M¨¦xico tiene un problema gordo
La obesidad se ceba con los escolares, mientras los colegios siguen vendiendo comida chatarra y refrescos azucarados. La Secretar¨ªa de Educaci¨®n retoma ese asunto
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Lo han dicho las autoridades supremas: en el 98% de los centros escolares se vende comida chatarra, que es como decir en todos. No hay que explicar lo que significa chatarra; en el 95% hay bebidas azucaradas, de esas que pasan por jugos alimenticios; y en un 77% de los colegios los puestos de chucher¨ªas esperan a los escolares al salir del recinto. M¨¦xico tiene un problema gordo cuando la estampa m¨¢s com¨²n en la calle es un viandante con ese oscuro refresco colgando en la mano, lo mismo en la capital que en la aldea m¨¢s lejana de la monta?a. Cuando en las farmacias se pueden comprar esas bebidas cal¨®ricas y adictivas y cada 10 metros hay un carrito vendiendo porquer¨ªas en bolsa. Cuando las papas fritas presumen de llevar sal.
El informe reci¨¦n presentado por el Gobierno constata adem¨¢s que las medidas que se tomaron para prohibir esto en las escuelas no se han cumplido en lo absoluto (ese es otro de los grandes problemas de M¨¦xico). Y que m¨¢s de 16 millones de estudiantes de cinco a 19 a?os ¡°tiene obesidad¡±. No es, pues, un problema de la archimencionada gordofobia, sino de salud. La Secretar¨ªa de Educaci¨®n P¨²blica intentar¨¢ de nuevo que en marzo no haya m¨¢s comida chatarra en los centros. Segunda oportunidad.
Pocas veces, en el pasado sexenio, han salido las autoridades educativas en la Ma?anera del presidente L¨®pez Obrador, y cuando lo hac¨ªan, muchas de ellas eran para hablar de alimentaci¨®n. No es criticable, la escuela est¨¢ para compensar las carencias de la sociedad. S¨ª, la educaci¨®n de los hijos tambi¨¦n es cosa del Estado, desde luego que lo es si se quiere avanzar en la igualdad de clases. Porque a nadie se le escapa que la obesidad ataca m¨¢s a los pobres que a los ricos. A estas alturas del siglo no hacen falta estudios sociol¨®gicos para conocer esta terrible realidad, solo echar un vistazo en las calles que no pertenecen a la burbuja privilegiada de algunos mexicanos, esos que critican las etiquetas nutricionales implantadas en el ¨²ltimo sexenio. Bien ¨²tiles que resultan.
Los h¨¢bitos alimentarios son materia educativa y la infancia es la etapa clave. El paladar se educa. Preocupan las drogas, alcohol incluido, pero no hay cosa m¨¢s adictiva que el az¨²car. Y en esa trampa est¨¢n atrapados millones de ni?os en M¨¦xico, que han heredado malas costumbres que no tuvieron sus abuelos. Las grandes multinacionales de los procesados y refrescos tienen un fabuloso poder de expansi¨®n por todo el planeta. La chatarra de moda en Estados Unidos pronto llega a ?frica, por poner un ejemplo. Y qu¨¦ dif¨ªcil es poner puertas al mercado cuando ya lleva d¨¦cadas desbocado.
La Organizaci¨®n Mundial de la Salud recomienda un consumo de az¨²car no superior a 25 gramos al d¨ªa. La Coca-Cola informa de que una de sus latas de 330 ml contiene 35 gramos de az¨²car. Mucho m¨¢s elocuente es la lectura de No es normal (Grijalbo), de la autora siempre bien documentada Viri R¨ªos. Uno de sus cap¨ªtulos lleva por t¨ªtulo este esclarecedor mensaje: M¨¢s mortal que el narco. Ser¨ªa recomendable que los maestros que hablen de alimentaci¨®n a sus alumnos le echaran un vistazo.
A la espera de que la nueva Secretar¨ªa de Educaci¨®n empiece a poner orden en la parte acad¨¦mica, sea bienvenida la voluntad de corregir lo que no ha salido bien. Pero M¨¦xico reprueba la asignatura m¨¢s importante: de nada sirven las leyes si no se cumplen.
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