Tapiado
Los libros de mis casas y el milagro de la librer¨ªa donde labor¨¦ los pasados a?os han quedado ya tapiados en mi alma aunque pretendo volver pronto por los ejemplares m¨¢s ¨ªntimos
Al volver de su primera salida, a¨²n sin escudero elegido, el se?or Quijana, vecino de un lugar que prefiero no ubicar, con precisi¨®n es llevado molido y agotado directamente a su c¨®moda cama de tan poco uso durante los meses que son a?os en que se dedic¨® a deambular noches y madrugadas en la sana enfermedad de la lectura por el puro placer de as¨ª conquistar el mundo, a contrapelo de rendirse a largas horas de sue?o. Ese se?or vuele apaleado de su primer intento por arreglar el mundo, desfacer entuertos, auxiliar a menesterosos y doblegar ogros, gigantes y malandros varios, pero adem¨¢s vuelve totalmente convencido de ser no m¨¢s que Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura.
El ama de su casa, su sobrina abnegada, el cura sabio del pueblo y el barbero de no pocas letras aprovechan que el rendido caballero andante duerme entre almohadones la resaca de su primera salida caballeresca y deciden arteramente no s¨®lo tirar a la hoguera no menos de cien grandes libros henchidos de novelas de caballer¨ªa, fantas¨ªa, f¨¢bula y enso?aci¨®n entra?able, sino adem¨¢s conciertan tapiar la biblioteca. All¨ª donde los estantes que se poblaron poco a poco con el delirio que habr¨ªa de transformar la historia de la Literatura con may¨²sculas, s¨®lo queda un hueco de libreros vac¨ªos, ratones desahuciados, polvo y migajas de versos¡ tras un muro encalado a las prisas.
Al despertar recuperado, Don Quijote queda azorado y mudo ante la pared blanca, pues ¡°llegaba adonde sol¨ªa tener la puerta, y tent¨¢bala con las manos, y volv¨ªa y revolv¨ªa los ojos por todo, sin decir palabra¡± y hay una suerte de resignaci¨®n dentro de su locura, convencido por ama y sobrina, pero sobretodo por su propia nebulosa mental con la que ahora mira a la realidad: todo esto ha sido producto de un encantamiento vil no de un diablo, ¡°sino un encantador que vino sobre una nube una noche, despu¨¦s del d¨ªa que vuestra merced de aqu¨ª se parti¨® y, ape¨¢ndose de una sierpe en que ven¨ªa caballero, entr¨® en el aposento, y no s¨¦ lo que hizo dentro, que a cabo de poca pieza sali¨® volando por el tejado y dej¨® la casa llena de humo¡¡±.
Se cumplen con este abril 37 a?os en que dedico sus d¨ªas y la mayor parte de sus noches y madrugadas en la religiosa lectura ¨Cque no re-lectura- de la m¨¢s grande novela jam¨¢s escrita. Ahora, la leo tal como la primera vez hace ya tantos a?os desde M¨¦xico, lejos de La Mancha y entre todo el neblumo de la inmensa ciudad que parece llenar la casa de mi madre percibo impalpable la sombra del mismo encantador cabalgando sobre una serpiente emplumada que me ha jugado la broma de tapiar no s¨®lo mi biblioteca de anta?o, sino elevar en una hoguera de olvido los siete estantes de madera blanca que dej¨¦ tapiados en lo que fue mi habitaci¨®n en Madrid hasta hace dos meses.
Mudo frente al muro de una amnesia que intenta atacar recuerdos entra?ables, no tengo la menor idea en d¨®nde queda la bodega desconocida donde se guardaron miles de libros de Minerva. No conozco el galp¨®n donde qued¨® tapiada la mar de cajas, los miles de vol¨²menes, los libros firmados por autores admirables, los mu?equitos de los estantes, los cuadros y cuadritos¡ tanta prosa pura, todas las historias y los cuentos, los versos a?orados y libros como espejos. Tapiado vago por lo que fue hogar m¨¢s que casa en sue?os que atormentan la nueva lectura de la novela de Cervantes, imantado por ese cap¨ªtulo en que nuestro Caballero de la Triste Figura parece encarnar tambi¨¦n una met¨¢fora agridulce: atr¨¢s han quedado los estantes de la librer¨ªa m¨¢s vieja de Madrid que tuve a bien salvar del abismo. Ese sue?o llamado con un nombre tan unido al pergamino del tiempo sigue vendiendo libros de novedades y pulpa de adrenalina insuflada con una nefanda ingratitud callada y silenciosa de quien obvia mi partida o celebra mi elegante ausencia sin reparar ni m¨ªnimamente en el ¨ªntimo dolor que llora sobre el oc¨¦ano. Los libros de mis casas y el milagro de la librer¨ªa donde labor¨¦ los pasados a?os han quedado ya tapiados en mi alma aunque pretendo volver pronto por los ejemplares m¨¢s ¨ªntimos y todas las libretas y todos los dibujitos de enanitos en fila, personajes posibles y cuent¨ªnimos a escala de cuentah¨ªlos que pienso traer de vuelta a Mexico para as¨ª tambi¨¦n romper el encantamiento de lo desconocido y liberar de su prisi¨®n ya d¨¦cada a los libros de M¨¦xico que se quedaron tapiados al irme a Madrid hace diez a?os.
Todo lo tapiado ¨Cseg¨²n el ejemplo de Don Quijote- se liberar¨¢ con la segunda, tercera y todas las salidas, el acompa?amiento de los escuderos que son mis hijos y los m¨¢s fieles amigos. Todo lo tapiado se abrir¨¢ de para con el amanecer del alba ansiada donde pueda volver a hojear con las yemas de los dedos todo lo le¨ªdo en tantos pasados y pret¨¦ritos diferentes o diferidos para otro duelo a espada pero con pantuflas, otras lanzas en astillero y estilogr¨¢fica en ristre, todo lo so?ado por venir y as¨ª vencer triunfante a los diablos o maguitos encantadores que creyendo haberme herido quedar¨¢n debidamente y para siempre tapiados.
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