Frente a la inseguridad y la injusticia
Los candidatos mostraron en el debate una pavorosa falta de claridad y de ideas sobre lo que ellos mismos aceptaron que es nuestro mayor problema
Del debate entre los candidatos a la presidencia de la Rep¨²blica mexicana celebrado el pasado 19 de mayo, mucho se ha escrito y seguir¨¢ escribi¨¦ndose. En ¨¦l, debieron analizarse temas tan importantes para la vida nacional como la pol¨ªtica social, la seguridad y el crimen organizado, la educaci¨®n o la migraci¨®n. M¨¢s all¨¢ de las preferencias personales o electorales que cada cual tenga con los candidatos o de los ¨¢ngulos particulares de an¨¢lisis que a cada cual pudieran resultarle relevantes, lo cierto es que las discusiones mostraron una pavorosa falta de claridad y de ideas sobre lo que los propios debatientes aceptaron que es nuestro mayor problema. Me refiero, desde luego, a la seguridad y a la justicia.
En la noche del domingo 19 de mayo, los contendientes reconocieron que la mayor preocupaci¨®n de los mexicanos es la inseguridad. Sobre ello elaboraron, a partir de algunas encuestas, o de los avances o retrocesos de la narrativa de cada cual, sus estrategias. Una de las contendientes plante¨® lo bueno que fue su Gobierno capitalino en los a?os en que ella lo encabez¨®. La otra denunci¨® la falsedad de los datos y de los supuestos avances en que, se dec¨ªa, estaban sustentados. El contendiente se refiri¨® a ambos planteamientos para considerarlos falsos o inocuos. Mientras el debate y sus extensiones medi¨¢ticas se desarrollaban, se iba dando el d¨ªa m¨¢s violento del sexenio obradorista. En las comunicaciones del lunes 20, nos enteramos del ¨¦xito de las marchas de la ¡°marea rosa¡±, de las particularidades del propio debate, de los finalistas del f¨²tbol mexicano y, tambi¨¦n, del n¨²mero de homicidios dolosos del d¨ªa anterior.
Mientras que los debatientes estaban centrados en sus cifras y sus narrativas, el pa¨ªs alcanz¨® un pavoroso pico sexenal. Una cifra que, por m¨¢s que se quiera ocultar, no apareci¨® ese d¨ªa como un s¨²bito fen¨®meno natural, sino que fue posibilitado por una enorme cantidad de causas de orden institucional, y sobre las cuales no se dio cuenta en el debate destinado a analizarlas. Por el contrario, lo acontecido en las horas del domingo calend¨¢rico y lo discutido en las horas de los debatientes, no guardaron relaci¨®n. La dualidad recogi¨® la noci¨®n de un doble M¨¦xico. En manido lenguaje, el del M¨¦xico real constituido por la violencia, y el del M¨¦xico pol¨ªtico construido con buenas intenciones, cifras espectaculares y culpas asignadas.
Es entendible que los debates pol¨ªticos se realicen en marcos y con prop¨®sitos espec¨ªficos. Que lo propio de ellos sea tratar de ratificar el voto de los convencidos, lograr el de los indecisos y, de ser posible, revertir el de quienes ya tomaron posici¨®n. Es entendible tambi¨¦n que, en ese juego histri¨®nico y masivo, se trate de ser efectivo y mantener una estrategia previamente delineada. Sin embargo, y a¨²n dentro de esas condiciones comunicacionales, parece que alrededor de la confesada gravedad de la inseguridad, el debate exhibi¨® la total ausencia de comprensi¨®n de los fen¨®menos vinculados con la inseguridad y la justicia. Tambi¨¦n, y en consonancia con ello, la inexistencia de ideas para, finalmente, restablecer la seguridad por medio de la justicia.
Si analizamos lo que cada uno de los debatientes dijo sobre inseguridad y justicia, el gran total son los lugares comunes. Nociones que, sin mucho esfuerzo, podr¨ªan postularse por ciudadanos comunes que no pretenden conocer ¡ªmucho menos resolver¡ª el tema. Dejando de lado los chispazos ret¨®ricos y las consabidas descalificaciones personales, ?cu¨¢l es el resultado neto de las propuestas de esa noche en materia de seguridad y justicia? Pr¨¢cticamente, el restablecimiento de los distintos cuerpos polic¨ªacos que prev¨¦ nuestra Constituci¨®n. La asignaci¨®n de recursos presupuestales y t¨¦cnicos para que las polic¨ªas estatales y municipales tengan las capacidades para enfrentar a la delincuencia. Fuera de lo anterior, hubo pocos planteamientos sobre alternativas y, evidentemente, ninguna consideraci¨®n sobre la manera de llevar a cabo estas tareas o las interacciones con los cuerpos federales encargados de esas actividades. Llama la atenci¨®n que sobre el tema central de la vida nacional la ¨²nica coincidencia se encontrara en el borroso aspecto de la regeneraci¨®n polic¨ªaca, en unas muy difusas condiciones institucionales.
Dejando de lado este campo com¨²n, cada uno de los participantes del debate plante¨®, ahora s¨ª, sus propias soluciones. Claudia Sheinbaum neg¨® la militarizaci¨®n en el pa¨ªs ¡ªo del pa¨ªs¡ª, insisti¨® en la necesidad de mantener la prisi¨®n preventiva oficiosa como pol¨ªtica de seguridad, y reiter¨® la permanencia de la Guardia Nacional. X¨®chitl G¨¢lvez y Jorge ?lvarez M¨¢ynez se pronunciaron por la desmilitarizaci¨®n, la supresi¨®n de la medida cautelar y por el acotamiento de la Guardia Nacional. Los posicionamientos constituyeron dos extremos. Por una parte, el de la continuidad obradorista y, por otra, el de la ruptura con ella. Eso s¨ª, y en ambos casos, sin diagn¨®sticos de sustento ni proyecciones de realizaci¨®n.
En materia de justicia sucedi¨® algo semejante. As¨ª como en seguridad, el referente com¨²n fue la nebulosidad polic¨ªaca, aqu¨ª lo fue la no menos espectral reforma judicial. Los tres debatientes sostuvieron la necesidad de reformar la impartici¨®n de justicia en el pa¨ªs. Sin embargo, pronto se decantaron hacia puntos particulares y, dentro de ellos, espec¨ªficamente al de la Suprema Corte de Justicia de la Naci¨®n. Sobre ella se plantearon posibilidades de designaci¨®n de sus miembros, el acotamiento o extensi¨®n de sus competencias, y las maneras de quedar ¡ªo dejar de estar¡ª vinculada al Consejo de la Judicatura. M¨¢s all¨¢ de lo certero o inadecuado de las propuestas, todas ellas evidenciaron la reducci¨®n de la justicia al histrionismo propio del evento.
Sin dejar de reconocer la importancia de la Suprema Corte, la misma ocupa, cuantitativa y cualitativamente, un espacio reducido ¡ªque no marginal¡ª en la totalidad de la impartici¨®n de justicia en nuestro pa¨ªs. Ni por asomo hubo referencias a las debilitadas procuraci¨®n e impartici¨®n de justicia penal, a sus muchos huecos institucionales y carencias presupuestales y humanas; menos a¨²n a su evidente vinculaci¨®n con la inseguridad. Tampoco hubo la menor referencia a la justicia civil, familiar, mercantil o laboral que, en pleno proceso de transformaci¨®n, est¨¢n en un abandono tan o m¨¢s pronunciado que la penal. No hubo referencias a los ministerios p¨²blicos, a los servicios periciales o las prisiones, en tanto que se sostienen como elementos sustantivos del sistema de justicia mirado en su integridad. No hubo tampoco la m¨¢s m¨ªnima alusi¨®n a las maneras en las que, dentro o fuera de la justicia, ser¨ªa posible el restablecimiento de algunas condiciones de paz y de reparaci¨®n de un tejido social hecho ya girones.
Mi preocupaci¨®n sobre la falta de ideas en los debates, respecto de la seguridad y la justicia, no tiene que ver con las acotaciones del marco de actuaci¨®n o con la instrumentalizaci¨®n de los discursos y las propuestas respecto del voto ciudadano. Si ello fuera as¨ª, quedar¨ªa la tranquilidad de saber que los participantes tienen la posibilidad de desdoblarse desde su debatiente manera de comportarse, en un actuar pol¨ªtico y administrativo, una vez obtenido el triunfo que persiguen. Lo que me parece que enfrentamos el domingo es algo mucho m¨¢s profundo y mucho m¨¢s extendido que un debate, unos debatientes y unas pretensiones. Me refiero a la ausencia de ellos ¡ªy tal vez de todos, o al menos de muchos¡ª acerca de lo que habr¨ªa que hacer aqu¨ª, ahora y en concreto, para transformar la inseguridad en seguridad, y para posibilitar una impartici¨®n de justicia que soporte la convivencia entre los mexicanos.
El debate nos hizo ver algo m¨¢s que las limitaciones, las ambiciones o los prop¨®sitos de los debatientes. Revel¨®, por la boca de algunos de sus l¨ªderes, el enorme desconcierto nacional sobre la extensi¨®n de la violencia y las dificultades de pacificaci¨®n. En sus ¡°Tesis de abril¡±, Lenin sostuvo que sin teor¨ªa revolucionaria no pod¨ªa haber revoluci¨®n. Parafrase¨¢ndolo, me parece que sin teor¨ªa de seguridad no puede enfrentarse a la inseguridad. Que sin teor¨ªa judicial no puede haber reforma judicial. El debate del domingo mostr¨® que en nuestro pa¨ªs no hay una teor¨ªa de la seguridad ni de la justicia. Que estamos atrapados en la recurrencia a lugares comunes, aislados y fragmentados. Que estamos en una posici¨®n desde la cual no ser¨¢ posible enfrentar ¡ªmenos a¨²n solucionar¡ª los problemas que tan dram¨¢ticamente quedaron evidenciados el domingo con el debate y con las personas asesinadas.
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