Castilnovo
El invaluable castillo de Segovia deber¨ªa quedar en manos de un mexicano: alberga una de las colecciones m¨¢s dignas e importantes de charrer¨ªa fuera de M¨¦xico
Lamento informar que no cuento con quince millones de euros para comprar Castilnovo, una suerte de espejismo ins¨®lito en medio de una hondonada del paisaje por dem¨¢s plano de la provincia de Segovia. En realidad, dicta la geograf¨ªa que Castilnovo se encuentra en una depresi¨®n del valle del r¨ªo San Juan entre Valdesaz, cerca de Sep¨²lveda. Es un castillo de la ¨¦poca de los califatos, incluso atribuyen su construcci¨®n a la era de Abderraman en el siglo VIII y consta que siglos despu¨¦s por all¨ª durmieron Fernando de Arag¨®n y Leonor de Albuquerque, Fernando el Cat¨®lico e incluso, Juana llamada La Loca.
En 1527 el rey Carlos I mand¨® encarcelar en Castilnovo a los llamados Delfines, hijos del rey Francisco I de Francia y as¨ª, sumemos otros siglos de silencios, fantasmas y reverencias como para antojar o tentar a la loter¨ªa de cualquier azar y comprar un castillo que parece espejismo en medio de la depresi¨®n de un paisaje. Nunca mejor dicho.
Agreguemos a las hect¨¢reas de solaz los tesoros que contiene y quiz¨¢ se comprenda por qu¨¦ ser¨ªa ideal que el invaluable inmueble (aunque valorado como una de las propiedades m¨¢s caras del mercado) deber¨ªa quedar en manos de un mexicano: sucede que Castilnovo alberga una de las colecciones m¨¢s dignas e importantes de la charrer¨ªa mexicana fuera de M¨¦xico. Se trata de una galer¨ªa elongada poblada por sillas de montar de gran valor y rareza, sombreros de charro de veras (y no las guirnaldas fosforescentes que se venden en los aeropuertos), bridas, riendas y espuelas. El galer¨®n donde se aloja la memoria charra de M¨¦xico se adorna con no pocos ¨®leos decimon¨®nicos que representan faenas de campo, microhistoria de M¨¦xico en lazos y floreos, as¨ª como carteles de toros en seda y viejos papeles que dan la ambientaci¨®n perfecta para que cabalguen los maniqu¨ªes de caballos donde se alinean las sillas de montar.
Menci¨®n aparte merece la colecci¨®n de im¨¢genes, imagencitas, cuadros, cuadrotes y cuadritos de la Virgen de Guadalupe en una capilla que parece gruta esculpida en medio de un cerrito. All¨ª hay exvotos, plegarias, capotes de paseo, platos, azulejos, lienzos, ayates y servilletas con la imagen de la Morenita del Tepeyac¡ all¨ª en medio de un bosque de cedros y pinos y sombras que parecen de ahuehuetes de Chapultepec en pleno coraz¨®n de la provincia de Segovia, donde anta?o el antiguo due?o celebraba los encuentros culturales de la Fundaci¨®n Hispano Mexicana y donde levant¨® una Biblioteca Mexicana con el nombre de Miguel Alem¨¢n, aparejada con un acervo en espejo de literatura espa?ola, ambas culturas unidas en p¨¢rrafos entre las almenas de un castillo ecl¨¦ctico, raro plural de estilos arquitect¨®nicos y ¨¢nimos diversos que se han quedado como sobras sobre la piedra de los muros ancestrales, aqu¨ª donde ya se intent¨® abrir sus muchas habitaciones como hotel y que en tiempos fue hogar de reyes; aqu¨ª donde ahora se alquilan espacios amplios para campamentos infantiles donde en las noches de fogatas quiz¨¢ se escuche no solo la soledad del silencio, sino la sigilosa sombra de uno que busca un mont¨®n de millones de euros como para poblar con sus propios libros las largas estanter¨ªas donde se alinean los desfiles en miniatura de cientos de soldaditos de plomo, las plumas y p¨¦talos de una inmensa colecci¨®n de abanicos, los muebles de todas las ¨¦pocas que caben en los frascos viejos de antigua farmacia, las pianolas y los teatrinos, los gobelinos y la maravilla de una inmensa alfombra persa sobre la que intent¨® volar el que escribe para ver si de chiripa logro forzar el agua del azar y encontrarme la maleta con el dinero que necesito para habitar ese sue?o.
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