Sin reglas, la lucha por el poder
A menos de cinco meses del domingo de votaciones, la pugna se traduce en muertos y graves acusaciones de corrupci¨®n
El fragor de la batalla electoral se ha incrementado con la cercan¨ªa de la fecha de los comicios. A menos de cinco meses del domingo de votaciones, la pugna se traduce en muertos y graves acusaciones de corrupci¨®n. Ominoso arranque del a?o de una guerra que, sin reglas, podr¨ªa probarse literal. La renovaci¨®n de la Presidencia de la Rep¨²blica, el Congreso de la Uni¨®n, nueve gubernaturas y miles de posiciones parece destinada a repetir un ba?o de sangre entre aspirantes a puestos de elecci¨®n popular: solo en el cambio de a?o este proceso ya cobr¨® la vida de un pu?ado.
Esas v¨ªctimas, que en las intermedias de hace tres a?os rond¨® el centenar, no provocan en autoridades electorales, partidistas o civiles el sentido de urgencia esperable de quienes tendr¨ªan que ser los primeros interesados en que no se vuelva normal que una democracia mezcle entierros con m¨ªtines. Lejos de eso, todos los involucrados apenas si ocupan tiempo en condenar los ataques ¡ªestos s¨ª democr¨¢ticos pues las balas arrasan con esperanzas de militantes de todos los partidos¡ª, qued¨¢ndose muy lejos de se?alar lo a¨²n m¨¢s grave: que tal violencia es el extremo mas no la ¨²nica expresi¨®n de la injerencia de criminales en los comicios.
En eso s¨ª parecen tener un acuerdo las organizaciones formales que se disputan los puestos, en su resignaci¨®n a que en el juego electoral haya un oscuro participante, m¨¢s o menos identificable en algunas entidades sin que ello signifique que donde no hay atentados mortales est¨¦n a salvo de la mano criminal que pone o quita candidatos.
Es en lo ¨²nico que realmente estar¨ªan de acuerdo. El gobierno y su partido negando la gravedad del asunto, la oposici¨®n aceptando esas condiciones con a lo mucho denuncias medi¨¢ticas, sin dar ni unos ni otros el paso de demandar que la intercampa?a se aproveche para evaluar el riesgo y conjurarlo. Acordaron, pues, competir sin condenar ni trabajar conjuntamente en cerrar la puerta a criminales que motu proprio pretenden intervenir las elecciones o a aviesos pol¨ªticos que recurren a esos grupos para cancelar, con amenazas o atentados fatales, a adversarios intra o extrapartidistas.
Ni siquiera el mazazo de lo ocurrido en Ecuador esta semana provoc¨® una pausa al respecto en nuestra clase pol¨ªtica. Guayaquil les queda muy lejos, afanados como est¨¢n en la denostaci¨®n de los adversarios e incluso de quienes se dicen aliados. ?Creer¨¢n de veras que el riesgo local no les ata?e? ?Y para qu¨¦ querr¨¢ el poder esta clase pol¨ªtica que deja sola a la sociedad en sus reclamos de justicia, mostr¨¢ndose indolente lo mismo cuando en Guanajuato en una posada matan a j¨®venes que si en Estado de M¨¦xico desaparece una familia luego de que un pueblo se rebela contra la extorsi¨®n?
La extrema violencia es apenas una de las amenazas a la predictibilidad esperable de todo proceso electoral democr¨¢tico, donde se dan por descontadas las incertidumbres de los resultados en las contiendas pero no que ¨¦stas han de desarrollarse con reglas y conductas ordinarias. El encono social ha permeado y borra l¨ªmites. La polarizaci¨®n es atizada hoy no solo por el presidente de la Rep¨²blica sino por gobernadores y l¨ªderes parlamentarios, lo mismo de Movimiento Ciudadano (con su beligerante gobernador neoleon¨¦s) que de Morena y el PRIAN.
Parece prurito demod¨¦ se?alar que hoy gente en espacios de poder, obligados a velar por el bien de la colectividad y a no moverse por intereses partidistas, abiertamente intervienen un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n en proselitismo para apoyar a las y los candidatos de sus respectivos partidos. El mal ejemplo de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ha cundido y, reitero, no solo entre los militantes del oficialismo. El uso y abuso de recursos p¨²blicos para tratar de favorecer a los propios en la competencia es in¨¦dito, por desvergonzado y estridente.
La transici¨®n mexicana no lleg¨® al buen puerto de crear una generaci¨®n de pol¨ªticos con el gen de la altura democr¨¢tica incorporado; las camadas de candidatos que hoy se aprestan para las campa?as asumen, unos y otros, que ning¨²n partido podr¨¢ presumir que no usa en su beneficio un puesto popular. Y aunque esa falencia no es nueva ni superficial, cada una de las tres precandidaturas ha tenido que lidiar en estos primeros d¨ªas del a?o con sendos esc¨¢ndalos que les exhiben frente al electorado.
El apetito del poder ha provocado una situaci¨®n harto singular. Claudia Sheinbaum, X¨®chitl G¨¢lvez e incluso el reci¨¦n llegado Jorge M¨¢ynez lidian con reclamos y denuncias surgidas, en t¨¦rminos generales, de sus propias filas. Situaciones que, obviamente, luego son explotadas por sus adversarios.
Sheinbaum ha encajado el cuestionamiento m¨¢s candente desde que en septiembre se hiciera del bander¨ªn del oficialismo. Una colaboradora de L¨®pez Obrador ha acusado en La Jornada que le pidieron destinar 50 millones de pesos de una liquidaci¨®n grupal a la causa proselitista. Si el esc¨¢ndalo no creci¨® en la forma esperable de una aseveraci¨®n de esa envergadura, que se?ala como operadores de ese moche a alt¨ªsimos funcionarios de Andr¨¦s Manuel, fue en buena medida porque a la par el l¨ªder nacional del PAN revel¨® un pacto que mina a la candidata opositora.
Marko Cort¨¦s decidi¨® que esta semana era el mejor momento para informar a la opini¨®n p¨²blica que sus aliados del PRI le prometieron, a cambio de ceder la candidatura a gobernador de Coahuila, puestos gubernamentales y canonj¨ªas propias de un trueque cuatrero. Solo el panista sabe por qu¨¦ decidi¨® pasar por alto las previsibles consecuencias que tendr¨ªa esa revelaci¨®n en las marchitas posibilidades de su abanderada, que sin mucho ¨¦xito hasta hoy trata de escapar del desprestigio acumulado por las marcas partidistas que le patrocinan.
La campa?a de Sheinbaum, adem¨¢s, enfrenta nuevas acusaciones period¨ªsticas de presuntos abusos por parte de integrantes de la familia de L¨®pez Obrador. Y aunque la precandidata y AMLO nieguen en p¨²blico credibilidad a las denuncias al cuestionar al mensajero, la realidad es que solo ellos creen, si eso piensan, que documentados materiales period¨ªsticos ser¨¢n inocuos o carecen de fundamento solo porque ellos lo dicen y cuestionan al emisor.
Las campa?as, precisamente, son el espacio en donde m¨²ltiples denuncias, genuinas o hechizas, suelen impactar las aspiraciones de los competidores. No es la palabra presidencial, y menos la de una de las contendientes, la que bastar¨¢ para que se desechen denuncias de irregularidades o delitos. Para que la competencia sea democr¨¢tica se requiere de equidad en la misma, y la legitimidad de las ofertas en pugna tambi¨¦n se mide por la congruencia entre las promesas del pasado y el r¨¦cord de quienes habiendo detentado el poder hoy piden un refrendo. La equidad debe ser vigilada por ¨¢rbitros capaces e imparciales (condici¨®n esta ¨²ltima que supone, claro, independencia y voluntad para actuar).
El temor frente a las consecuencias del explosivo arranque del a?o en t¨¦rminos de asesinatos de pol¨ªticos y de denuncias de corrupci¨®n crece porque hoy, como hace d¨¦cadas no ocurr¨ªa, las autoridades llamadas a arbitrar lucen, adem¨¢s de cuestionadas, divididas internamente. El Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federaci¨®n atraviesan cada uno por crisis. No est¨¢n cohesionados al interior e incluso el segundo, que vivi¨® un accidentado y prematuro relevo en su cabeza, tiene menos magistrados de los ideales.
?rbitros divididos y de dudosa independencia ya ser¨ªan un punto d¨¦bil de la contienda incluso si lo candente de la misma se quedara estrictamente en lo ret¨®rico. Por desgracia no es el caso. Ni los partidos parecen reparar en el riesgo. Si ni las autoridades electorales son protag¨®nicas a la hora de llamar a los partidos y al gobierno a atender la violencia que acosa las elecciones, si ni ellos toman la iniciativa para pedir que la gobernabilidad sea procurada tanto como la equidad respetada, solo queda temer lo peor.
Y al igual que las autoridades electorales, liderazgos que otrora se hac¨ªan escuchar para que la democracia fuera cuidada por todos ¡ªcomo las iglesias, la iniciativa privada y no pocas organizaciones de la sociedad civil¡ª hoy parecen allanadas a unas campa?as plagadas por criminales y abusos.
No sobra decir que sin ¨¢rbitros respetados por todos, sin el acuerdo de que el soporte de la contienda ser¨¢ la ley y solo la ley, y sin el pacto m¨ªnimo de contenerse antes que buscar el m¨¢ximo beneficio partidista, se dan las condiciones para temer cualquier escenario. Cualquiera.
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