Ebrard, el t¨ªtere
El controvertido pol¨ªtico parece destaparse como presidenciable. Pero no, no se trata de ¨¦l
Encandilado por Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, cegado por su propio ego, el secretario de Relaciones Exteriores le ha dado vuelo a su imaginaci¨®n: cree que puede ser presidente. Lo cree porque el presidente se lo dijo: lo puso en la lista de los seis ungidos.
As¨ª, en el epicentro del engreimiento, la ceguera o ambos, Marcelo Ebrard ha sucumbido a pensar que puede, por segunda vez, darle carpetazo a algo que a todas luces es evidente: el hecho de que fue ¨¦l, su corrupci¨®n o su incompetencia, la que hizo que la L¨ªnea 12 del metro de Ciudad de M¨¦xico colapsara. En el expediente de Ebrard hay una gran sombra.
Pero la desverg¨¹enza genera descaro y el descaro, ingenuidad. Y en esa profunda ingenuidad, Marcelo Ebrard no se da cuenta de que su presencia en la lista de presidenciables solo tiene por meta volverlo un t¨ªtere. Su transformaci¨®n tiene tres ¨¢ngulos.
El primero es poner a Claudia Sheinbaum en ventaja. Hacerla brillar como alguien competente y honesta que desenmascar¨® la corrupci¨®n de la L¨ªnea 12. Ebrard est¨¢ all¨ª para modular las expectativas. Junto a ¨¦l, cualquier otro candidato parece aceptable. Su destape es el antecedente del ascenso de Sheinbaum. ?l es t¨ªtere de un concurso que todos saben qui¨¦n va a ganar.
El segundo es desviar la atenci¨®n. L¨®pez Obrador quiere dejar de gobernar. Quiere que hablemos de los presidenciables y no del presidente. Se siente m¨¢s c¨®modo en campa?a que en la silla presidencial. Experto en crear cortinas de humo, el Gobierno mexicano quiere que comencemos a discutir 2024, como si 2021 no fuera una tragedia humana de muerte y pobreza.
El tercero es mandar un mensaje claro de qu¨¦ es aceptable y qu¨¦ no en el obradorismo. En el obradorismo es aceptable hacer obra p¨²blica que eventulamente colapsa, pero no es aceptable hacer disidencia dentro del partido. Esa es la diferencia entre Ebrard y Monreal.
Ebrard estuvo a cargo de la construcci¨®n de la L¨ªnea 12 que colaps¨® hace unos meses. Ricardo Monreal pec¨® de hacer que Dolores Padierna perdiera la elecci¨®n de la delegaci¨®n Cuauht¨¦moc en Ciudad de M¨¦xico. Para L¨®pez Obrador lo primero se perdona, lo segundo no. Por eso la principal caracter¨ªstica de los ungidos y de su t¨ªtere, Ebrard, es una: su lealtad. Y la de los que se quedaron fuera, su ambici¨®n.
Esta visi¨®n recuerda lo peor de la vieja pol¨ªtica mexicana: la lealtad por encima de la ¨¦tica. Misma pol¨ªtica que ahora abandera el presidente de M¨¦xico. En esta visi¨®n maniquea, hip¨®crita y corrupta, Monreal es culpable de la ca¨ªda de Morena en Ciudad de M¨¦xico, y no Ebrard. Se culpa al operador del voto y no al evento que abri¨® las conciencias. El obradorismo no cree que la pol¨ªtica p¨²blica cambie votos. En su visi¨®n solo la movilizaci¨®n lo hace. Cortinas de humo.
Y al centro de esta cortina de humo est¨¢ Ebrard. Representando no solo la desverg¨¹enza sino tambi¨¦n uno de los errores m¨¢s profundos del obradorismo: su aislamiento. Alejado de la cr¨ªtica, allegado del halago y desamparado de sentido com¨²n, Ebrard piensa que realmente est¨¢ siendo tomado en cuenta. Que llegado el tiempo, dijo, estar¨¢ preparado para competir por la presidencia.
No es as¨ª. La L¨ªnea 12 del metro de Ciudad de M¨¦xico transportaba miles de personas que depositaron su confianza en manos de un Gobierno de izquierda. Los traicion¨®. La avaricia, la ineptitud o ambas, convirtieron a Ebrard en un traidor.
Todos los d¨ªas miles de personas lo saben o lo reviven en su camino al trabajo.
De no ser por la llegada de L¨®pez Obrador al poder, Marcelo Ebrard seguir¨ªa exiliado en Francia, temeroso de ser sancionado penal o administrativamente por su manejo de la L¨ªnea 12. En cambio, se pasea por las conferencias del presidente, siendo su ¨²nica virtud tener un m¨ªnimo de capacidad operativa. Un m¨ªnimo que es superior al de muchas otras personas dentro del gabinete. Tuerto en tierra de ciegos.
Es tiempo de una nueva pol¨ªtica. Ha sido tiempo desde hace mucho.
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