Seamos realistas, pensemos lo imposible
Si miramos a nuestro alrededor, es posible ver brotes de perspectivas esperanzadas. O¨ªmos voces que proclaman la necesidad de comprometernos en la construcci¨®n de un mundo m¨¢s justo y sostenible
Despu¨¦s de un largo periodo de espera, preocupaci¨®n y encierro en casa, ha llegado el momento de preparar nuestra vuelta al mundo p¨²blico de los colegios, las oficinas, los restaurantes y los servicios p¨²blicos. ?Pero c¨®mo vamos a regresar a la sociedad? ?Retomamos el hilo y seguimos adelante con nuestras vidas como si no hubiera ocurrido nada? ?O acaso el periodo de confinamiento nos ha inspirado para reflexionar sobre el mundo y darnos cuenta de que es necesario cambiar si queremos salvar nuestro planeta para las generaciones futuras?
La crisis de la covid-19 nos ha vuelto a muchos m¨¢s conscientes de las cosas que han salido mal durante los ¨²ltimos decenios de pol¨ªticas neoliberales en Occidente: las desigualdades econ¨®micas, el cambio clim¨¢tico, la falta de solidaridad, el fracaso de nuestros servicios p¨²blicos y la injusticia social, entre otras. Probablemente, muchos aspiramos a un mundo mejor, m¨¢s sostenible y m¨¢s justo. La pregunta, por tanto, es c¨®mo vamos a cambiar esas cosas y vamos a hacer realidad un mundo mejor, sin volver a caer en los modelos de explotaci¨®n irresponsable, agotamiento de los recursos y rentabilidad econ¨®mica solo para unos pocos.
Distintos fil¨®sofos de diversas tradiciones han demostrado que una de las condiciones para poder cambiar es el poder de la esperanza. Antes de emprender ninguna iniciativa transformadora, tenemos que ¡°aprender otra vez a tener esperanza¡±, como dijo el fil¨®sofo jud¨ªo Ernst Bloch (1885-1977) en la introducci¨®n de su famoso libro El principio esperanza. Las primeras frases podr¨ªan haberse escrito hoy, y no hace 70 a?os: ¡°?Qui¨¦nes somos? ?De d¨®nde venimos? ?Ad¨®nde vamos? ?Qu¨¦ esperamos? Muchos se sienten confusos. El suelo tiembla, y no saben por qu¨¦ ni de qu¨¦. [...]Se trata de aprender otra vez a tener esperanza. La esperanza, superior al miedo, no es pasiva ni est¨¢ encerrada en la nada. La emoci¨®n de la esperanza da amplitud a las personas, en lugar de encerrarlas¡±.
Aprender otra vez a tener esperanza significa, ante todo, superar nuestros sentimientos de impotencia, frustraci¨®n y miedo. Esta dif¨ªcil tarea solo puede llevarse a cabo gracias a nuestras aptitudes sociales para conectar con otros y nuestras aptitudes creativas para pensar de forma imaginativa. Aprender otra vez a tener esperanza significa tratar de concebir el mundo como si todav¨ªa no existiera. Es la exploraci¨®n y el desarrollo de visiones ut¨®picas de un mundo m¨¢s justo y sostenible, en el significado griego original de la palabra outopos: un lugar inexistente, pero mejor. Las visiones y las ideas esperanzadas y ut¨®picas no solo nos ayudan a criticar el statu quo actual de la sociedad occidental y descubrir sus defectos, sino tambi¨¦n a imaginar un mundo en el que se destruya menos la biosfera y haya menos injusticias socioecon¨®micas.
Tenemos que ¡°ser realistas y pensar lo imposible¡±, como escribi¨® Bloch. Esta es otra definici¨®n de esperanza. Pensar lo imposible ¡ªo lo que a¨²n no es realidad¡ª, adem¨¢s de ser un requisito para el cambio, justifica nuestra naturaleza humana. Nuestra capacidad de hablar, pensar y crear nos convierte en ¡°un sustrato de posibilidades¡±. Podemos imaginar lo que nosotros, y el mundo, podr¨ªamos ser, y esa perspectiva es precisamente lo que nos da esperanza.
Como seres humanos estamos anclados en el tiempo; podemos reflexionar sobre el pasado y podemos so?ar sobre el futuro. El futuro todav¨ªa es desconocido, es a¨²n una mera posibilidad. Por eso, Bloch puede escribir: ¡°El tiempo es esperanza¡±. Debemos tomar en serio nuestro ¡°estar en el tiempo¡± y nuestra capacidad de esperar e imaginar para poder ser fieles a nuestra humanidad.
Antes de volver a salir al mundo, tenemos que ser muy conscientes de este fundamento de esperanza en el que se apoya toda vida humana. No es el momento de abusar del cinismo, el escepticismo y la iron¨ªa. Seguramente asomar¨¢n m¨¢s adelante y nos convertir¨¢n en objeto de humor, pero, por ahora, debemos aprender de nuevo a tener esperanza para poder transformarnos.
Tambi¨¦n debemos ser m¨¢s conscientes de nuestro estar en el tiempo. En la sociedad capitalista occidental hemos vivido bajo una enorme presi¨®n temporal; en el ¨²ltimo siglo, el tiempo se ha vuelto, cada vez m¨¢s, un criterio exclusivamente econ¨®mico. Como nos pagan en funci¨®n de las horas que trabajamos, el tiempo se ha convertido en dinero. Los beneficios aumentan si se hace el mismo trabajo en menos horas; el tiempo se ha vuelto escaso y estamos en una din¨¢mica acelerada que muchas veces nos causa cansancio y estr¨¦s cr¨®nicos. Esta fatiga no es buena. No solo nos enferma y nos deprime, sino que pone en peligro nuestra capacidad de imaginar y esperar.
Cuando el tiempo se convirti¨® en dinero se vincul¨® casi por completo al verbo ¡°tener¡±; dej¨® de pertenecernos a nosotros y al verbo ¡°ser¡±, ya no ¡°¨¦ramos en el tiempo¡±. Esta reducci¨®n del tiempo al modelo econ¨®mico y cronol¨®gico nos distanci¨® de nosotros mismos, de nuestro trabajo, de los dem¨¢s y del mundo, como se?alaron Rosa Luxemburgo y Hannah Arendt. Debemos comprender que no solo ¡°tenemos¡± y medimos el tiempo, sino que tambi¨¦n ¡°somos¡± y experimentamos el tiempo. El tiempo del reloj econ¨®mico no es m¨¢s que una perspectiva abstracta y artificial que, bajo las leyes del capitalismo, ha ensombrecido casi cualquier otra experiencia del tiempo.
Si el tiempo es esperanza, como dice Bloch, solo puede emanar de nuestro estar en el tiempo, y no de los principios alienantes del tiempo econ¨®mico. Debemos volver a prestar atenci¨®n a esta experiencia interior del tiempo, que se presenta cuando estamos descansando, pensando, so?ando despiertos, meditando, caminando, leyendo o pintando. Muchas personas han experimentado este ¡°tiempo interior¡± sin querer durante el confinamiento, si es que no estaban esforz¨¢ndose sin parar en hospitales y otros servicios p¨²blicos. Los que hemos tenido que quedarnos en casa hemos perdido el hilo del tiempo econ¨®mico y, tras una primera fase de malestar y angustia, quiz¨¢ hemos experimentado ya ese otro tiempo que Bloch llamaba ¡°la captura de la eternidad en el momento¡±. La esperanza surge de ese ¡°momento¡±, que se?ala el principio de cualquier cambio o creaci¨®n.
Si miramos con cuidado a nuestro alrededor, es posible que veamos ya estos brotes de perspectivas esperanzadas. O¨ªmos cada vez m¨¢s voces que proclaman en voz alta la necesidad de un mundo sostenible y vemos nuevas iniciativas democr¨¢ticas en pa¨ªses como B¨¦lgica, Irlanda y Dinamarca, con consejos c¨ªvicos en los que la gente se involucra m¨¢s y se compromete con el mundo sociopol¨ªtico. O¨ªmos protestas m¨¢s sonoras contra las injusticias fiscales que favorecen a las multinacionales y al pu?ado de supermillonarios que dirigen el mundo, leemos con m¨¢s seriedad las propuestas de una renta b¨¢sica, vemos a grupos locales que organizan huertos comunitarios y fuentes de energ¨ªa sostenible en sus pueblos o en sus barrios.
La esperanza ciega la raz¨®n, dir¨¢n quiz¨¢ algunos pol¨ªticos. Por supuesto, a veces. Pero vivir sin esperanza significa vivir sin imaginaci¨®n ni compasi¨®n, que es no vivir en absoluto. Verdaderamente no tenemos m¨¢s remedio. Si queremos salvar nuestro planeta y mantener nuestro mundo humano, debemos empezar a esperar e imaginar un mundo mejor ya. Oscar Wilde ten¨ªa raz¨®n cuando escribi¨®: ¡°Un mapa del mundo que no incluya Utop¨ªa no merece ni que se le eche un vistazo, porque deja fuera el ¨²nico pa¨ªs en el que la humanidad siempre acaba desembarcando¡±.
Joke J. Hermsen es fil¨®sofa.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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