Fideicomisos, ?orde?a o combate a la corrupci¨®n?
Las ventajas que ofrece un fideicomiso pueden ser subsanadas por una gesti¨®n p¨²blica eficiente y bien intencionada. ?La habr¨¢?
Como tantas otras cosas en este sexenio el debate de los fideicomisos termina siendo un asunto de fe: le crees a L¨®pez Obrador o no le crees. El Gobierno ha decidido liquidar m¨¢s de un centenar de este tipo de organismos; ?persigue el prop¨®sito de limpiar de corrupci¨®n y hacer m¨¢s eficiente el uso de los recursos como dice la 4T?, ?o de plano solo es un pretexto para echar mano a una bolsa de m¨¢s de 60.000 millones de pesos para tapar hoyos en las finanzas p¨²blicas?
Con 109 fideicomisos susceptibles de revisar y traer a colaci¨®n, existen argumentos para todas las causas; aquellos que ofrecen respaldo a la urgente necesidad de sanear tan podrido sector, como aquellos que constituyen un claro ejemplo de la tragedia que significar¨ªa eliminarlos. Una realidad virtuosa o viciosa seg¨²n a quien quiera uno escuchar.
Como es tan frecuente desde que L¨®pez Obrador lleg¨® al poder, todo se ha convertido en materia de un debate a pie de tumba; ambas partes tienen argumentos atendibles m¨¢s all¨¢ de las mutuas descalificaciones. Imposible sanear la conversaci¨®n p¨²blica si nos colocamos en el punto de partida, morir o matar, en la que pretenden enclaustrarnos los contendientes. El presidente ha dicho que quien se oponga a la liquidaci¨®n de los fideicomisos simple y llanamente est¨¢ defendiendo la corrupci¨®n, una posici¨®n que elimina cualquier posibilidad de razonar un tema de inter¨¦s p¨²blico tan importante como este. Pero la cerraz¨®n de la contraparte no se queda atr¨¢s; seg¨²n esta versi¨®n la eliminaci¨®n de esta figura jur¨ªdica y administrativa es un golpe a la yugular de la sociedad y una traici¨®n a las comunidades art¨ªstica, cient¨ªfica, educativa y asistencial a las que el Gobierno abandona.
Tengo la impresi¨®n de que en este embate del Gobierno a los fideicomisos est¨¢n presentes las dos motivaciones: sanear un sector plagado de malas pr¨¢cticas y al mismo tiempo hacerse de recursos para apuntalar otros proyectos de la 4T que peligran por la crisis. El presidente mismo ha reconocido que constituye un crimen mantener estos fondos en desuso o mal aprovechados cuando hay campesinos y trabajadores desprotegidos; una declaraci¨®n que corrobora el hecho de que parte de ellos ser¨¢n canalizados a otros fines y confirma el temor de muchos de los beneficiarios actuales. Pero tambi¨¦n hay que reconocer que cinco meses antes de tomar posesi¨®n, el presidente ya hab¨ªa incluido entre sus cien compromisos la promesa de eliminar los fideicomisos, motivado por su deseo de combatir la corrupci¨®n y cuando no se preve¨ªa la crisis de recursos que hoy experimentamos en buena parte atribuible a la pandemia.
Ahora bien, incluso si asumimos que la supresi¨®n de fideicomisos obedece a la preocupaci¨®n legitima de combatir la corrupci¨®n, me parece que con este tema pasa algo similar a lo que sucedi¨® con el huachicol o la adquisici¨®n de medicinas. En ambos casos se trat¨® de iniciativas respetables que buscaban sanear un tumor enquistado. Era absurdo seguir ignorando el robo de 80.000 barriles diarios o el mercado corrompido de medicinas por tres empresas que carec¨ªan, por decreto, de competidores extranjeros. Pero la precipitaci¨®n, la falta de sensibilidad y el excesivo optimismo en la intervenci¨®n provocaron lamentables da?os colaterales. Irritaci¨®n y afectaciones econ¨®micas en el caso de la repentina escasez de combustibles y tragedias humanas en el de la desaparici¨®n de medicinas. Como si el simple buen deseo o el imperativo moral que gu¨ªa la intenci¨®n de cambio exima a la autoridad de las consecuencias que sus actos generan. Y en efecto, la intenci¨®n es correcta y eso lleva a L¨®pez Obrador a decir que su conciencia est¨¢ tranquila; la pregunta es si las cosas pudieron hacerse de una manera m¨¢s cuidadosa para con los posibles afectados y evitar la muerte de ni?os por la falta de medicinas, por ejemplo.
Algo similar podr¨ªa estar pasando con los fideicomisos. Golpear primero y posteriormente intentar subsanar los da?os colaterales, sin haber aquilatado cabalmente cu¨¢les ser¨ªan y c¨®mo podr¨ªan haber sido evitados. El presidente habla de los fideicomisos como si todos ellos estuvieran contaminados por las malas pr¨¢cticas e, independientemente de ello, afirma que se trata de una figura indeseable por su opacidad y el costo en comisiones y aparato administrativo. Y no obstante, varios miembros del gabinete, entre ellos el secretario de Hacienda, han respondido a las cr¨ªticas argumentando que los cient¨ªficos, los artistas o las v¨ªctimas de desastres van a seguir gozando de los recursos que antes recib¨ªan. El problema es que pocos lo creen.
En un mundo perfecto el presidente tendr¨ªa raz¨®n. Se trata de recursos p¨²blicos que perfectamente podr¨ªan ser ejercidos por la Administraci¨®n sin necesidad de recurrir a una estructura paralela y que por su autonom¨ªa es m¨¢s opaca. Las ventajas que ofrece un fideicomiso (certeza al mediano plazo y facilitador para que terceros apoyen en sus objetivos, entre otras) pueden ser subsanadas por una gesti¨®n p¨²blica eficiente y bien intencionada. ?La habr¨¢?
La desaparici¨®n de 109 fideicomisos arrojar¨¢ un saldo de positivos y negativos. En efecto, algunos eran fuente de corrupci¨®n, otros hab¨ªan perdido su raz¨®n de ser; pero hay tambi¨¦n algunos cuya eliminaci¨®n da paso a enormes preocupaciones frente a las actividades vitales que podr¨ªan quedar descobijadas. M¨¢s all¨¢ de seguir satanizando indiscriminadamente a la 4T y esgrimiendo esta acci¨®n como una muestra de la presunta perversidad de sus modos y prop¨®sitos, los actores afectados y la opini¨®n p¨²blica en general tendr¨ªa que estar atenta a la revisi¨®n de caso por caso que la autoridad ha prometido.
Habr¨ªa sido deseable que el Gobierno hubiera hecho una propuesta previa sobre los recursos que se destinar¨¢n a otros fines y los que seguir¨¢n siendo destinados a sus prop¨®sitos originales, aun cuando ahora se haga por otras v¨ªas. Es evidente que esa tarea a¨²n no ha sido hecha. Ser¨ªa muy conveniente la participaci¨®n de todos en el monitoreo y la cr¨ªtica que acompa?e este ejercicio y no dejar solo al Gobierno en algo que, es evidente, nos ata?e a todos. Pero eso requiere despolitizar el caso, dejar atr¨¢s la descalificaci¨®n destinada a las redes sociales y comenzar a hacer la cr¨ªtica honesta y aguda sobre lo que merece sobrevivir de un sector que, ciertamente, padece vicios pero tambi¨¦n virtudes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.