noventa. En ese entonces ella no pasaba de los 20 an?os, y poli?ticos, empresarios y narcos la correteaban por igual.
¡ªSoy guerrerense, no soy de Sinaloa ¡ªdijo rompiendo el silencio, queriendo con ello explicar por que? no teni?a ni el rostro ni el cuerpo de Emma Coronel Aispuro, la ya famosa mujer del Chapo.
¡ª?Que? evidencias traes? ¡ªespeto? la agente de la DEA.
¡ªManden a buscar mis cosas, ahi? tengo todo ¡ªrespondio? Celeste comenzando a jugar el juego en el que se habi?a hecho una experta desde nin?a y que le habi?a permitido seguir viva: el estira y afloja.
***
Era verdad que el tesoro que llevaba por precaucio?n lo habi?a dejado entre las cosas que se habi?a trai?do de Acapulco en el u?ltimo viaje realizado. Llevaba ya varios an?os viviendo en la frontera de forma ano?nima, esca?pando de quienes la queri?an muerta.
En 2016 Celeste habi?a salido huyendo de la que un di?a fue conside?rada la bahi?a ma?s hermosa del mundo, luego de que un grupo armado la secuestrara junto con Teresa y Caridad para obligarla a entregarles dine?ro o una carpeta con escrituras de propiedades que habi?a dejado Arturo Beltra?n Leyva en Acapulco. La orden veni?a de Clara Labori?n Archuleta, su concun?a, por asi? decirlo, pues habi?a estado casada con He?ctor Beltra?n Leyva, hermano de Arturo. Segu?n sus propias palabras, habi?a quedado como encargada de los negocios criminales de la familia, los cuales admi?nistraba con su brazo derecho: Joaqui?n Alonso Piedra.
Mejor conocido como el Abulo?n, Alonso Piedra ha sido pariente poli?tico de la ahora gobernadora del estado de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, del partido oficial Movimiento Regeneracio?n Nacional (Morena). El hijo del Abulo?n, Joaqui?n Alonso Bustamante y Evelyn fueron pareja, y procrearon un hijo nacido el 5 de julio de 2015, que fue registrado en Acapulco, Guerrero. Para entonces, Alonso Bustamante, nacido el 8 de abril de 1975, teni?a 40 an?os, y la ahora gobernadora, nacida el 5 de febrero de 1982, teni?a 33. Un an?o despue?s, el Abulo?n fue detenido en Acapulco acusado de ser operador de los Beltra?n Leyva.
La gobernadora morenista es hija del exalcalde de Acapulco y ahora senador Fe?lix Salgado Macedonio ¡ªtambie?n morenista¡ª, quien cuando era presidente municipal cobraba en dos no?minas: la del gobierno y la de Arturo Beltra?n Leyva.
¡ªLo u?nico que quieren es dinero, no nos van a hacer dan?o ¡ªdijo Celeste a sus hijas durante el cautiverio de unas horas para tranquilizarlas. Cada vez que habla de nuevo de ello le tiembla la voz y los ojos se le llenan de la?grimas. Cuando sus secuestradores obtuvieron lo que queri?an las arrojaron del vehi?culo como perros al frente de una terminal de au?tobuses de Acapulco. Le dieron como plazo esa noche para abandonar la ciudad. Con el golpe, a Caridad le sangro? el oi?do y se le dan?o? un ti?mpano; y a Teresa se le rompieron dos dientes delanteros.
¡ª?No es nada, hija, esto no es nada! ?Y no se quejen! ¡ªles dijo Celeste con dureza para no desquebrajarse. Habi?a sido su duro tempera?mento lo que le habi?a servido de muleta durante toda su existencia.
Ella lo sabi?a, era ya un milagro que siguieran vivas. Luego de la muerte de Arturo Beltra?n Leyva los padres de los compan?eros de escue?la de sus hijos comenzaron a desaparecer uno por uno. Solo de pronto ya no estaban. Amigos de su hijo mayor, Eduardo, que entonces teni?a como 12 an?os, familias completas, desaparecieron.
De la terminal, Celeste corrio? a su casa con sus hijas. Ahi? habi?a que?dado la comida servida. Saco? las maletas y empaco? lo que pudo. Tomo? su vehi?culo y viajo? a Tijuana.
Un tiempo estuvo en dicha ciudad. Desde ahi? cruzaba la frontera todos los di?as con su visa de turista para limpiar casas. No es exactamente la imagen que uno podri?a tener de la mujer de uno de los narcotraficantes ma?s ricos en la historia del mundo, pero era al menos un trabajo digno y no delictivo. ¡°No creo en los privilegios¡±, se deci?a a si? misma para darse valor, ¡°todos los trabajos para mi? son honorables; bueno, no todos, pero los que son honorables tienen su honor¡±.
Cuando descubrio? que quienes la queri?an bajo tierra comenzaron a preguntar por ella en la ciudad fronteriza decidio? mudarse a Colora? do. Aun indocumentada ¡ªcomo millones de mexicanos que van tras el American dream¡ª, fue contratada en un hotel para hacer la limpieza, pero ra?pido ascendio? a ma?nager. Ella queri?a regresar a Acapulco porque ahi? estaba su hogar, ahi? habi?an nacido sus hijos, ahi? estaba una buena parte de su historia; pero poco a poco se fue resignando a que eso era imposible.
Seguramente se habri?a quedado en Colorado de no ser porque a su hija Teresa le entro? nostalgia por la tierra y comenzo? a sufrir de una fuerte depresio?n que la dejo? en los huesos.
En 2018 a regan?adientes Celeste le dio permiso de regresar una tem?porada a Acapulco a visitar a amigos y familiares. Pero cuando quiso cruzar de nuevo la frontera para regresar con su madre le quitaron la visa. Celeste sabi?a mejor que nadie lo que era para una jovencita quedarse en medio de la nada, asi? que abandono? la vida que intentaba reconstruir en Estados Unidos y regreso? con Caridad a Tijuana para reunirse con Teresa. En cuanto volvio? detecto? que de nuevo ya andaban preguntando por ella. Fue entonces cuando ocurrio? un guin?o del destino: el 10 de diciembre de 2019 se dio a conocer la detencio?n de Genaro Garci?a Luna, secretario de Seguridad Pu?blica Federal en el sexenio de Felipe Caldero?n, acusado de haber recibido sobornos millonarios de los miembros de la Federacio?n, particularmente del Ca?rtel de Sinaloa y el Ca?rtel de los Bel?tra?n Leyva.
***
Cuando Celeste dijo a los agentes de la DEA que fueran a buscar sus cosas, no lo tomaron bien.
¡ªNo te podemos ayudar. De entrada, tu? ni conociste a Arturo Beltra?n ni sabes de lo que esta?s hablando ¡ªle dijo la agente de acento colombiano.
¡ªMire, lo u?nico que le voy a decir es esto: yo vengo aqui? y lo que estoy declarando es verdad. Ustedes despue?s se van a comer sus palabras porque asi? pasa. Usted me esta? discriminando porque no soy e?l, ni robe? ni vivo del dinero del narco. No soy una persona que lave dinero. No. ?A mi? la vida me paso? por encima!, yo tuve una hija de Arturo Beltra?n y todo lo que yo vi es real. ?Sabe que?? Que? pena que a los delincuentes que si? cometieron delitos si? los escuchen; y a mi?, que no soy como ellos, no. Pero no se preocupe, hagan lo que quieran, de todas maneras, ahi? esta? Dios. Dios sabe los hechos y e?l es mi abogado, y e?l es mi fiscal, e?l es mi todo y ha?ganle como quieran¡ª dijo Celeste en tono seguro, molesta, echada para adelante como habi?a hecho en los momentos de dificultad a lo largo de su vida.
La regresaron a la celda. Pero el oficial de origen mexicano volvio? a buscarla.
¡ª?Tu? tienes do?nde quedarte en Estados Unidos? ¡ªle pregunto?. ¡ªSi? ¡ªrespondio? ella. Teni?a conocidos en Colorado. ¡ªOk. Mira, tu? vas a enfrentar tu proceso con tus nin?as en libertad. Obviamente es una libertad condicional. Cui?dense.
Las puertas del centro de detencio?n se abrieron para Celeste y sus hijas, no sin antes ponerle a ella un grillete electro?nico en el tobillo para poder rastrear su ubicacio?n. La enviaron a Colorado. Ahi? fue a su prime?ra cita en la corte de migracio?n y con el oficial que le dijo que la habi?an investigado.
¡ªYa te rastreamos aqui? en Estados Unidos, ya te rastreamos en Me??xico, y no tienes antecedentes ¡ªle dijo.
Regreso? al lugar donde vivi?a y un mes despue?s le hablo? de nuevo el mismo agente. No la cito? en migracio?n, sino en otra oficina donde se tratan los temas de personas del perfil de Celeste.
¡ªMira, si tu? colaboras con nosotros, tu? puedes ser un testigo pro?tegido ¡ªle dijeron.
¡ªYo no creo en la proteccio?n, pero, me protejan o no, hay muchas cosas que ustedes deben saber ¡ªrespondio? ella con seguridad.
***
Durante ma?s de 10 an?os Celeste habi?a sido testigo, dentro del Ca?rtel de los Beltra?n Leyva, de eventos que hasta el di?a de hoy siguen teniendo repercusiones. Conocio? directamente a personas que au?n siguen teniendo influencia. Dada la relacio?n tan i?ntima y profunda que tuvo con Arturo, contaba con informacio?n psicolo?gica y sociolo?gica del clan criminal, sus miembros y redes de proteccio?n que era oro molido.
Pero ella posei?a algo ma?s. Un as bajo la manga. En el u?ltimo en? cuentro que tuvo con Arturo Beltra?n Leyva en una suite del lujoso hotel Fairmont Princess, en Acapulco, el capo desesperado deposito? en sus ma?nos dos memorias USB color azul.
¡ªNo me voy a dejar agarrar, me van a matar ¡ªdijo Arturo, quien sabi?a que teni?a los di?as contados¡ª. Porque me quieren meter preso y eso no va a pasar, con lo que yo se?, me van a matar, ?quien sea me va a matar!
Celeste estaba presa de la angustia, ma?s que por si? misma, por el hombre otrora poderoso a quien ella habi?a aprendido amar, quiza? au?n ma?s en ese momento en que e?l estaba acabado. Ella au?n no entendi?a con claridad lo que e?l queri?a. ?Que? esperaba de ella? ?Que? ma?s podi?a pedirle si habi?a hecho ya tanto por e?l?
¡ªCuando me maten tomas a la nin?a, a tu familia, a quien te importe, tus hijos, tu marido, ?lo que sea! Te vas a Estados Unidos a la frontera, pides asilo poli?tico y entregas estas memorias al gobierno ¡ªCeleste se quedo? mirando las dos memorias sin contradecirlo¡ª. Esto que te estoy dando, mija, ?lo entregas! ¡ªle ordeno? Arturo con los ojos desorbitados.
Asi? la llamaba de carin?o. De todos los nombres que Celeste habi?a usado, aquel apelativo era el que ma?s le gustaba. Arturo le llevaba 15 an?os, pero no era la diferencia de edades lo que haci?a que le dijera de ese modo, sino el vi?nculo extran?o que los uni?a. Un lazo del diablo.
¡ª?No lo vayas a escuchar! ¡ªle advirtio?¡ª. No quiero que te enteres de lo que dice porque esta informacio?n es una bomba y te pueden matar por esto. ?No te quedes en Acapulco! ?Vete!
Ahi? veni?a informacio?n importante de las redes de corrupcio?n con autoridades del ma?s alto nivel en Me?xico que durante an?os el li?der del Ca?rtel de los Beltra?n Leyva habi?a tejido para hacer sus negocios crimi?nales. Y parte de esa informacio?n teni?a que ver directamente con Garci?a Luna, recie?n detenido en Texas.
'Las se?oras del narco. Amar en el infierno'
Editorial: Grijalbo
Tapa blanda, 304 p¨¢ginas / 369 pesos mexicanos
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