Fruto prohibido
El mejor ejemplo en la enrevesada fruter¨ªa ideol¨®gica de Hispanoam¨¦rica es Nicol¨¢s Maduro
Supongamos que, sin ser aspiracionista, un chofer de cami¨®n se vuelve delf¨ªn consentido de un simio militar de boina roja que a su vez se apoltrona en rey de la selva, ambos jibarizando la Constituci¨®n Pol¨ªtica de un maravilloso y pr¨®spero pa¨ªs en micro-edici¨®n (no de bolsillo, sino de u?as) y en el aquelarre, el orangut¨¢n sin ¨¦pica se vuelve momia en ata¨²d de cristal y el otrora chofer se yergue no solo como engendro aut¨®crata, supermu?eco de pacotilla e improvisado l¨ªder de un desvar¨ªo¡ hasta confirmarse d¨¦spota, deslenguado y demente.
Hay frutas que maduran lejos de la rama, brillando de color, sabor y perfume lejos del ¨¢rbol y hay c¨ªtricos que no caen de su altura hasta madurar como pu?os de Sol¡ pero hay frutos que crecen del ¨¢rbol torcido porque creen llevar la madurez en su apellido como garante de sentido com¨²n o salvoconducto de sano juicio y se convierten en magullados mangos petacones, apestosos y con p¨²stulas neuronales. El mejor ejemplo en la enrevesada fruter¨ªa ideol¨®gica de Hispanoam¨¦rica es Nicol¨¢s Maduro.
Con la aureola de un inexplicable silencio vaticano y bendici¨®n papal progre, con la distra¨ªda desidia de c¨®mplices en c¨®nclave y con la heroica oposici¨®n de los muertos que suman estos d¨ªas, millones de voces vivas que exigen verificaci¨®n de sus votos y abierta reprobaci¨®n de cuerdos y locos por igual, el se?or podrido de Maduro se ha pasado de su ilusorio proceso de maduraci¨®n pol¨ªtica o pr¨¢ctica y no hay evidencia emp¨ªrica que refute su trastocamiento mental, soci¨®pata que prometi¨® el ba?o de sangre en el que ahora pretende extinguirse.
Hemos dejado pasar como jocoso TikTpk el ya no tan divertido video en tiempo real de un imb¨¦cil que confunde los paces con los penes, un idiota funcional que cacare¨® una campa?a de fomento a la lectura al prometer entrega de miles de libros y libras, el est¨²pido irremediable que no supo sumar 5 + 7 en p¨²blico y trastabill¨® con intentar pronunciar la palabra analfabetismo. De acuerdo, quiz¨¢ sea un abuso burlarse de su nulo conocimiento del idioma ingl¨¦s y quiz¨¢ sea gamberrada re¨ªrse de que el gigante bigot¨®n considere en su estulticia que inmediati es traducci¨®n perfecta, pero de all¨ª madur¨® al delirio de evacuar saliva marciana con enloquecidas teor¨ªas de los cohetes de Elon Musk o el ol¨ªmpico grito de retar a golpes a sus adversarios pol¨ªticos¡. O para colmo, anunciar en pleno siglo XXI la creaci¨®n no de uno, sino dos campos de concentraci¨®n para los opositores o cuestionadores de su reciente fraude electoral.
Como bien se?ala Rafael Rojas, la prueba fehaciente del fraude es la obstinada negaci¨®n a revelar las actas y aqu¨¦l que clam¨® el lema de ¡°voto por voto, casilla por casilla¡± se acomoda las canas al filo de su supuesto retiro solicitando taimadamente una pizca de mejores porcentajes que justifiquen el enrevesado desmadre. ?Qu¨¦ c¨®mo dormir¨¢ Maduro en sus pocas horas alejado del espejo?
Recomiendo encarecidamente la lectura o relectura de las primeras luminosas p¨¢ginas de El oto?o del patriarca de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Que me perdone Gabo, pero es precisamente este agosto d¨®nde ha quedado signado el escenario profetizado por su novela, aunque quiz¨¢ el inmenso escritor se haya inspirado en pasados tiranos y otras geograf¨ªas. Es uno de los problemas de ser infinito y ser tan grande prosista, cronista y so?ador (hasta de pesadillas): El oto?o del patriarca se lee hoy mismo en el Palacio de Miraflores con todo surrealismo metaliterario. All¨ª donde el difunto comandante Hugo Ch¨¢vez apart¨® una habitaci¨®n para Marta Harnecker (otrora diva del materialismo hist¨®rico a la Plaza S¨¦samo), all¨ª duerme hoy como en b¨²nker el Fruto Podrido, pasado de Maduro, que sale a cuchichear con militares y dem¨¢s fuerzas de armadura sus estrategias de represi¨®n. El enemigo: j¨®venes descamisados que apedrean las estatuas leninistas y amas de casa que esgrimen peligros¨ªsimas cacerolas, o miles de an¨®nimos desahuciados que portan descaradamente banderitas de tres colores¡ pues el tirano duerme, bocabajo, con el largo brazo derecho como almohada sobre la encerada tarima de su palacio donde el terciopelo de los cortinajes y el sill¨®n del trono ser¨¢n muy pronto pastura para las vacas que ir¨¢n subiendo la escalinata hasta mugir desde el balc¨®n bolivariano, tal como desde all¨ª rebuzna de d¨ªa y sobreprotegido el Gigant¨®n Podrido. Aqu¨ª leer¨¢n que en las primeras p¨¢ginas de ese novel¨®n, el Palacio de Miraflores y Venezuela entera se invade de una epidemia nociva de boinas rojas que en la novela llegaron en tres carabelas hace siglos y que en la lectura de hoy no son m¨¢s que el nefando tocado craneal, patrimonio de primates.
P¨¢gina a p¨¢gina el largo arranque de la magn¨ªfica novela de Garc¨ªa M¨¢rquez va narrando hoy mismo la podredumbre del Maduro, los gallinazos sobrevuelan Caracas por ahora oteando los cad¨¢veres de la protesta, pero salivando ya la carro?a verde olivo y la carnaza grasosa del grande d¨¦spota, en medio de un olor a letrinas militarizadas, fotograf¨ªas enmarcadas de villanos afines, la katana de Stephen Segal, los candelabros y sus telara?as¡ y la memoria infalible del rencor y el desgarrado pa?o de la ira con la que enjuga sudores desesperados y delirios inconscientes el Fruto Podrido que ha mancillado precisamente los mejores ideales y las m¨¢s b¨¢sicas garant¨ªas, poniendo en su contra no s¨®lo a fascistas despeinados y gringos siempre norteados, sino tambi¨¦n a los verdaderos dem¨®cratas de lo que llaman Izquierda con may¨²scula y liberales intachables¡ porque el higo o hijo maduro de una mezcolanza confusa donde no cualquier militante sabe discernir entre el bigote de Stalin y la carita de Pol Pot, el plan quinquenal y Fran?ois Mitterrand o creer que Sacco y Vanzetti son uno solo (como Ortega y Gasset) y que no todo lo que cante Silvio sea de veras libre y unicornio; o bien, confundir los evangelios can¨®nicos como proselitismo proletario tanto como confundi¨® la imagen de Morgan Freeman como ver¨ªdica fotograf¨ªa de Nelson Mandela¡ y s¨ª, el an¨®nimo chofer de cami¨®n se elev¨® al sue?o de un bolivarismo trastocado donde no se sabe bien si le sigue la sombra a Sim¨®n en la desesperada alianza con tropas inglesas o rusas, en el imborrable palmar¨¦s de decisiones macarr¨®nicas y autoritarias, en las contradicciones efervescentes de quien delira desde una hamaca, creyendo cruzar las nieves de los Andes montado en elefantes o en el inevitable tufo por quemar bo?igas de esti¨¦rcol en las habitaciones infestadas por los mosquitos. El fruto Maduro cumpli¨® exageradamente desquiciado el calvario y el credo de su personal¨ªsima confusi¨®n bolivariana y socialista, pudri¨¦ndose en un fruto mancillado y magullado de fl¨¢cida piel y pulpa exang¨¹e, sin ¨¦pica ni l¨ªrica bajo la obstinada armadura de Dictador¡ lo cual no le quita lo pendejo.
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