Como anillo al cuello
En 2020 el desconocimiento sobre los alcances del bicho, el p¨¢nico de la opini¨®n p¨²blica y el oportunismo de los pol¨ªticos condujeron a decisiones y actitudes m¨¢s cuestionables que admirables
Alguien ha se?alado, con cierta raz¨®n, que si la covid-19 no hubiera surgido en China, pa¨ªs con un r¨¦gimen y una cultura propicios para la imposici¨®n de una disciplina f¨¦rrea para combatir exitosamente la epidemia, los pol¨ªticos occidentales no se habr¨ªan sentido obligados a decretar la clausura casi total de sus econom¨ªas. En los escenarios contemplados en planes de contingencia de gobiernos y organizaciones internacionales previos a la covid-19, la respuesta a una pandemia frente a un virus repentino se centraba en el aislamiento de brotes de contagio y la protecci¨®n puntual de los grupos vulnerables. En estos planes de emergencia no se consideraba la radical par¨¢lisis productiva que se adopt¨® y condujo a la depresi¨®n econ¨®mica autoinfligida. Una medicina considerablemente m¨¢s da?ina que la enfermedad misma. Pero los pol¨ªticos suelen actuar no tanto en funci¨®n de las necesidades, y mucho menos en las de mediano y largo plazo, sino de los niveles de popularidad inmediatos que determinan su supervivencia. Los mandatarios de Europa asumieron que la opini¨®n p¨²blica de sus pa¨ªses los acribillar¨ªa si no actuaban con la misma prestancia y produc¨ªan los mismos efectos que su contraparte asi¨¢tica.
En buena medida estaban equivocados. La prueba es que ante esta segunda ola de pandemias, que es tanto o m¨¢s severa que la anterior, los gobiernos ya no se atreven a decretar el confinamiento absoluto como lo hicieron en la primavera. A estas alturas la gente tiene m¨¢s miedo a la miseria y a los apremios econ¨®micos que al peligro de una enfermedad que, despu¨¦s de todo, termina por afectar a sectores sociales espec¨ªficos pero escasamente a los grupos mayoritarios (la tasa de mortalidad generada por la covid en la poblaci¨®n entre 18 y 35 a?os, por ejemplo, no es mayor a la que provoca el uso del autom¨®vil o las drogas).
Tampoco habr¨ªa que cargarle la mano a los pol¨ªticos; son lo que son, reflejo de las limitaciones, esperanzas y autoenga?os que los seres humanos ponemos en marcha para plantarle cara a la vida cotidiana. Y tampoco es que la humanidad sea un instrumento ciego de los ¡°p¨¦rfidos¡± pol¨ªticos; hombres y mujeres de a pie somos autosuficientes para dedicarnos a la implacable tarea de da?ar a sabiendas nuestro propio cuerpo y mente, por no hablar del planeta en que vivimos.
El surgimiento de un nuevo germen mort¨ªfero parecer¨ªa una circunstancia an¨®mala y extraordinaria en nuestras vidas, pero no deja de ser un hecho recurrente en la historia de la humanidad. Las epidemias han sido una compa?¨ªa constante a lo largo de los siglos, y muchas de ellas han sido m¨¢s mort¨ªferas que la actual. Lo que s¨ª fue absolutamente extraordinario es la respuesta, estridente y neur¨®tica con la que enfrentamos la crisis de salud y terminamos expandi¨¦ndola y convirti¨¦ndola en una crisis generalizada.
En lo material tardaremos algunos a?os en recuperar el nivel de producci¨®n y el nivel de vida que, mal que bien, ten¨ªamos en 2019. Pero de alguna manera lo material se subsana y a la postre quiz¨¢ eso sea lo menos relevante, al menos para el conjunto de la sociedad (aun cuando algunos de sus miembros, sectores espec¨ªficos y regiones quiz¨¢ nunca m¨¢s se recuperen del todo). Sin embargo las secuelas emocionales, espirituales y culturales ser¨¢n mucho m¨¢s trascendentes aun cuando puedan parecer intangibles. Solo podemos imaginar, por ejemplo, el efecto que un a?o de aislamiento puede provocar en una generaci¨®n de infantes privados de la socializaci¨®n y la convivencia que les ofrece la escuela o el juego con otros ni?os. O el terror inducido por parte de los padres en tantos menores de edad para evitar el riesgo de un contagio incluso entre familiares. ?Cu¨¢nto tiempo tardaremos para volver a saludarnos, abrazarnos o besarnos como en el pasado? O quiz¨¢ simplemente eso haya cambiado para siempre, a juzgar por la mirada cr¨ªtica con la que vemos series y pel¨ªculas en las que quisi¨¦ramos decirle a los protagonistas: ¡°Est¨¢s demasiado cerca, mant¨¦n tu sana distancia¡±.
Muchas de las actitudes y h¨¢bitos desarrollados durante el confinamiento se han convertido en una segunda naturaleza y probablemente se quedar¨¢n en el ambiente aun cuando en una versi¨®n menos radical. El consumo en l¨ªnea, algunas modalidades de trabajo en casa, la aversi¨®n al transporte p¨²blico masivo (los niveles de tr¨¢fico postpand¨¦mico en algunas ciudades aumentaron como resultado de la b¨²squeda de opciones de movilidad privada). Y las relaciones comerciales internacionales o la industria de la salud experimentar¨¢n cambios inevitablemente.
Los psic¨®logos suelen decir que las crisis son oportunidades para crecer, sacudidas para abandonar patrones de conducta da?inos, partos para volver a nacer. Pero una crisis mal llevada puede hundir a su v¨ªctima y las decisiones mal tomadas en momentos cr¨ªticos pueden tener impactos nocivos duraderos. Las crisis pueden sacar lo mejor, pero tambi¨¦n lo peor de los individuos o de las sociedades. Hasta ahora el balance de la pandemia y su secuela no arrojan un resultado particularmente favorable de la respuesta de gobiernos, sociedades e individuos. Hay m¨¢s mezquindades y ego¨ªsmos a la vista que solidaridades o b¨²squeda del bien com¨²n, a pesar del hero¨ªsmo evidente del personal de salud o los esfuerzos mundiales para conseguir una vacuna en tiempo r¨¦cord.
En 2020 el desconocimiento sobre los alcances del bicho, el p¨¢nico de la opini¨®n p¨²blica, el oportunismo de los pol¨ªticos condujo a decisiones y actitudes m¨¢s cuestionables que admirables. 2021, a?o de la recuperaci¨®n, ser¨¢ una prueba. Ojal¨¢ lo hagamos mejor.
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