Cebadinas
Quiero celebrar ese raro filamento de tranquilidad y sosiego que nos permite desacelerar tanta mala adrenalina que nos inunda por todas partes
Irapuato y Le¨®n, Guanajuato son quiz¨¢ las ¨²nicas dos ciudades del mundo donde sus habitantes llevan d¨¦cadas salud¨¢ndose con eructos bajo los portales en el jard¨ªn central, all¨ª donde ahora llaman ficus a los laureles achatados por jardineros escultores. Es decir, en el coraz¨®n de Le¨®n tenemos el alivio cotidiano de ingerir un n¨¦ctar de dioses que nos provoca esa peque?a erupci¨®n g¨¢strica como prop¨®sito de enmienda para los excesos de la noche anterior, energ¨ªa para encarar las salsas de cada d¨ªa y ligero bufido o exhalaci¨®n de la m¨¢s pura humanidad. Hay quienes exageran el efecto y pr¨¢cticamente se retan a pronunciar Popocat¨¦petl mientras se alarga el eructo y hay muchas familias que fueron educadas bajo la discreta consigna de que hab¨ªa que taparse la boca y soltar el soplido con delicadeza y donaire. Al volver de la peste o en plena pandemia, desconozco si el ritual se ha desvirtuado o agilizado con el tel¨®n facial del tapabocas.
Entre la infancia y la adolescencia pas¨¦ por la disyuntiva de inventar coloquios etimol¨®gicos ¨Cheredados de mi padre¡ªen torno a grandes temas epistemol¨®gicos como por ejemplo: ?se dice an¨¦glota o an¨¦cdota? ?eructo o erupto? ?pantunflas o pantuflas? Y luego, grandes disquisiciones filos¨®ficas que rayaban tambi¨¦n en la criminal¨ªstica: ?realmente existe la fiebre uterina? ?No sab¨ªas que la reina de Inglaterra regala un mill¨®n de libras esterlinas para el primer hombre que se embarace?¡ Y as¨ª con estas y otras muchas tribulaciones pas¨¢bamos mis hermanos y un inmenso ej¨¦rcito de primos hermanos de la cebadina roja, sabor jamaica con cucharadita de bicarbonato de sodio para el excuse me, a la cebada ya fermentada conocida mundialmente como cerveza.
Habr¨¢ otras p¨¢ginas para honrar las tertulias de cebada et¨ªlica, pero a ver si me puedo dar a entender con lo que se proponen estas l¨ªneas: evoco y celebro el desparpajo aunque escatol¨®gico de sonre¨ªrle a un pr¨®jimo en pleno eructo de descargo y celebro el distendido momento en que te cruzas con alguien en la plaza y no tienes que exagerar mayor ceremonia que la de inclinar un poco la cabeza, tocar el filo del sombrero y entrar en una breve conversaci¨®n al paso. Al margen de esto, nunca me ha parecido prudente ni agradable el mamonazo que sale con su batea de babas para aclarar a los lugare?os que la cebada ¨Cas¨ª sea ali?ada con bicarbonato de sodio¡ª no es m¨¢s que una jalada inventada por un jalisquillo que migr¨® al Baj¨ªo y que no est¨¢ cient¨ªficamente comprobado que sea ni digestiva ni energ¨¦tica y me jode cuando se subraya el efecto microexplosivo del eructo saneador como indicativo de vulgaridad y bajeza¡ Digo que a muchos cuevanenses, de tres o m¨¢s generaciones, nos ha vuelto levitantes habiendo sido penitentes, nos aligera la tripa habi¨¦ndonos empachado, ese suave el¨ªxir como placebo y por ende, nadie lleva raz¨®n en reprobarnos o conminarnos a la suspensi¨®n de la bella libaci¨®n, nom¨¢s porque alg¨²n pr¨®fugo de la facultad de qu¨ªmica no se puede quitar la bata blanca ni en ¨¦poca de carnavales.
De esa sana liviandad, entre el ocio y el trabajo, entre las premuras y el sosiego que tanto honraba la vida en todos los Guanajuatos posibles, recuerdo el momento en que mi abuelo Pedro F¨¦lix se top¨® con un t¨ªo que ven¨ªa cruzando el jard¨ªn a toda prisa, como si llevara en el buche la combusti¨®n de una efectiva cebadina. Mi abuelo lo fren¨® tom¨¢ndolo del brazo y pregunt¨¢ndole la raz¨®n de su prisa. El t¨ªo abuelo, sacando su relojito de leontina le inform¨® tembloroso que iba veloz a pescar la diligencia que sal¨ªa para Lagos de Moreno, Jalisco¡ donde agonizaba en ese momento su esposa. Mi abuelo lo mand¨® a la buena de Dios y deseando pronta recuperaci¨®n para esa mujer¡ Dos semanas despu¨¦s, mi abuelo Pedro F¨¦lix se volvi¨® a encontrar al t¨ªo en la fila de las cebadinas, con un peri¨®dico en las narices, y al preguntarle con gran delicadeza c¨®mo segu¨ªa la t¨ªa en Lagos, el interfecto respondi¨®: ¡°?Creer¨¢s que no he tenido tiempo de ir a verla?¡±.
Quitado de la pena le llaman a la calma irresponsable y chiflando en la loma le llaman a la distracci¨®n rayana en la estulticia¡ pero hoy quiero celebrar ese raro filamento de tranquilidad y sosiego que nos permite desacelerar tanta mala adrenalina que nos inunda por todas partes, tanta efervescencia de mala leche, mentiras y pavores¡ y sugiero ingerir de un solo trago ese rojo n¨¦ctar del agua de cebada saboreada ligeramente con infusi¨®n de flores de jamaica que cobra un alto voltaje volc¨¢nico que ¨Cuna vez pasado por el estern¨®n¡ª vuelve a ascender por el cogote convertido en exhalaci¨®n y alivio de resoplido tan primario y primoroso que conocemos vulgarmente como el eructo ma?anero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.