Una fe que el agua confirma
El escritor mexicano Emiliano Monge repasa ¡®Tierra de campeones¡¯, la novela m¨¢s reciente de Diego Z¨²?iga
Junto al teclado con el que escribo esta nueva entrega de nuestras Letras est¨¢ uno de los libros que m¨¢s he rele¨ªdo y uno de los tantos amuletos que poseo: lo consegu¨ª hace muchos a?os, en el desierto.
Es, el amuleto, una peque?a probeta de cristal, parecida a esas que utilizan los sanitarios cuando nos sacan sangre para llevar a cabo alg¨²n estudio. Dentro de mi probeta, por supuesto, lo que hay no es rojo ni es tampoco l¨ªquido: en total, son siete piedras diminutas que bien podr¨ªan ser confundidas con granos de elote ba?ados en plomo o con implantes dentales de reguetonero.
Pero ya llegaremos luego a mi amuleto. Antes quiero hablar del libro que tambi¨¦n puse a un lado del teclado y al que volv¨ª, esta vez, apenas termin¨¦ de leer Tierra de campeones, la novela m¨¢s reciente de Diego Z¨²?iga, con la que nos despedimos del sur del sur a lo grande, pues se trata, en mexicano claro, de un pinche librazo pocasumadre. Dije, sin embargo, que antes hablar¨ªa de ese otro libro que tengo aqu¨ª a mi lado, es decir, las Confesiones de Tolstoi.
Una elucubraci¨®n, un balbuceo
A estas alturas del partido, me costar¨ªa mucho creer que exista un lector ¡ªsobre todo si se trata de uno que se suscribe a una newsletter sobre libros¡ª que no haya le¨ªdo o no sepa de qu¨¦ van las Confesiones del viejo ruso, a quien refiero as¨ª no porque la imagen que tengamos de ¨¦l sea la de una barba blanca interminable, sino porque se confes¨® m¨¢s cerca de la tercera edad que de la segunda. Como la excepci¨®n, sin embargo, tambi¨¦n otorga sentido, igual les recuerdo que la primera parte de ese libro es un recuento genial, brillante e hilarante sobre las decepciones que la vida le depara a aquel que, en un momento determinado, se pregunta: ?para qu¨¦?
Y todo esto¡ ?para qu¨¦? As¨ª, insisto, se puede resumir el conflicto existencial que lleva a Tolstoi a examinar su vida a trav¨¦s de todo aquello a lo que alguna vez quiso aferrarse, con el objetivo de justificar su existencia, pero que termin¨® multiplicando sus angustias, pues nada parec¨ªa acercarlo a la respuesta que necesitaba. Y es que, para ¨¦l, ni la literatura ni la ciencia ni las matem¨¢ticas ni la filosof¨ªa sirvieron para responder a aquello que no puede resolverse racionalmente, pues la consecuencia ser¨ªa el suicidio; esa cuesti¨®n, pues, a la que, comprende tambi¨¦n Tolstoi, s¨®lo puede responderse desde el surgimiento de una fe. Y es ac¨¢ a donde quer¨ªa llegar, pues, aunque no comparto la fe que eligi¨® Tolstoi, llevo semanas, sino meses, convencido de que el viejo ruso tiene raz¨®n en que la respuesta al ¡°para qu¨¦¡± est¨¢ en la aparici¨®n de una cierta fe.
Quiero decir ¡ªadem¨¢s de corregirme, pues a donde quer¨ªa llegar no era a lo que acabo de escribir, sino a lo que sigue¡ª que, desde hace meses, tras aceptar aquello de la fe, aunque intu¨ªa cu¨¢l era la m¨ªa, no fue sino hasta que termin¨¦ de leer Tierra de campeones, durante esos segundos en los que una novela con la fuerza de la de Z¨²?iga arrejunta el recuerdo de sus estremecimientos y sus asombros para cachetearte desde la forma y el fondo, en ese instante, quiero decir, en que lo evidente se mezcla con lo sugerido y acontece ese estallido silencioso que fulgura entre el lector y aquello que no pod¨ªa contarse de un modo mejor, que la palabra que mi fe ven¨ªa masticando ¡ªcomo el personaje de Beckett mastica sus piedritas¡ª se reafirm¨®: narraci¨®n.
Tierra de una fe
?Se puede decir algo m¨¢s de una novela? Quiero decir: ?se puede a?adir algo m¨¢s a esto?: Tierra de campeones es capaz de hacerte comprender o terminar de aceptar, eso es, en realidad, terminar de aceptar de una vez por todas que la fe que necesitas ante ese agotador ¡°para qu¨¦¡± y, por lo tanto, para seguir aguantando, no es otra que la convicci¨®n de que el poder del contar es ¨²nico, que el saber elegir qu¨¦ y c¨®mo devolver al mundo una historia, dando con el modo que esa historia requiere, as¨ª como con las herramientas, el punto de vista y el lenguaje que necesita, es m¨¢s que suficiente para aguantar todo lo dem¨¢s.
Honestamente, creo que no. Es decir, no me parece que haga falta nada m¨¢s. Pero ac¨¢ no solo se trata de mi fe, tambi¨¦n se trata de que ustedes lean la novela de Z¨²?iga. Por eso, para terminarlos de convencer, quiz¨¢ deba decir que Tierra de campeones cuenta la historia de un ni?o que nace en mitad del monte y que termina, contra todo pron¨®stico, tras aceptar que s¨®lo puede ser bajo el agua, convirti¨¦ndose en el mejor cazador submarinista del planeta.
Eso, claro, es lo evidente, porque lo que es menos evidente, pero tambi¨¦n nos es contado de forma soberbia, es el quiebre de un pa¨ªs ¡ªel pa¨ªs en el que ese ni?o nace, crece y se vuelve hombre¡ª en el instante en que su historia se dobla.
Antes de acabar, una cosa m¨¢s: al salir de las aguas en las que el Chungungo se sumerge y ver las consecuencias del quiebre de su pa¨ªs ¡ªtambi¨¦n esto me dej¨® la narraci¨®n¡ª, mi amuleto, del que empec¨¦ hablando ac¨¢, ya no era tal.
Y es que los siete granos que conten¨ªa mi peque?a probeta de cristal, esos que hab¨ªa recogido en Campo de meteoritos, Chile, perdieron todo su encanto.
Pero ?por qu¨¦ perdieron su encanto esas piedras espaciales? Para saberlo, deber¨¢n leer a Z¨²?iga.
Adelanto, eso s¨ª, que esos pedazos de universo fueron tocados por la muerte.
Coordenadas
Tierra de campeones fue publicado por Literatura Random House.
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