Dignidad
S¨¢nchez y su Gobierno se entregaron a luchar contra una imagen de fracaso, magnificada desde PP y Vox
En la jerarqu¨ªa romana de valores, la dignidad, dignitas, no representaba la posici¨®n de poder de un ciudadano, derivada del puesto ocupado, sino el prestigio que le era reconocido por el cumplimiento riguroso de sus deberes y las normas vigentes. De la posesi¨®n de dignitas depend¨ªa que quien ejerc¨ªa un cargo dispusiera, al margen de las competencias asignadas al mismo, de auctoritas, una superioridad moral que induc¨ªa a los dem¨¢s a seguir sin coacci¨®n sus directrices. La p¨¦rdida de dignitas afectaba seriamente a quien ejerc¨ªa el poder y a las propias instituciones republicanas.
Es lo que viene sucediendo a nuestro presidente, desde que la crisis sanitaria arruin¨® su pretensi¨®n inicial: consolidar su auctoritas en un pa¨ªs que apenas iba a sufrirla. Intent¨® mantener el tipo cuando los datos lo negaban y el aura de prestigio se convirti¨® en liderazgo militarizado. S¨¢nchez y su Gobierno se entregaron entonces a luchar contra una imagen de fracaso, magnificada desde PP y Vox, borrar sus presumibles responsabilidades e invalidar toda cr¨ªtica. De ah¨ª la ofensiva contra la autonom¨ªa judicial y su instrumento de investigaci¨®n, sin renunciar a la intimidaci¨®n y la posverdad para imponerse. ¡°Salimos m¨¢s fuertes¡±, anuncia el Gobierno: tr¨¢gica mentira. Culmina la gran operaci¨®n de marketing de Ivan Redondo: S¨¢nchez nunca asociado con la muerte, sino liderando su derrota. No importa la erosi¨®n sufrida por su auctoritas.
M¨¢s a¨²n cuando S¨¢nchez lo subordina todo a durar ¡°cuatro a?os¡±. Actitud comprensible en Erdogan, no en un dem¨®crata. A ese fin, sacrifica enteramente su dignitas, pactando sin necesidad con Bildu, con olvido de las v¨ªctimas, y reverenciando a independentistas que no le votan.
Ello encaja con la agresividad tolerada del vicepresidente, que desborda una y otra vez a los ministros socialistas y desencadena guerras de palabras acordes con su visi¨®n bipolar de la pol¨ªtica, frente al capitalismo y ¡°la ultraderecha¡± (eso s¨ª, vociferante). Es una l¨®gica de destrucci¨®n del otro, leninista, que lleva a cruzar insultos y a denunciar supuestos impulsores de golpes de Estado. Odio y propaganda. En su patchwork mental, el maestro es aqu¨ª Maduro: la oposici¨®n, al enfrentarse a su poder, inevitablemente conspira y prepara golpes de Estado.
Estamos ante un enunciado performativo, donde la falsa evidencia convierte algo inexistente en un hecho real, en amenaza que de inmediato legitima la acci¨®n punitiva (y adem¨¢s la del Gobierno contra toda instituci¨®n ind¨®cil). Cuando en verdad la amenaza con Iglesias es el golpe de Estado permanente, Mitterrand dixit, de un poder personal que vulnere las reglas de juego constitucionales. Al riesgo para la convivencia acompa?ar¨ªa el eclipse de la dignitas, personal y de las instituciones. La pandemia resuelve: bajan muertos, vence S¨¢nchez.
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