Silvia Pinal, una diva a prueba de esc¨¢ndalos
La actriz supo navegar las controversias siendo mujer del sistema del PRI y Televisa, la gran provocaci¨®n de Bu?uel y un gran nombre del cine mexicano
Ser¨ªa un error recordar a Silvia Pinal, fallecida este jueves en Ciudad de M¨¦xico a los 93 a?os, solo como aquel rostro elegante y amable de Mujer, casos de la vida real, el programa que calent¨® la parrilla vespertina de Televisa desde 1985. La emisi¨®n proyecta quiz¨¢ una larga sombra sobre la trayectoria de la primera actriz. La producci¨®n dramatizaba historias ver¨ªdicas y las combinaba con la autoayuda y el cat¨¢logo de valores que la principal televisora del pa¨ªs llevaba a la pantalla peque?a. Pero aquella versi¨®n de La Pinal estaba desprovista del desparpajo y provocaci¨®n que la marc¨® durante su vida. Como ella misma dijo en una entrevista de 2016: ¡°Soy quien soy y no me parezco a nadie¡±.
La Pinal vivi¨® muchas vidas en una. Fue una c¨¦lebre actriz que elev¨® el nombre del cine mexicano. Una recia mujer que ayud¨® a las mujeres a contar sus historias y a no quedarse calladas ante la violencia intrafamiliar, que vivi¨® en carne propia. Una obediente soldado del PRI como diputada y primera dama del Estado de Tlaxcala. Amaba al partido y a ese sistema incluso a pesar de haber sido v¨ªctima de espionaje de la polic¨ªa pol¨ªtica del r¨¦gimen. Su nombre siempre estuvo en lo m¨¢s alto y nunca fue sin¨®nimo de esc¨¢ndalo.
Antes de ser uno de los rostros de ese sistema simbi¨®tico entre Televisa y el PRI, Silvia Pinal fue el diablo. El tri¨¢ngulo que form¨® junto con el productor Gustavo Alatriste, su marido, y el director ma?o Luis Bu?uel inici¨® en 1961 con Viridiana. El tr¨ªo volvi¨® a la carga en repetidas ocasiones. En 1964, Alatriste propuso al genio espa?ol llevar a la pantalla la historia de un anacoreta del siglo IV que pas¨® 40 a?os en lo alto de una columna en un desierto de Siria. Los aprietos econ¨®micos del productor en ese momento truncaron la visi¨®n que Bu?uel ten¨ªa para Sim¨®n del desierto. En la pel¨ªcula, Pinal es la tentaci¨®n que busca descarrilar a san Sime¨®n con provocaciones de la carne. Le mostraba las piernas, le mesaba las barbas y le ofrece su abultado escote para que bajara y diera la espalda a Dios.
Para sociedades conservadoras como la mexicana y la espa?ola, Pinal fue la imagen de la seducci¨®n. Como sucede en la historia del cine, el galard¨®n principal de Cannes para Viridiana fue combustible puro para la pol¨¦mica. El peri¨®dico del Vaticano, L¡¯Osservatore Romano, mostr¨® al mundo cat¨®lico su perplejidad de que el jurado del certamen franc¨¦s por permitir la exhibici¨®n de una pel¨ªcula ¡°irreverente¡±.
Esa misma palabra podr¨ªa haberse aplicado a una mujer como Pinal en la sociedad mexicana de los 50. Ya para esa d¨¦cada era un gran nombre en el cine mexicano gracias a Un rinc¨®n cerca del cielo, Locura pasional y La dulce enemiga, cintas que le valieron sendos premios Ariel, los cuales presum¨ªa con los galardones en la antesala de su casa en el Pedregal.
A mediados de los a?os cincuenta, Pinal comenz¨® una tormentosa relaci¨®n con Emilio Azc¨¢rraga, el empresario apodado El Tigre. Era el hijo de Emilio Azc¨¢rraga Vidaurreta, el propietario de Telesistema Mexicano, el origen de la hoy poderosa empresa Televisa. En la intimidad, Silvia le apodaba Pato. El dulce mote ocultaba que, en realidad, La Pinal era una mujer de armas tomar con ninguna tolerancia para el machismo.
-¡±Oye, mujer, ponte unos discos, ?no?¡±, le dijo una tarde Azc¨¢rraga a su pareja.
-¡±?No soy tu criada, ponlos t¨²!¡±, le revir¨® la actriz, de acuerdo a la biograf¨ªa del empresario escrita por Claudia Fern¨¢ndez y Andrew Paxman.
Aquel romance tuvo final de telenovela. Silvia era entonces una mujer divorciada, con una hija y una figura de la far¨¢ndula. En 1958, Azc¨¢rraga, quien nunca le fue fiel a Pinal, cedi¨® a las presiones de su padre y la dej¨® a cambio de un amor m¨¢s estable y con m¨¢s futuro con una francesa. El rompimiento fue amargo, pero ninguno de los dos lo tom¨® con rencor. La relaci¨®n profesional e incluso de amistad perdur¨® varias d¨¦cadas. En 1968, La Pinal debut¨® en los culebrones de la empresa con Los caudillos, un drama hist¨®rico sobre la guerra de Independencia producido por Miguel Alem¨¢n y escrito por el poeta Eduardo Lizalde y el dramaturgo Miguel Sabido.
Como buena celebridad, su vida no careci¨® de pol¨¦micas. Una de las m¨¢s dif¨ªciles, seg¨²n sus propias palabras, la vivi¨® bajo su propio techo. La Pinal, siempre enamoradiza, tuvo un amargo desenlace con Fernando Frade, un gal¨¢n m¨¢s joven que ella que era la sensaci¨®n para ¡°las gringas y el viejer¨ªo de Acapulco¡±, el gran balneario de la jet set capitalina. El romance descarril¨® cuando Silvia acept¨® la invitaci¨®n a una cita de un industrial divorciado. La venganza lleg¨® de la peor forma. Frade comenz¨® una relaci¨®n con Silvia Pasquel, una de las hijas de Pinal. Esta ¡°trascendi¨® lo m¨¢s sagrado¡±, admite la actriz en sus memorias, Esta soy yo (Porr¨²a, 2015).
Aquella relaci¨®n tuvo adem¨¢s una agravante. Pasquel y Frade concibieron a una hija, a la que llamaron Viridiana, el nombre de la primog¨¦nita de Pinal y quien muri¨® en un accidente de autom¨®vil. Esto doli¨® particularmente a la actriz, quien se distanci¨® de su hija al considerar que el episodio dej¨® una herida que nunca se cerr¨® del todo. La peque?a Viridiana llev¨® en el nombre el peso de una tenebrosa maldici¨®n. La ni?a muri¨® ahogada a los dos a?os en la piscina de la familia. Estos secretos se guardan bajo la leyenda de la diva Silvia Pinal.
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