El dif¨ªcil arte de reconocer el mal menor
Antes de beatificar a L¨®pez-Gatell o de arrojarlo a la pira vale la pena ponerlo en el contexto de la dura y muy espec¨ªfica realidad que entra?a esta pandemia de la covid-19
Decidir cu¨¢ntos ciudadanos de un pa¨ªs van a morir no es solo un asunto moral sino tambi¨¦n pol¨ªtico. La pandemia puso contra las cuerdas a los Gobiernos de todo el planeta al tener que elegir entre cuidar la salud de las personas o paralizar la econom¨ªa y condenar a la pobreza a las masas. ?Un mal mayor pero acotado a decenas de miles condenados a morir o un mal menor pero masivo al lanzar a la miseria a millones?
Las autoridades de cada pa¨ªs se vieron obligadas a decidir el punto intermedio entre estas dos opciones inadmisibles. Y por supuesto cualquiera de las dos alternativas entra?aba de inicio una derrota. No hay pa¨ªs que haya salido bien librado de este dilema. Cada mandatario debi¨® decidir en funci¨®n de las caracter¨ªsticas de su pueblo, de su ideolog¨ªa y de su cultura. Pero siempre fue una decisi¨®n intermedia. Incluso los que optaron por el confinamiento riguroso debieron abrir antes de lo que hubiesen deseado; en el otro extremo, los que pretendieron ignorar la pandemia (como Trump, Bolsonaro y en principio L¨®pez Obrador) se vieron obligados a recular y a aceptar cierres parciales de la actividad econ¨®mica.
Detr¨¢s de los argumentos a ratos confusos y obstinados de Hugo L¨®pez-Gatell, vocero del Gobierno en el combate a la pandemia de la covid-19, me parece que existe una tesis inteligente pero inconfesable: los esfuerzos no se centraron en impedir el contagio sino en evitar el colapso del sistema de salud. No s¨¦ si la negaci¨®n de L¨®pez-Gatell al uso de tapabocas se debi¨® al principio a una leg¨ªtima convicci¨®n de que no hac¨ªan diferencia en el contagio (recordemos que esa era la posici¨®n inicial de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) y despu¨¦s al orgullo que le imped¨ªa reconocer el equ¨ªvoco, o de plano al deseo de que el contagio continuase a una velocidad moderada y la poblaci¨®n alcanzase la inmunizaci¨®n de reba?o. Quiz¨¢ una mezcla de todas las razones anteriores.
Lo que queda claro es que la estrategia de confinamiento seguida a medias no ten¨ªa como prop¨®sito erradicar el contagio, sino simplemente dar tiempo para evitar el colapso del sistema de salud. El famoso aplanamiento de la curva.
Puede parecer c¨ªnico o cruel, pero es absolutamente realista. Primero, porque imponer un confinamiento riguroso como el que se estableci¨® en Francia o Espa?a, poco menos que un estado de sitio, resultaba impracticable en M¨¦xico. Si las polic¨ªas no pueden impedir que la gente se siga matando a raz¨®n de 100 por d¨ªa o evitar que los pobladores tomen casetas o edificios p¨²blicos, quiero ver c¨®mo se las arreglar¨ªan para mantener a m¨¢s de cien millones encerrados en casa en contra de su voluntad. En el fondo ni siquiera en los pa¨ªses ricos lo han conseguido: todos ellos han levantado el confinamiento antes de tiempo como resultado de la presi¨®n popular y ahora surgen rebrotes por todo el orbe.
Segundo, incluso en el hipot¨¦tico caso de que pudiera imponerse el encierro obligado, las consecuencias familiares y personales de un confinamiento en M¨¦xico, donde la mayor¨ªa de los trabajadores operan en la econom¨ªa informal, son insoportables a muy corto plazo. Es muy distinta la situaci¨®n del obrero alem¨¢n que espera en casa con la mayor parte del sueldo asegurado, a la del vendedor ambulante o el alba?il mexicano que vive literalmente al d¨ªa. La simple par¨¢lisis de la actividad productiva y los efectos de la pandemia provocar¨¢n que en M¨¦xico ingresen a la categor¨ªa de pobreza extrema entre nueve y 12 millones de personas, seg¨²n la fuente consultada. Cifras que se dicen r¨¢pido pero que entra?an una verdadera debacle: hambre, enfermedad y sufrimiento en ocasiones inconmensurable en millones de hogares que antes viv¨ªan por encima de ese umbral.
?Tiene raz¨®n el ciudadano que desea acusar en tribunales a una autoridad por la muerte de su pariente? ?Una estrategia diferente respecto al tapabocas le habr¨ªa salvado la vida? ?Alguno de los fallecidos no se habr¨ªa contaminado si la empresa en la que trabaja no hubiese abierto sus puertas?
O en el otro extremo, ?puede un padre al que se le han acabado los recursos demandar al Gobierno por el hambre que padecen sus hijos al imped¨ªrsele ejercer su oficio?
El Gobierno mexicano hizo lo que crey¨® que estaba en sus manos: sugerir recomendaciones de higiene y salud a la poblaci¨®n, suspender actividades econ¨®micas por el m¨ªnimo de tiempo indispensable para retrasar el contagio y al mismo tiempo no ahogar econ¨®micamente a las familias, volcarse sobre el sistema de salud para asegurar que los enfermos que llegasen a hospitales tuvieran una oportunidad de salvarse.
Si ese era el objetivo, y me parece realista, lo han conseguido. Habr¨¢ cifras para los que quieran linchar a L¨®pez-Gatell, 40.000 muertos son muchos o pocos seg¨²n se vea; sobrar¨¢ material para encontrar declaraciones contradictorias a lo largo de cuatro meses; no faltar¨¢ el testimonio del familiar del pariente que fue rechazado por una cl¨ªnica y muri¨® en casa. Pero lo cierto es que la reconversi¨®n de un sistema de salud devastado por la corrupci¨®n cr¨®nica signific¨® un esfuerzo monumental. En materia de semanas el n¨²mero de camas con ventiladores se triplic¨®; se incorporaron los hospitales particulares al sistema p¨²blico de atenci¨®n a la covid, se contrataron y capacitaron a 40.000 asistentes m¨¦dicos para paliar el d¨¦ficit de tantos a?os de desatenci¨®n.
La respuesta econ¨®mica del Gobierno a la pandemia es otra cosa y ser¨ªa motivo de otro texto. Por lo que toca a la estrategia de salud, que entra?a vidas y miseria de tantos, es comprensible que provoque arrebatos y pasiones, pero ser¨ªa oportuno no desvincularlas de la raz¨®n.
M¨¢s all¨¢ de temas de personalidad del doctor L¨®pez-Gatell, que algunos elogian y otros satanizan, o el optimismo y la autosatisfacci¨®n del presidente por lo que considera una estrategia admirable, lo cual resulta esperanzador para sus seguidores y criminal para sus adversarios, lo cierto es que el sistema de salud tomado en su conjunto resisti¨® el embate, las cadenas de abastecimientos no se rompieron, la actividad productiva ha comenzado a espabilarse.
El proceso a¨²n est¨¢ en marcha y el balance definitivo tendr¨¢ que hacerse al final del ciclo. Pero antes de beatificar a L¨®pez-Gatell o, por el contrario, arrojarlo a la pira, val¨ªa la pena ponerlo en el contexto de la dura y muy espec¨ªfica realidad que entra?a esta pandemia en el imperfecto pa¨ªs que llamamos M¨¦xico, siempre regido por la elecci¨®n del mal menor.
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