Coronavirus: la contundente moraleja que deja Am¨¦rica del Sur
Am¨¦rica Latina asiste a un interesante proceso esclarecedor respecto de lo que pasa en un pa¨ªs cuando conf¨ªa en los cient¨ªficos, o cuando se les ignora
La crisis sanitaria mundial disparada por la aparici¨®n de la covid-19 ha generado una enorme atenci¨®n medi¨¢tica sobre c¨®mo se desempe?an los distintos pa¨ªses del mundo. Esa atenci¨®n se centr¨® primero en China, el lugar donde se produjo un primer estallido. Luego gir¨® hacia Europa, donde se suele comparar el desempe?o de Alemania y los pa¨ªses n¨®rdicos -relativamente virtuosos- con el de Italia, Espa?a, Francia y Reino Unido, donde el virus peg¨® dur¨ªsimo. Y, finalmente, el foco se puso en Estados Unidos, el pa¨ªs m¨¢s golpeado del planeta. En medio de todo esto, en Am¨¦rica Latina se est¨¢ asistiendo a un interesante proceso que parece, en principio, muy esclarecedor respecto de lo que pasa en un pa¨ªs cuando conf¨ªa en los cient¨ªficos, o cuando se les ignora.
Tal vez la manera m¨¢s did¨¢ctica de encararlo sea comparar lo que ocurre en Argentina y en Brasil, los dos pa¨ªses m¨¢s relevantes del subcontinente. Los n¨²meros son reveladores. El ¨²ltimo jueves, Brasil inform¨® que hab¨ªan fallecido 540 personas en su territorio. Eso es cerca de dos veces y media los muertos que tuvo la Argentina desde el comienzo de la crisis ?en un solo d¨ªa! Desde mediados de marzo, Brasil acumula m¨¢s de 6.000 muertos y la Argentina apenas 218. El mismo jueves que Brasil informaba que los muertos hab¨ªan superado el medio millar, solo cuatro argentinos hab¨ªan perdido la vida por la covid-19. El contraste, como se ve, es estremecedor. No hay razones de tama?o que lo expliquen: Brasil cuadruplica a la Argentina en cantidad de habitantes, pero multiplica por 30 la cantidad de cad¨¢veres.
Esos desempe?os contradictorios se deben a dos acercamientos igualmente opuestos al problema. El presidente brasile?o Jair Bolsonaro desconfi¨® de las recomendaciones cient¨ªficas desde el primer momento y, entonces, combati¨® la idea de que la gente deb¨ªa encerrarse en sus casas. Bolsonaro argument¨® muchas veces que Brasil no deb¨ªa entrar en cuarentena por razones econ¨®micas, y en otras oportunidades apel¨® a enfoques rar¨ªsimos: el virus era una f¨¢bula medi¨¢tica, una conspiraci¨®n comunista y todas esas cosas. Bolsonaro, adem¨¢s, se quej¨® cuando algunos gobernadores decidieron suspender las clases, organiz¨® una fiesta de dos d¨ªas para celebrar su cumplea?os y el de su mujer en medio de la crisis, realiz¨® actos proselitistas en los que nadie usaba barbijos.
El peronista Alberto Fern¨¢ndez, en cambio, decret¨® la cuarentena cuando Argentina apenas ten¨ªa dos muertes. Lo hizo aconsejado por un comit¨¦ de cient¨ªficos de primer nivel, que lo fueron guiando a cada paso, pero adem¨¢s consensu¨® la medida con los l¨ªderes territoriales, que responden a su fuerza pol¨ªtica y a la principal oposici¨®n, mostr¨¢ndose con unos y con los otros alternativamente. Estas medidas tuvieron consecuencias que se verifican en los n¨²meros: apenas cinco muertes por cada mill¨®n de habitantes.
Argentina est¨¢ entre los pa¨ªses de Am¨¦rica y Europa donde esa proporci¨®n es la m¨¢s peque?a, junto con Uruguay, Colombia, Bolivia y Paraguay, cuyos Gobiernos tambi¨¦n, en mayor o menor medida, aplicaron estrategias restrictivas a la vida cotidiana. Algunos fueron m¨¢s estrictos que otros, pero ninguno de esos pa¨ªses debi¨® convivir con un l¨ªder que, abiertamente, impulsara a la gente a salir a la calle, a seguir como si nada ocurriera, y se peleara a diario con quienes advert¨ªan sobre los peligros de esas conductas. De hecho, Bolsonaro despidi¨® a su ministro de Salud, porque este defend¨ªa la necesidad de que la gente se encerrara.
Un caso intermedio es lo que sucede en M¨¦xico. Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador pareci¨® en varios momentos seguir el camino de Donald Trump y Jair Bolsonaro. ¡°Salgan a pasear¡±, recomend¨® cuando la crisis ya estaba lanzada, y d¨ªas antes de establecer l¨ªmites a la vida precovid-19. M¨¦xico viene sufriendo un creciente n¨²mero de v¨ªctimas: casi 2.000 al momento de cerrar esta nota. Est¨¢ lejos de los n¨²meros de Brasil y muy lejos de los estadounidenses. Pero, para un pa¨ªs de Am¨¦rica Latina representa una cifra muy alta, y creciente adem¨¢s. Cada d¨ªa supera el centenar de muertos, cuando en el Cono Sur se mueven alrededor de la d¨¦cima parte de eso.
Esta historia, claramente, no est¨¢ terminada. Las sociedades que entraron en cuarentena a¨²n no saben c¨®mo salir de ella. En el caso argentino, adem¨¢s, esto se produce en el marco de una profunda crisis econ¨®mica que ha aumentado de manera exponencial la cantidad de pobres. Algo parecido sucede en casi todo el resto del continente, que en estos ¨²ltimos meses sufri¨® revueltas en pa¨ªses tan diferentes como Ecuador, Venezuela, Chile y Bolivia. Es un continente en extrema tensi¨®n por su empobrecimiento y, a primera vista, el virus solo podr¨¢ potenciar esos problemas.
Los gobiernos que aplicaron alguna versi¨®n de la cuarentena sostienen que estos cuarenta d¨ªas, al menos, les sirvieron para preparar mucho mejor su sistema sanitario, entrenar a sus m¨¦dicos, organizar salas con distinto nivel de complejidad por si finalmente se produce el aluvi¨®n. Y al mismo tiempo, en estas semanas pudieron concientizar a su poblaci¨®n sobre las conductas preventivas que deben tomar en sus vidas cotidianas: protecci¨®n de la poblaci¨®n de riesgo, medidas de higiene elementales, o distanciamiento social.
El mundo, como siempre, se divide entre los optimistas y los pesimistas. Los primeros sostienen que los grandes contagios se produjeron en pa¨ªses donde el virus ya hab¨ªa llegado y se manten¨ªa la vida normal: reuniones familiares, recitales de m¨²sica o encuentros en bares, restaurantes, cines, teatros, escuelas, manifestaciones o en el transporte p¨²blico. Eso no ocurri¨® en los pa¨ªses de Am¨¦rica que percibieron el riesgo a tiempo y tampoco ocurrir¨¢ en los pr¨®ximos meses, con lo cual, aun si sube el n¨²mero de infectados y muertos, la crisis no ser¨¢ tan dura.
Los pesimistas argumentan que en Am¨¦rica del Sur a¨²n no lleg¨® el invierno, que es la estaci¨®n m¨¢s propicia para la propagaci¨®n del virus y que, adem¨¢s, las cuarentenas han evitado los contagios, que se producir¨¢n a medida que la gente salga a la calle. Esos contagios ser¨ªan inevitables y, entonces, tarde o temprano llegar¨¢ la crisis: no es que se evit¨® la tragedia, sino que se pospuso. ¡°Europa dej¨® una monta?a atr¨¢s. Nosotros la tenemos por delante¡±, ha dicho Fern¨¢n Quiroz, el ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, un partidario de extender la cuarentena lo m¨¢s posible en el tiempo, y en su rigidez actual: en Buenos Aires no est¨¢n permitido siquiera los paseos con ni?os. ?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando el virus entre en las prisiones? ?Y en los geri¨¢tricos? ?Y en las villas miserias? Esas siguen siendo preguntas angustiantes.
Pero el debate entre pesimistas y optimistas es posible solo en los pa¨ªses que se resguardaron a tiempo. En los otros, aquellos que tuvieron la desgracia de que sus l¨ªderes subestimaran el problema, ya no hay discusiones o pron¨®sticos encontrados: solo hay dolor.
Hace pocos d¨ªas le preguntaron a Jair Messias Bolsonaro por la cantidad de muertos en su pa¨ªs: ¡°?Por qu¨¦ me lo preguntan a m¨ª? ?Qu¨¦ quieren que haga? Me llamo Messias, pero no hago milagros¡±.
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