Nueva normalidad
No sabemos c¨®mo va a ser nuestra vida cuando pase lo del bicho asesino
D¨¦mosle gusto al presidente y llamemos, aunque solo sea una vez, la nueva normalidad al tiempo que viene. M¨¢s de una no, porque eso ser¨¢ una se?al inequ¨ªvoca de que se ha acabado la legislatura, y le queda por llevar a buen puerto un paquete de medidas, sobre todo las referidas a la renta b¨¢sica, que el muy fiable ministro de Seguridad Social, Jos¨¦ Luis Escriv¨¢, asegura que se puede poner en marcha sin que reviente el sistema.
Solo con eso y con que la sanidad p¨²blica recupere algo de lo perdido en unos a?os de austeridad, tan a?orados por los franquistas indocumentados que golpean sus cacerolas en el barrio de Salamanca de Madrid, ya es bastante motivo para apoyarle en su idea de gobierno.
Una idea que parece basarse en una confianza casi ciega en este Estado que necesita algunas mejoras profundas, bien se?aladas por Carlos Sebasti¨¢n en un estupendo art¨ªculo publicado en Agenda P¨²blica el pasado d¨ªa 27 de abril. Pero que hay que cambiar para que no decepcione a quienes optan por un Estado que todav¨ªa tiene capacidad de negociar en el mundo, muy bien descrito en otro art¨ªculo crucial de Pablo Mart¨ªn-Ace?a y Elena Mart¨ªnez Ruiz publicado en este peri¨®dico el pasado domingo, con el t¨ªtulo de Sin perd¨®n.
Hay que pedir que S¨¢nchez, o quiz¨¢s Iv¨¢n Redondo, si el presidente no tiene otra cosa mejor que hacer, se lean esos art¨ªculos antes de buscar un titular para el gran jefe. Roosevelt fabric¨® el New Deal despu¨¦s de poner unas bases muy s¨®lidas para el acuerdo. Y George Marshall sab¨ªa lo que se tra¨ªa entre manos cuando planific¨® las ayudas a la reconstrucci¨®n europea en 1948.
Ahora, Pedro S¨¢nchez quiere, no se sabe por consejo de qui¨¦n, ser reconocido como el hombre de la nueva normalidad, la NN, que nunca podr¨¢ ser normalidad, por mucho que se empe?en en La Moncloa.
No sabemos c¨®mo va a ser nuestra vida cuando pase lo del bicho asesino. Pero yo si s¨¦ una cosa, y es que no le voy a llamar nueva normalidad a nada que me impida ir a los bares cuando me apetezca, ni a nada que me dificulte achuchar a los que quiero.
S¨¢nchez tiene que hacer que Escriv¨¢ pueda conseguir que las cuentas le salgan, y que haya bastantes respiradores en los hospitales. Ya le buscaremos un apodo.
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