Enga?o de encierro
Aplaudo desde el encierro y evito salir las m¨¢s veces posibles porque me gusta m¨¢s abrazar a las enfermeras de lejos
¡°?Al¨¦jate!¡±, me dije, y retroced¨ª dos pasos hacia el espejo. Hab¨ªa olvidado guardar la distancia de m¨ª mismo y corr¨ªa el peligro de mirar de cerca los poros de las peores versiones que tengo de m¨ª: la ira inquieta que le guardo a un pu?ado de seres despreciables y el desprecio que le tengo a ciertas pr¨¢cticas comunes entre mentirosos y simuladores; la envidia que me despiertan ciertos gimnastas y los buzos que descienden a las profundidades de los mares sin tanques de ox¨ªgeno o la astucia de ciertos pilotos de pruebas supers¨®nicas o los bailes de unas mulatas que parecen oscilar sobre la arena.
¡°¡?c¨¢llate!¡±, agregu¨¦ para mis o¨ªdos en cuanto se me iba la lengua en un soliloquio de loco solo y ya en silencio, me mir¨¦ fijamente a los ojos (que a veces, cre¨ª claros) y tuve que reconocerme. He tenido que aceptar y resignarme ante la vera imagen de mi peso y facciones, de las canas que ya vetearon el bigote y la cabellera que va para Beethoven. Ni hablar, ya no parezco Mastroianni ni Rocky Balboa y en la callada conversaci¨®n que sostuve en tinta descubr¨ª la m¨¢s grande de las verdades del confinamiento: desde ni?o siempre he procurado encerrarme en p¨¢rrafos o pintar en papel paisajes que en realidad no he de recorrer; por ende, el encierro me favorece todos los d¨ªas con p¨¢rrafos y p¨¢ginas ajenas, con peque?os personajes que pinto para que queden pendientes de su respectivo cuento y s¨ª, cada vez que sale el mundo a los balcones, yo aplaudo desde el encierro y evito salir las m¨¢s veces posibles porque me gusta m¨¢s abrazar a las enfermeras de lejos, acercarme al abrazo de los m¨¦dicos y doctoras desde una distancia similar a la que he de establecer conmigo mismo para confirmar que en realidad todo esto se podr¨ªa explicar en tautolog¨ªa:
Se queda siempre el que se va; se acerca quien se aleja por afecto o precauci¨®n. Se puede escribir con s¨®lo vivir leyendo y se lee lo escrito, pero tambi¨¦n todo lo inasible o invisible. En el silencio nutre como nada la m¨²sica, la m¨²sica de veras. Agrego que ahora suma todo lo que resta y que no todo lo que dicen los dem¨¢s es verdad, as¨ª como no todas las mentiras son falsas¡ por ende, ha de permanecer lo fugitivo y se esfuma lo imbatible; se te olvida la memoria palpable y recuerda lo que no te consta para que en el enrevesado juego del espejo te veas sin mirarte y condesciendas con tu propia indiferencia o desidia para proponerte a ti mismo que ma?ana, al amanecer, dormir¨¢s el sue?o donde cambies y que una vez dormido, despiertes con la clara intenci¨®n de no hacer nada nuevo o nada m¨¢s que lo que siempre supiste que te honra o eleva, para volver a volar sin moverte y regresar a Constantinopla donde jam¨¢s estuviste y desconocer ese gui?o tan tuyo que te sorprende ahora que te ves un poco m¨¢s alejado que de costumbre, con una sonatina de fondo, y te r¨ªes todo serio¡ con unas calladas ganas de abrazarte.
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