Marco Antonio Mu?iz o la historia del cantante de burdel que llen¨® el Madison Square Garden
El gran cantante de boleros, apodado ¡®El lujo de M¨¦xico¡¯, recibe a EL PA?S en su casa de Coyoac¨¢n a los 90 a?os para recordar con mucho humor una carrera llena de ¨¦xitos, en la primera entrevista que concede en a?os
Cuando a Manolete la faena le tra¨ªa al Distrito Federal no solo se dedicaba a torear enfundado de pur¨ªsima y oro. Fuera del ruedo, al mes¨ªas de los taurinos le gustaba dejarse caer por La Bandida, el burdel m¨¢s conocido de la capital. ¡°Era una casa muy popular de mala nota, ten¨ªa como invitados a gente muy notable¡±, recuerda Marco Antonio Mu?iz. Pol¨ªticos, m¨²sicos, artistas, empresarios, Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, Pablo Neruda, Agust¨ªn Lara, Diego Rivera, lo mejor de cada casa se juntaba en aquel antro de renombre regentado por Graciela Olmos, una guerrillera reconvertida a prostituta a la que Magdalena Gonz¨¢lez G¨¢mez le escribi¨® la novela La bandida: la meretriz m¨¢s poderosa de la historia de M¨¦xico (Grijalbo, 2012). Ella, madame de madames, sol¨ªa aprovechar aquel at¨ªpico escenario para despachar sus ¨¢cidos corridos, ¡°pero no se los puedo cantar, est¨¢n muy fuertes¡±, se justifica Mu?iz. Y ¨¦l, un joven de provincias reci¨¦n aterrizado en la ciudad sin un peso en los bolsillos, le hac¨ªa la segunda voz.
Cuenta Mu?iz que en una de aquellas visitas, Manolete, ¡°el mejor torero de Espa?a de toda la vida¡±, le regal¨® a Olmos una guitarra.
¡ªCon esa guitarra te despidi¨®¡ª, apunta su hija, Mariana Mu?iz (44 a?os).
¡ªS¨ª. La se?ora me despidi¨® diciendo: ¡®No quiero que vuelvas a venir aqu¨ª, te vas a echar a perder. Toma esta guitarra, te la regalo, y cuando te vaya mejor vienes y me platicas de tu levantamiento art¨ªstico¡¯.
El levantamiento art¨ªstico lleg¨®. Muchas d¨¦cadas despu¨¦s, Mu?iz recuerda sus d¨ªas como cantante de burdel mientras un pu?ado de Discos de oro deslumbran a su espalda. En la sala tambi¨¦n hay un Grammy, decenas de diplomas y premios, una carta enmarcada en la que se lee ¡°Mr. Amigo de Ronald Reagan¡±. Todav¨ªa conserva la guitarra de Manolete.
Mu?iz camina muy despacio a trav¨¦s del c¨¦sped del jard¨ªn de su casa de piedra en Coyoac¨¢n, Ciudad de M¨¦xico, apuntalado por un bast¨®n y un enfermero. Viste una camisa color salm¨®n, pelo gris, hombros ca¨ªdos, venas marcadas. El cantante de boleros al que el periodista Mario Rea?o apod¨® El lujo de M¨¦xico posa con la dificultad propia de sus 90 a?os para la c¨¢mara de EL PA?S, en una habitaci¨®n en la que decenas de fotograf¨ªas con personajes ilustres del siglo XX mexicano tapan toda la pared. En el centro hay una mesa de billar cubierta tambi¨¦n de papeles, carpetas, peri¨®dicos viejos. Recortes de toda una carrera que su hija Mariana trata de moldear en un libro sobre la vida y obra de su padre.
Hay algo inusual en esta ma?ana de noviembre. Mariana dice que es un d¨ªa de suerte: hace a?os que su padre no concede una entrevista. Lleva mucho alejado de los focos, refugiado en su casa, centrado en su familia. Despu¨¦s de cantar con Jos¨¦ Jos¨¦, Lucha Villa, Jos¨¦ Alfredo, Lola Beltr¨¢n o Pablo Milan¨¦s; de llenar el Palacio de Bellas Artes, el Madison Square Garden o el Carnegie Hall, en su jubilaci¨®n Mu?iz ha bajado del Olimpo para volver a vivir los problemas de los mortales. ¡°Desde que me retir¨¦ me he dedicado a dar de comer a los m¨¦dicos¡±, bromea.
Su ¨²ltima vez encima de un escenario fue en 2012, hace m¨¢s de una d¨¦cada. Dice que ya nunca canta. El hilillo de voz con el que habla ayuda a entender por qu¨¦. Y aunque algunas historias se resisten en su cabeza ¡ª¡±hija, debe haber sido, ya no me acuerdo bien¡±, le dice en un momento a Mariana, que le ayuda a refrescar la memoria durante la entrevista¡ª dispara an¨¦cdotas y recuerdos sin parar. El sentido del humor, ese s¨ª, lo tiene intacto.
¡ª?Y no echa de menos los escenarios?
¡ªS¨ª, definitivamente. No he vuelto a cantar para ning¨²n p¨²blico. Creo que lo di todo y tuve muy buena respuesta, ya no hab¨ªa ninguna necesidad de seguir de necio.
¡ª?Se cans¨®?
¡ªDespu¨¦s de setenta y pico a?os de trabajar¡ Ahora veo las novedades del ambiente art¨ªstico con curiosidad. ?C¨®mo se llama el puertorrique?o que se jala la¡ [y se lleva la mano a la entrepierna].
¡ª?Bad Bunny?
¡ªHijo de su chingada madre.
Se le escapa una sonrisa como de ni?o malo que sabe que acaba de decir algo que no debe. ¡°?Pap¨¢!¡±, se r¨ªe Mariana.
¡ª?Hay alg¨²n cantante moderno que le guste?
¡ªNo.
Se r¨ªe.
¡ªUna desverg¨¹enza, sale cada cantante que da risa.
Se queda callado, lo piensa otra vez. Dice:
¡ªEh, mis respetos para ellos.
De un cuarto de Tepito a la Cumbre Iberoamericana
A Mu?iz le gusta m¨¢s hablar de sus primeros pasos que de sus grandes momentos. Naci¨® en Guadalajara y a los 13 a?os ya se buscaba el pan en el Teatro Casino de Ciudad Ju¨¢rez, atra¨ªdo por las luces de la frontera. ¡°Hab¨ªa que empezar barriendo o abriendo funci¨®n, desde abajo¡±. Regres¨® a Jalisco a los meses, trabaj¨® en una panader¨ªa, hizo joyas en plata. Hasta que le lleg¨® otra oportunidad de salir y con 18 a?os se fue a la capital. ¡°A mi padre lo contrataron para una oficina y ten¨ªa yo un lugar donde dormir sin tener que pagar, por ah¨ª se empieza¡±. Viv¨ªan los dos en un cuarto del popular Tepito donde se turnaban la cama. ¡°Yo ten¨ªa que esperar a que mi padre se levantara para poder acostarme, no hab¨ªa manera de dormir los dos juntos¡±.
Rasc¨® la ciudad, llam¨® a muchas puertas. ¡°Iba arrastrando mi pobreza y mi desesperaci¨®n, pero de ninguna manera qued¨¢ndome ah¨ª. No esperaba a que me llegara la oportunidad, la buscaba por todas partes¡±. Encontr¨® un hueco como ¡°arrancador de aplausos¡± en una radio que hac¨ªa los programas en directo. Aprovech¨® la exposici¨®n de la emisora para hacer amigos, establecer contactos.
Poco a poco todo empez¨® a mejorar. Un d¨ªa, mientras hac¨ªa tiempo en un billar que hab¨ªa cerca de la radio, donde los artistas acud¨ªan a matar las horas entre programas, se present¨® la oportunidad. A los integrantes de El Tr¨ªo Culiac¨¢n les faltaba un miembro para una serenata que les hab¨ªan encargado. As¨ª que ¨¦l le sustituy¨®. Y ah¨ª se form¨® Los Tres Ases, con quien consigui¨® sus primeros ¨¦xitos y gir¨® por todo el continente.
Le cay¨® en gracia al entonces presidente de la Rep¨²blica, Adolfo L¨®pez Mateos (1958-1964). ¡°Me recibi¨® como solista con mi guitarra, me invitaba a las fiestas particulares con su familia. Ese fue uno de mis logros. De ah¨ª siguieron todos¡±. Despu¨¦s vinieron las largas temporadas en el emblem¨¢tico Teatro Blanquita, o las giras por el pa¨ªs como parte de la Caravana Corona, un popular espect¨¢culo ambulante de variedades que reun¨ªa a los principales artistas de la ¨¦poca. En una de esas, en 1965, conoci¨® a una vedette llamada Jessica con la que se acabar¨ªa casando y, seis d¨¦cadas despu¨¦s, est¨¢ sentada a su derecha mientras realiza la entrevista.
Grab¨® decenas de discos, particip¨® en pel¨ªculas. Siempre tuvo una relaci¨®n especial con Puerto Rico: actu¨® durante 39 a?os seguidos en el Club Caribe de San Juan. Su influencia fue tal en el pa¨ªs caribe?o que uno de sus cantantes m¨¢s famosos, Marc Anthony, se llama en realidad Marco Antonio Mu?iz en su honor.
Todos los martes, un programa de radio llamado El rinc¨®n de Marco Antonio Mu?iz reproduce durante un par de horas su discograf¨ªa. ?l nunca se lo pierde. Es un viaje al pasado, una sumersi¨®n en la nostalgia.
¡ª?C¨®mo es escucharse a uno mismo en la radio despu¨¦s de tantos a?os?
¡ªMe recuerda cosas muy lindas. Trabaja mucho el cerebro, me recuerda las letras de tantas y tantas canciones¡
Hay un momento que resalta sobre todos los dem¨¢s. En una carrera llena de grandes ¨¦xitos, sobresale en su memoria la vez que actu¨® en una Cumbre Iberoamericana en Guadalajara ante los presidentes de medio continente, el Rey de Espa?a y Fidel Castro. Al Mr. Amigo de Ronald Reagan, despu¨¦s de todo, le enorgullec¨ªa m¨¢s volver por la puerta grande a su ciudad natal que cantar en el Madison Square Garden.
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