Despu¨¦s de las calles
?En qu¨¦ se convierte esa enorme cantidad de ira, frustraci¨®n, pero tambi¨¦n alegr¨ªa, ilusi¨®n, sentimiento de pertenencia, prop¨®sito y demandas colectivas?
La calle es contagiosa. Y no por el virus. Las im¨¢genes de las protestas por la muerte de George Floyd y contra la brutalidad policial en Estados Unidos han prendido la mecha en numerosos lugares del mundo. Una vez m¨¢s, la gente est¨¢ dispuesta a reclamar en la calle lo que considera que no est¨¢ recibiendo de las instituciones. 2019 fue un a?o de protestas globales. La pasada d¨¦cada en su conjunto lo fue: desde la primavera ¨¢rabe hasta Hong Kong, desde Santiago de Chile hasta Beirut, desde Par¨ªs hasta Teher¨¢n¡ Seg¨²n el ?ndice de Paz Global que publica en espa?ol esglobal, desde 2011 ha habido un fuerte incremento de los disturbios civiles. Europa es la regi¨®n con mayor n¨²mero de protestas, revueltas y huelgas entre aquel a?o y 2018, la gran mayor¨ªa de car¨¢cter no violento.
Como pregunta un art¨ªculo de The Wilson Quarterly, ?es democracia en acci¨®n o democracia en crisis? Y, sobre todo, ?qu¨¦ queda despu¨¦s de las calles?, ?en qu¨¦ se convierte esa enorme cantidad de ira, frustraci¨®n, pero tambi¨¦n alegr¨ªa, ilusi¨®n, sentimiento de pertenencia, prop¨®sito y demandas colectivas?
A quienes observamos desde Europa, nos sorprende la rapidez con la que se ha decidido en una ciudad como Minneapolis desmantelar la polic¨ªa y crear un nuevo sistema de seguridad ciudadana. Una rapidez relativa, si se considera que las acusaciones de racismo vienen de muy atr¨¢s, pero real cuando se anuncia todav¨ªa en medio de las protestas. No es tan habitual tomar ese tipo de decisiones pol¨ªticas en caliente. Los cambios legislativos deben llevar otros cauces y llevan su tiempo; mucho m¨¢s la transformaci¨®n de las mentalidades. En la extensa literatura de las protestas es dif¨ªcil encontrar un patr¨®n que ofrezca conclusiones uniformes sobre su resultado final. Pero algunos ejemplos s¨ª demuestran su impacto a medio plazo.
En la primavera de 2011, el movimiento 15-M de Madrid inaugur¨® una nueva forma de protesta contra el sistema pol¨ªtico y econ¨®mico. Tras muchos debates sobre su ¡°institucionalizaci¨®n¡±, uno de sus principales resultados fue el nacimiento de un partido, Podemos, que hoy, nueve a?os despu¨¦s, es socio de coalici¨®n en el Gobierno.
La versi¨®n estadounidense del 15-M, Occupy Wall Street, no tuvo esa traslaci¨®n directa en las instituciones, pero s¨ª introdujo en el debate pol¨ªtico conceptos como el de la desigualdad del 1%. Una idea recogida por el senador y candidato dem¨®crata Bernie Sanders y que, por su vinculaci¨®n directa con las minor¨ªas raciales, tambi¨¦n forma parte esencial de las protestas de estos d¨ªas.
Con todas sus limitaciones, la calle ha recuperado su papel como foro alternativo para canalizar la frustraci¨®n con una pol¨ªtica percibida como ineficaz a la hora de ofrecer soluciones a los problemas reales de la ciudadan¨ªa. Y tiene pinta de que seguir¨¢ haci¨¦ndolo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.