Nosotros
Ahora, los enemigos de la unidad europea son los reaccionarios de siempre, los id¨®latras de la identidad, pero ahora cuentan con el socorro de partidos arcaicos maquillados de progreso
La primera unidad europea fue consecuencia de la potente civilizaci¨®n romana que tuvo la capacidad de acoger bajo su fortaleza al continente entero. La fuerza militar y la aplicaci¨®n de un Derecho civil eficaz lograron que toda Europa hablara lat¨ªn. La segunda unidad, tras la disoluci¨®n feudal del imperio, comenz¨® a forjarse con la potencia industrial y el talento de los ingenieros del siglo XIX. Fue la red de ferrocarriles la que derrib¨®, como una gigantesca m¨¢quina de coser, las murallas nacionales hasta convertirlas en costurones a trav¨¦s de los cuales pod¨ªan circular todos los europeos. As¨ª apareci¨® una conciencia europea gracias a la energ¨ªa industrial y el talento cultural. Aquella Europa hablaba franc¨¦s.
La tesis de Orlando Figes en Los europeos (Taurus) es que la aparici¨®n de esa conciencia fue obra tanto del progreso material como del ¨ªmpetu cultural. La red de hierro logr¨® que en 1900 todo el continente leyera los mismos libros, comprara l¨¢minas de los mismos cuadros, tocara la misma m¨²sica en los hogares o acudiera a las mismas ¨®peras en todas las capitales. Figes ilustra esta unificaci¨®n con tres figuras, Iv¨¢n Turguenev, el empresario Louis Viardot y su mujer, Paulina Garc¨ªa, la m¨¢s brillante diva europea. Los tres se movieron por toda Europa como si fuera una sola naci¨®n.
La reacci¨®n nacionalista contra esta unidad provocar¨ªa dos guerras mundiales y casi 50 millones de muertos. Nosotros vivimos una tercera globalizaci¨®n t¨¦cnica, pero no han cambiado tanto las cosas. Los enemigos de la unidad europea son los reaccionarios de siempre, los id¨®latras de la identidad, pero ahora cuentan con el socorro de partidos arcaicos maquillados de progreso. Otro fantasma recorre Europa.
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