El presidente que le¨ªa peri¨®dicos
Para L¨®pez Obrador, la confrontaci¨®n diaria con la prensa es la madre de todas las batallas
Alguna vez le¨ª una declaraci¨®n de Nelson Mandela seg¨²n la cual pasaba casi dos horas leyendo los diarios, antes de hacer cualquier otra cosa. No es que no confiara en los res¨²menes de prensa o en el reporte de sus colaboradores, simplemente afirmaba que el viejo h¨¢bito de tantos a?os no hab¨ªa cambiado al llegar a la presidencia. Recuerdo haber pensado dos cosas: una, que el mandatario sudafricano habr¨ªa necesitado un curso de lectura r¨¢pida, y dos, la enorme responsabilidad que esa auscultaci¨®n entra?aba para los periodistas de su pa¨ªs. No s¨¦ cuanto tiempo le dedica Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador a revisar los diarios, pero a juzgar por sus comentarios puntuales en casi cada ma?anera, est¨¢ claro que tambi¨¦n constituye una rutina cotidiana.
De entrada, me parece que esa es una buena noticia para los editores, reporteros, moneros y columnistas de la prensa nacional. No hay nada m¨¢s frustrante para un profesional de la informaci¨®n que ser ignorado por el poder, tr¨¢tese de halagos o de cr¨ªticas. En teor¨ªa se supone que el periodismo se ejerce de cara a la comunidad, o por lo menos eso es lo que se ense?a en las escuelas y en los manuales del gremio. Pero la verdad es que desde que existe este oficio, gran parte de la tarea de los periodistas va dirigida a los protagonistas del poder, para bien o para mal, y ninguno m¨¢s relevante que el soberano en turno.
As¨ª que, sin duda, debe haber sido muy halagador para el editor de un diario o el redactor de una columna de aquel pa¨ªs saber que al d¨ªa siguiente su texto ser¨ªa le¨ªdo por Mandela, se estuviera o no de acuerdo con ¨¦l. No s¨¦ si sea igualmente halagador para un columnista mexicano porque la atenci¨®n presidencial en muchas ocasiones culmina con un adjetivo descalificativo.
Entre otras diferencias, Mandela no asist¨ªa a una ma?anera inmediatamente despu¨¦s de su revisi¨®n de prensa, con lo cual las opiniones que le merecieran los titulares no trascend¨ªan al p¨²blico, o al menos no antes de ser revisados con sus colaboradores, cuando el caso lo ameritaba.
El bote pronto de nuestro presidente en materia de contenidos period¨ªsticos es un hecho inusitado en las relaciones entre prensa y poder en nuestro pa¨ªs. Y no es que a presidentes anteriores les diera lo mismo lo que se difund¨ªa, por el contrario, en cierta manera la reacci¨®n era mucho m¨¢s contundente bajo la l¨®gica, a veces en versi¨®n sutil o a veces brutal, del viejo dilema ¡°plata o plomo¡±. Se gastaban cantidades ingentes para asegurar una cobertura favorable para el soberano y, en el otro extremo, tampoco se ahorraban molestias para suprimir a quienes lastimaban su imagen. M¨¦xico es todav¨ªa el pa¨ªs de mayor riesgo para ejercer el periodismo en el hemisferio occidental.
Lo que no exist¨ªa era la ¡°curadur¨ªa¡± pr¨¢cticamente diaria que el mandatario comparte con el p¨²blico. Para sus adversarios esta reacci¨®n inmediata, en ocasiones verbalmente muy agresiva, es una muestra de ¡°mecha corta¡± y de intolerancia. Y salvo los seguidores incondicionales, tiros y troyanos nos hemos preguntado en m¨¢s de una ocasi¨®n si esta guerra en contra de sus detractores realmente le beneficia. Desde luego es algo que crispa a la opini¨®n p¨²blica y polariza el ambiente pol¨ªtico y social.
Con el tiempo he llegado a la conclusi¨®n que no se trata de un rasgo de car¨¢cter o un impulso ¡°que le gana al presidente¡±, sino de una estrategia. En realidad L¨®pez Obrador est¨¢ muy lejos de ser una persona de mecha corta, no es alguien que se deja llevar por la impaciencia o el enojo. Se necesita atole en las venas para enfrentar, por ejemplo, cientos de ma?aneras y miles de preguntas, muchas de ellas ret¨®ricas, repetitivas, desinformadas y ocasionalmente de mala leche, sin reprender, apurar o levantar la voz.
No se trata pues de exabruptos, sino de una estrategia calculada. Para L¨®pez Obrador la confrontaci¨®n diaria con la prensa es la madre de todas las batallas. A diferencia de presidentes anteriores, insiste una y otra vez, los medios de comunicaci¨®n le son adversos y eso significa que distorsionan, exageran, manipulan y enga?an con la informaci¨®n para perjudicar a su Gobierno. En su l¨®gica la 4T est¨¢ intentando un cambio de fondo que afecta los intereses de muchos privilegiados entre los que se encuentran los due?os de los medios y la ¨¦lite de los comunicadores. Por extensi¨®n, toda cr¨ªtica a su Gobierno, sustentada o no, conlleva una intenci¨®n aviesa que exige ser aclarada y respondida para evitar que se manipule a la opini¨®n p¨²blica (o pueblo, dicho en sus t¨¦rminos).
No s¨¦ si Mandela le¨ªa la prensa para estar informado; ciertamente no es el caso de L¨®pez Obrador. ?l la analiza como el parte diario de guerra. La revisi¨®n inmediata del estado de la muralla tras recibir la metralla del adversario; una confrontaci¨®n en la cual las municiones son las apreciaciones e informaciones publicadas sobre su Gobierno, y la muralla es la imagen que los ciudadanos tengan de su presidente. ¡°El apoyo del pueblo es lo que verdaderamente importa¡±, ha dicho una y otra vez. Y la clave para mantenerlo, est¨¢ convencido, es salir al paso de todo lo que pueda minarlo.
A juzgar por sus niveles de aprobaci¨®n, hasta ahora el presidente ha conseguido mantener su narrativa por encima de la de sus opositores. No es poca cosa, aunque alguien podr¨ªa decir que solo es cuesti¨®n de tiempo para que la narrativa se desempate con respecto a la realidad que viven los ciudadanos. Quiz¨¢, responder¨ªan los lopezobradoristas, pero impedir que se destruya la esperanza es una manera de ganar tiempo, hasta que los cambios impulsados impacten al pueblo y legitimen la 4T. El tiempo lo dir¨¢, pero ese es otro tema.
Por lo pronto, el presidente mantendr¨¢ el pulso diario con la prensa respecto a las versiones que difunden de su Gobierno. Y aunque no sin riesgos, por la polarizaci¨®n reinante, lo cierto es que los periodistas, particularmente los cuestionados reiteradamente por L¨®pez Obrador, nunca hab¨ªan sido tan importantes como ahora. Para bien o para mal, para preocupaci¨®n o para la soberbia de medios y comunicadores, es un sexenio de un protagonismos como nunca antes.
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