La restauraci¨®n del Estado faccioso
?Qu¨¦ hace el presidente de M¨¦xico actuando como el l¨ªder de una pandilla, metido hasta las orejas en el lodo de la lucha electoral?
El actual Gobierno mexicano ha decidido no comportarse como el equipo que dirige provisionalmente un Estado (es decir, que manda hasta que los electores digan otra cosa), sino como una facci¨®n pol¨ªtica destinada a ejercer el poder a fondo y para siempre, cosa que es muy distinta. ?Qu¨¦ hace el presidente actuando como el l¨ªder de una pandilla, metido hasta las orejas en el lodo de la lucha electoral, embistiendo cada ma?ana contra la independencia de las autoridades electorales y judiciales? ?Qu¨¦ hacen las cuentas oficiales de Secretar¨ªas y dependencias golpeteando a la oposici¨®n, o a quien sea que ose alzar la voz para criticar sus errores y fracasos? ?C¨®mo es que el uso electorero de la vacunaci¨®n y la incesante promoci¨®n de la imagen del mandatario y su partido se consideran normales y convenientes? ?En qu¨¦ momento acab¨® el Estado mexicano por ser la Iglesia del culto a la personalidad de quien lo dirige? ?Y de d¨®nde salieron tant¨ªsimos paleros dispuestos a jurar que todas esas barbaridades no solo son aceptables, sino que el pueblo estaba ansi¨¢ndolas?
Esto ya ha sucedido en la historia del pa¨ªs y el antecedente es funesto. Porque de esa forma, en su propio contexto y ¨¦poca, oper¨® el PRI. El r¨¦gimen surgido de la Revoluci¨®n mexicana dio forma a un partido de Estado que usurp¨® todos y cada uno de los cargos p¨²blicos en todos los niveles, que se apropi¨® para sus fines de los s¨ªmbolos nacionales y jug¨® por a?os con unas reglas a modo para que su orden de cosas se perpetuara. El PRI no compet¨ªa electoralmente: arrasaba. Y la autoridad electoral que sancionaba esa farsa era el propio gobierno. El Estado mexicano, en tiempos del priismo, no gobernaba para todos, sino que se limitaba a operar la voluntad del partido. El que quer¨ªa sobrevivir en ese un¨¢nime basural ten¨ªa que acoplarse y acomodarse¡ o resignarse a la irrelevancia y la marginalidad. O largarse del pa¨ªs, claro, como ha establecido siempre la frase burlona de los dizque patriotas de estas tierras (¡°?No te gusta el cochinero? Pues vete a otro lado¡±).
Ese sistema ¡°funcion¨®¡±, si es que mantener el poder equivale a ¡°funcionar¡±, por un buen tiempo. Pero la miseria y la mediocridad en que hundieron al pa¨ªs su econom¨ªa centralizada, su capitalismo de cuates y su nacionalismo de laminita de papeler¨ªa agrietaron el modelo hasta que se cay¨® a pedazos. Porque muchos sectores pugnaron por salir de la tutela de aquel Estado faccioso: el sindicalismo independiente, los movimientos sociales, ciertos empresarios, parte de la intelectualidad y la academia. Todos ellos pagaron su cuota de sangre, descr¨¦dito y represi¨®n, por supuesto. Los paleros de entonces los llamaron ¡°vendidos¡±, ¡°antipatria¡±, ¡°enemigos del pueblo¡±, etc¨¦tera. Nada que no hagan sus colegas de hoy.
El PRI, de mala gana y arrinconado por las presiones, fue reconociendo las victorias de su oposici¨®n y acab¨® por aceptar que se constituyera una autoridad electoral aut¨®noma e independiente del poder pol¨ªtico, que se evitara el uso clientelar de los programas sociales, que se limitara la promoci¨®n de la imagen presidencial, etc¨¦tera. La competencia democr¨¢tica se hizo posible y eso llev¨®, claro, a que el PRI perdiera el poder, aunque en vez de nacionalismo de cart¨®n y econom¨ªa centralizada se hubiera pasado ya a esa parodia de econom¨ªa de mercado que es el neoliberalismo mexicano¡ Porque el capitalismo de cuates (el del sobrecito, el contrato sin licitar, el del favor pagado) nunca se fue: ni con los gobiernos panistas de la ¡°alternancia¡±, ni con el ¡°nuevo PRI¡± de Pe?a Nieto, ni con la actual administraci¨®n.
Ese poder omn¨ªmodo y ciego, que no acepta contrapesos y en que no se puede existir fuera del presupuesto y la planeaci¨®n central, es el que quiere restaurar hoy Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. Un Gobierno que si no gana, arrebata, que no trabaja para todos, sino para sus intereses y conveniencia, y en el que la imagen y la palabra del presidente son ley. Un Gobierno de porros, paleros y besamanos. El problema es que esa historia ya la vimos y sabemos que termina muy mal. ?O vamos a echar a la basura otro siglo para darnos cuenta?
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