Bagatelas para un linchamiento
No hay tal cosa como la ¡°justicia por mano propia¡±. Las turbas enfurecidas no pueden suplir a las leyes
No deja de ser asombroso el entusiasmo colectivo que se vivi¨® en M¨¦xico, hace unos d¨ªas, cuando los pasajeros de una combi enfrentaron y apalearon al tipo que pretend¨ªa asaltarlos. El incidente es bien conocido: un video se encarg¨® de hacerlo popular. Dos hombres tratan de subir a un veh¨ªculo de transporte colectivo para asaltarlo, pero el conductor arranca y uno de ellos se queda en la calle. El otro intenta amedrentar a los pasajeros. Ellos, sin embargo, se sobreponen, y le impiden bajar. ¡°Ven¨ªas bien li¨®n, ?no?¡±, se escucha que le dicen cuando es arrinconado. Le caen a pu?etazos y patadas.
El video concluye con el tipo desnudo, molido a golpes y echado como bolsa de basura en plena calle. Aunque su presunta identidad circul¨® horas despu¨¦s por las redes, sigue siendo hora de que no se sabe cabalmente si vive o muere, o si lleg¨® a recibir atenci¨®n m¨¦dica. En fin: la rampante inutilidad policial que permite que lugares como el tramo M¨¦xico-Texcoco, en que ocurri¨® el episodio, se haya convertido en una ruta a merced de bandas de delincuentes, es la que provoca que las autoridades hayan sido incapaces de dar con el linchado. Y no se diga con sus agresores, a quienes, hasta donde se sabe, nadie busc¨®.
El video convirti¨® el incidente en el trending topic de la semana. Menudearon los memes y los chistes. Se hicieron montajes con pol¨ªticos malqueridos, equipos de futbol, o cantantes en vez del agredido y los linchadores fueron elevados al altar de h¨¦roes c¨ªvicos. Circul¨® informaci¨®n falsa que aseguraba que la Comisi¨®n Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) se preparaba para proceder contra ellos y se levant¨® una ola de ira general. El hecho de que miles de personas lo creyeran revela la importancia m¨¢s bien nula que se le da a los derechos humanos en la imaginaci¨®n popular, en la que suelen ser presentados como un mero obst¨¢culo para castigar forajidos. A cualquiera que se atreviera a disentir y a se?alar que un linchamiento no es s¨ªntoma de buena salud social, le llovieron insultos, descalificaciones y mofas.
Los comentaristas de ocasi¨®n, pero tambi¨¦n ciertos periodistas y pol¨ªticos, se han erigido en s¨²bitos psic¨®logos sociales para justificar el linchamiento por el hartazgo nacional ante los cr¨ªmenes. Porque s¨ª, la gente en M¨¦xico es v¨ªctima habitual de todo tipo de atropellos contra su patrimonio y su integridad. Es verdad: en demasiadas familias se llora a muertos y desaparecidos, a v¨ªctimas de extorsiones, abusos y violaciones, de estafas y de hurtos. Por eso el perpetuo e hip¨®crita optimismo oficial, que, gobierno tras gobierno, asegura que la situaci¨®n ha mejorado aunque las estad¨ªsticas demuestren lo contrario, solo fortalece el escepticismo y la desesperanza.
Pero el desinhibido festejo por un linchamiento es otro paso m¨¢s al envilecimiento general. Las leyes y los sistemas judiciales existen para que los comportamientos delictivos puedan ser prevenidos o castigados de la forma m¨¢s proporcional y objetiva posible. Y si esos sistemas de prevenci¨®n y procuraci¨®n de justicia fracasan, lo imperioso es reformarlos a fondo, no ignorarlos. No hay tal cosa como la ¡°justicia por mano propia¡±. Las turbas enfurecidas no pueden suplir a las leyes.
Seg¨²n un informe reciente en la materia, presentado en 2019 por la CNDH y la UNAM, los linchamientos casi se triplicaron en el pa¨ªs con respecto al a?o 2017. Y en los cinco a?os previos a la fecha estudiada se cometieron en M¨¦xico m¨¢s linchamientos que en el cuarto de siglo anterior. El problema, pues, no solo es real sino que crece. Y festejarlo con humor y memes no lo resolver¨¢. Una sociedad de linchadores y solapadores nunca encontrar¨¢ el camino a la justicia.
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