Acapulco, segunda oportunidad
La ciudad ya estaba en guerra cuando lleg¨® el hurac¨¢n. Ahora que no hay nada que rapi?ar se pueden levantar nuevos cimientos socioecon¨®micos m¨¢s saludables
Es libertino, grotesco incluso, mirar hoy con optimismo a Acapulco, llenos todav¨ªa los ojos de l¨¢grimas, pero toda guerra tiene su reconstrucci¨®n. Acapulco ya no era la joya tur¨ªstica de la que hablan las cr¨®nicas. Fuera de esos hoteles donde uno se coloca la pulsera y elige si tomar¨¢ las margaritas en la piscina de agua dulce o en la de agua salada, la antigua ciudad del glamur se hab¨ªa convertido en un estercolero donde rodaban cabezas, piernas desgajadas, muerte y soborno. Las barcas tur¨ªsticas en la bah¨ªa ofrec¨ªan pret¨¦ritos relatos entre villas semiabandonadas: all¨ª est¨¢ la casa donde vivi¨® Cantinflas, aquel chal¨¦ era la residencia de Sylvester Stallone, en el helipuerto que se ve al fondo aterrizaba Frank Sinatra y arriba de esa colina, en el rosado Flamingos muri¨® un atormentado Tarz¨¢n. La costa segu¨ªa teniendo sus partes diamantinas, s¨ª, pero en la ciudad hab¨ªa toque de queda, como en tantas partes de M¨¦xico, cuando se apagan las luces y gobierna el narco, que ¨²ltimamente era a pleno sol. Militares en las playas incapaces de detener las balas, familias que no pod¨ªan alquilar su vivienda porque los cuervos acechan a la espera de la mordida que no les corresponde. Acapulco estaba en guerra. Y entonces lleg¨® el hurac¨¢n.
La desolaci¨®n primera, para la que sobran met¨¢foras b¨ªblicas, tiene que encontrar un nuevo camino. Muchos se cuestionan hoy d¨®nde acabar¨¢ el dinero de su solidaridad con los afectados. Lo mismo cabe preguntarse del futuro. Ahora que no hay nada que repartirse, nada que el crimen pueda rapi?ar, se pueden levantar nuevos cimientos socioecon¨®micos m¨¢s saludables. ?Podr¨¢ una reconstrucci¨®n ordenada fundar otro Acapulco de sus cenizas, devolverle su esplendor? ?Podr¨¢ pensarse en un destino donde la prostituci¨®n infantil no tenga lugar, donde las barcas m¨¢s humildes puedan pasear a los capitalinos sin pagar narcoimpuestos, donde nuevas palmeras permitan una caminata nocturna segura? La loca naturaleza con su vendaval de guada?a ha puesto un punto y aparte. Se va a necesitar mucho dinero, una fortuna, ciertamente, primero para apagar el hambre y la sed, despu¨¦s para volver a empezar desde la nada.
Acapulco ha tocado fondo. Hay que darse impulso y sacar la cabeza. Emerger¨¢ de profundidades donde chicos que no alcanzan la mayor¨ªa de edad cuidan los yates de los se?ores cuando se aproxima la tormenta a cambio de unos tacos de carne, a merced de las olas salvajes. De abismos insalubres donde los pederastas se dan su fest¨ªn de drogas y sexo abrevando en los barrios de pobreza extrema, que ahora se ver¨¢ agravada, porque el hurac¨¢n no ha hecho distingos entre la costa popular y la acomodada, pero la recuperaci¨®n s¨ª tendr¨¢ sus preferencias. Cuando llegue la calma, las embarcaciones tur¨ªsticas tendr¨¢n una fecha para organizar sus relatos. Dir¨¢n: en ese hotel de la costera se alojaban Periquito y Menganita cuando visitaban Acapulco; ah¨ª estuvo la gran discoteca que desapareci¨® bajo el aullido de Otis, all¨¢ hab¨ªa un legendario restaurante, todo desapareci¨® por decreto natural entre la noche de un martes y la madrugada de un mi¨¦rcoles de octubre de 2023.
Acapulco tiene que rehacerse de nuevo, como las ciudades medievales cuando les alcanzaban el fuego y la peste. Primero hay que atender las l¨¢grimas, despu¨¦s, volver a hablar en pasado desde un tiempo que deber¨ªa ser mejor que el actual. Toda guerra tiene su reconstrucci¨®n: una segunda oportunidad.
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