Los que se fueron
Detr¨¢s de cada fallecido por la pandemia hay una vida llena de grandezas y menudencias
La vida est¨¢ llena de cosas raras. Nunca terminan de estar claras las relaciones que cada cual tiene con el pasado ni tampoco las expectativas que se tienen del futuro. No se entiende bien por qu¨¦ se recuerdan mejor algunos episodios y no otros, ni c¨®mo la infancia de pronto irrumpe a la vuelta de la esquina y da sentido y ayuda a entender algo que est¨¢ sucediendo ahora, o a veces lo complica y enmara?a. Hay asuntos que se vuelven obsesivos, costumbres que marcan el paso de las horas como una bendici¨®n o una condena, inquietudes que empujan hacia un lugar no previsto. Encuentros felices, encuentros desdichados. Momentos de gozo y de tristeza. Y luego est¨¢ lo que ocurre afuera, la historia. Pongamos, la de Espa?a. En el siglo XX hubo una guerra civil y luego vino una larga dictadura, a?os de hambre y de represi¨®n, el pa¨ªs se fue abriendo despu¨¦s poco a poco, muri¨® el tirano, se conquist¨® la democracia. Ayer en el Congreso se aprob¨® el decreto que regular¨¢ la llamada nueva normalidad, lo que viene despu¨¦s de ese mazazo enorme que fue la llegada de la pandemia y los muertos que el coronavirus se llev¨® por delante. Una cifra enorme de la que es dif¨ªcil hacerse cargo, sobre todo porque detr¨¢s de cada n¨²mero hay una vida llena, repleta de detalles insustituibles.
En uno de sus libros m¨¢s admirables, Los emigrados, el escritor alem¨¢n W. G. Sebald se sumerge en las vidas de cuatro personas anodinas y es ah¨ª, a trav¨¦s de la multitud de episodios que va sacando a la luz, donde se revela la inagotable riqueza que hay en cada existencia. Nada es irrelevante para Sebald, cualquier hilo le sirve para ir tirando hacia adelante y poder as¨ª explorar qu¨¦ les pas¨® a cada uno de ellos, y de qu¨¦ manera la historia los zarande¨® y les cambi¨® el proyecto que acaso barruntaron de su porvenir. Esa historia es la de Alemania en el siglo XX, as¨ª que est¨¢ primero la Gran Guerra, luego la Rep¨²blica de Weimar, la llegada al poder de los nazis, el proyecto totalitario de Hitler, la aniquilaci¨®n de los jud¨ªos. Los cuatro fueron en alg¨²n momento empujados a salir de su hogar y tuvieron que reconstruirse en otra parte.
Cuando el doctor Henry Selwyn, por ejemplo, vuelve la vista atr¨¢s descubre que lo que m¨¢s le doli¨® cuando lo llamaron a filas durante la Gran Guerra fue separarse del gu¨ªa Johannes Naegeli, con el que hac¨ªa alpinismo en los Alpes: le desgarr¨® el alma, mucho m¨¢s que despedirse de la que se convertir¨ªa en su esposa cuando acab¨® la pesadilla. Paul Bereyter, que fue maestro de Sebald cuando este era ni?o, tuvo de joven un lujoso coche que le serv¨ªa para fardar un mont¨®n cuando recorr¨ªa el Tirol. Ambros Adelwarth estuvo contando hasta el amanecer la desmesurada cantidad de dinero que su amigo Cosmo Solomon gan¨® en un casino de Deauville. El cuarto, Max Ferber, le dijo durante una larga conversaci¨®n: ¡°Los recuerdos que me persiguen tienen car¨¢cter de obsesiones. Cuando pienso en Alemania me da la sensaci¨®n de que algo demente anida en mi cabeza¡±. Son an¨¦cdotas tomadas al azar, la vida est¨¢ llena de estas menudencias y de dolores descomunales, golpes de suerte, asuntos recurrentes de los que no hay manera de salir.
No siempre hay un Sebald con el talento literario para volver a armar los vericuetos de unas cuantas vidas, pero nunca hay que olvidar que cada una de las que se llev¨® esta pandemia por delante estuvo llena de riqueza, de grandezas y de nader¨ªas. Como las de todos.
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