Educaci¨®n superior en Am¨¦rica Latina: ?se acab¨® la fiesta?
La factura que deja la pandemia en t¨¦rminos de deserci¨®n, p¨¦rdidas de aprendizaje y costos socioemocionales se a?ade a un modelo que desde hace a?os debe cambiar de forma irreversible
Si los Gobiernos, rectores, estudiantes, padres de familia, empleadores y, en general, la sociedad, quieren que la educaci¨®n superior que reciben los j¨®venes latinoamericanos siga siendo una v¨ªa para mejorar sus trayectorias personales y profesionales y para que los pa¨ªses crezcan de manera productiva y sostenible, van a tener que mover el paradigma. Y no se trata solamente de los saldos que deje la pandemia en t¨¦rminos de deserci¨®n, p¨¦rdidas de aprendizaje, costos socioemocionales y contracci¨®n econ¨®mica y del empleo, sino tambi¨¦n, y m¨¢s relevante, porque desde hace unos a?os el modelo tradicional de provisi¨®n de estudios superiores ha venido cambiando de manera irreversible. Por tanto, todos los actores involucrados en este campo tendr¨¢n que afrontar los retos que la crisis sanitaria y econ¨®mica presenta, ser mucho m¨¢s creativos para inventar el nuevo paradigma y acelerar, en su caso, la transici¨®n hacia lo que demandar¨¢n las pr¨®ximas d¨¦cadas. Veamos.
Por ejemplo ?hay espacio para que siga creciendo la matr¨ªcula universitaria? Muy poco. Hasta antes de la pandemia, la tasa bruta promedio de matr¨ªcula en Am¨¦rica Latina y el Caribe (ALC) alcanzaba ya casi el 52% de los j¨®venes en la edad t¨ªpica; ahora, los crecimientos futuros ser¨¢n probablemente marginales y si acaso compensar¨¢n el abandono derivado de la crisis sanitaria. En las actuales condiciones econ¨®micas y calculando conservadoramente la tasa de crecimiento de esa matr¨ªcula en 1% anual, podr¨ªa tomarle al menos dos d¨¦cadas a la regi¨®n alcanzar el promedio actual de los pa¨ªses de la OCDE que es de 75,6%. ?Es una mala noticia? No necesariamente: si se interpretan bien las se?ales, permitir¨¢ liberar espacios y recursos para poner ahora un mayor acento en la formaci¨®n del posgrado, la investigaci¨®n aplicada y la producci¨®n y transferencia de conocimiento de alta calidad.
Ahora bien, en segundo lugar, ?la universidad asegura las probabilidades de ¨¦xito para los egresados? No. El tiempo en el cual la mera posesi¨®n de un grado o t¨ªtulo era el pasaporte para todo lo dem¨¢s, se acab¨®. Por un lado, la tasa de retorno que ofrezca depender¨¢ de la especialidad cursada, la calidad y reputaci¨®n de la instituci¨®n educativa y desde luego el desempe?o, talento y capacidad del egresado. Pero, por otro, ser¨¢ decisivo el grado de absorci¨®n de este capital humano que muestren las econom¨ªas nacionales, el cual estar¨¢ sujeto a sus niveles de productividad, innovaci¨®n y diversificaci¨®n. En este punto, la regi¨®n tiene enormes desaf¨ªos. El ¨ªndice Global Leaders in Innovation de la Organizaci¨®n Mundial de Propiedad Intelectual, que clasifica 129 pa¨ªses y econom¨ªas en 80 indicadores relacionados, reporta que en 2019 se presentaron 18,9 millones de solicitudes de patentes, registro de marcas y dise?os industriales. De ellos, Asia represent¨® el 66,8%; Am¨¦rica Latina, en cambio, supuso ¨²nicamente el 1,7%. Y el Bloomberg Innovation Index 2021 arroj¨® una fotograf¨ªa similar: entre las 60 econom¨ªas m¨¢s innovadoras del planeta, de la regi¨®n solo aparecen Brasil, Argentina y Chile en las posiciones 46, 51 y 54, respectivamente.
En tercer t¨¦rmino, aunque no hay datos agregados sobre empleabilidad de los egresados universitarios para el conjunto de la regi¨®n, un informe de la OEI (2019) mostr¨® que el desempleo juvenil en Am¨¦rica Latina era ya de 19,8%, y en algunos pa¨ªses en particular, como M¨¦xico, la desocupaci¨®n desagregada por nivel de instrucci¨®n llega al 30% en el caso de quienes tienen educaci¨®n superior. Las razones son varias, desde luego. Unos suponen que hay un exceso de oferta de egresados y una alta concentraci¨®n en ¨¢reas tradicionales del conocimiento (55% est¨¢n en ciencias sociales, humanidades y administraci¨®n, contra 25% en la zona OCDE) que el mercado laboral no puede absorber; otros plantean que hay brechas de calidad que dificultan contratarlos, y algunos m¨¢s lo atribuyen a la baja productividad de las econom¨ªas nacionales. Lo m¨¢s probable es que sea una combinaci¨®n de todas esas causas a las que ahora hay que a?adir, por un lado, la contracci¨®n econ¨®mica asociada a la covid-19, y, por otro, que la recuperaci¨®n del empleo, si la hay, se dar¨¢ m¨¢s r¨¢pidamente entre el personal no universitario.
En cuarto lugar, muchos de los egresados entran al mercado laboral con brechas importantes de habilidades y competencias que las empresas deben subsanar. Por ejemplo, siete de cada 10 de empresas (seg¨²n OCDE, World Economic Forum y Manpower) identifica falta de personal calificado como una ¡°restricci¨®n significativa¡± y 75% de las empresas consultadas para otro reporte reciente de la OEI (2020) dijo que ten¨ªan que instrumentar programas de re-skilling o up-skilling que son complejos y costosos. Y finalmente, las universidades de la regi¨®n contin¨²an exhibiendo d¨¦ficits de calidad que les restan competitividad a nivel global. En el ranking del Times Higher Education 2021, que eval¨²a 1.500 universidades de 93 pa¨ªses, no hay una sola instituci¨®n latinoamericana entre las primeras 200; en cambio, hay 16 asi¨¢ticas entre las 100 mejores del mundo.
Frente a ese panorama, es muy orientador lo que dicen los empleadores porque ofrece pistas del tejido laboral en el que se tienen que mover los egresados. Por ejemplo, en una encuesta aplicada en 2020, 33 empresas multinacionales de capital iberoamericano declararon que los perfiles m¨¢s dif¨ªciles de encontrar son ingenieros en sistemas, tecnolog¨ªas digitales, analistas de datos, programadores, especialistas en ciberseguridad y en transformaci¨®n digital; en cambio, los m¨¢s f¨¢ciles son los administrativos, financieros, comerciales y legales. Y otro estudio de la OCDE se?al¨® que ocho de cada 10 nuevos empleos se ubican en ¨¢reas como tecn¨®logos manufactureros, expertos en TIC¡¯s, finanzas, desarrollo urbano, big data, salud, biotecnolog¨ªa, rob¨®tica y servicios. Este abanico de opciones constituye, claramente, una robusta ¨¢rea de oportunidad.
En suma, la crisis sanitaria y econ¨®mica no ha hecho sino confirmar la mutaci¨®n de un modelo que ha entrado en una etapa de rendimientos decrecientes, y si las instituciones de educaci¨®n superior quieren sobrevivir en un siglo XXI incierto y desafiante deber¨¢n promover cambios estructurales y sist¨¦micos profundos para insertarse y competir en la sociedad futura, que ser¨¢ una sociedad del conocimiento cuyos trabajadores y profesionales ser¨¢n la fuerza dominante en el universo laboral.
La educaci¨®n del ma?ana tender¨¢ a dar mayor flexibilidad y atenci¨®n a las caracter¨ªsticas personales del alumno; a desarrollar las inteligencias m¨²ltiples de cada uno; fomentar¨¢ las habilidades para trabajar en equipo y comunicarse en ambientes laborales crecientemente tecnificados; formar¨¢ destrezas m¨¢s o menos bien desarrolladas y un grado importante de iniciativa y creatividad personales. Ser¨¢ una educaci¨®n multicultural, adquirida a toda hora y en cualquier lugar, dentro o fuera de las aulas, de manera presencial y a distancia, y a la medida de las particularidades e intereses del individuo.
Probablemente las carreras universitarias ser¨¢n menos especializadas y m¨¢s bien van a combinar contenidos de diferentes disciplinas curriculares para acomodarse a necesidades sociales y productivas m¨¢s flexibles y complejas o a la soluci¨®n de problemas multidisciplinarios como el medio ambiente, el agua, el funcionamiento de las ciudades, la energ¨ªa y las ciencias de la vida. Los grados escolares convencionales ser¨¢n meras referencias formales, pues la gente cambiar¨¢ de ¨¢rea de conocimiento y de trabajo varias veces durante su vida ¨²til y requerir¨¢, por lo tanto, aprender a lo largo de toda ella.
?Est¨¢n preparados nuestros sistemas de educaci¨®n superior para hacer frente exitosamente a esta panoplia de desaf¨ªos? Lo veremos, pero por lo pronto la disyuntiva no es entre vieja o nueva normalidad, sino entre continuar con la inercia de una educaci¨®n deficiente o avanzar hacia otra que aporte confianza y certidumbre en el poder de la educaci¨®n como instrumento de transformaci¨®n.
Otto Granados es presidente del Consejo Asesor de la OEI, exsecretario de Educaci¨®n de M¨¦xico y coordinador del libro La educaci¨®n del ma?ana: ?inercia o transformaci¨®n?, publicado recientemente por la OEI.
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