Covid-19 y la herida en el ¨²tero
No habr¨ªa muerte, desangre o sufrimiento si el aborto fuera reconocido como debe ser: una necesidad esencial de salud
Ella fue descrita en la noticia como mujer an¨®nima de 31 a?os. El t¨ªtulo dec¨ªa ¡°el caso sucedi¨® en Bom Jesus do Norte¡±, una geograf¨ªa infeliz para quien muri¨® por planificar la vida. Por lo que se conoce, ella fue la primera mujer en morir por un aborto clandestino en Brasil durante la pandemia. La mujer sin nombre ¡°estaba embarazada de dos meses¡±, dice el marido. Fue dos veces a buscar ayuda en espacios de muerte, los lugares inseguros para un aborto. Us¨® una sonda, permanganato de potasio, jeringas. Muri¨® de un paro card¨ªaco. ?Por qu¨¦ insist¨ªa? No sabemos y no nos importa la intimidad de sus razones. Basta saber que era una mujer decidida a no ser forzada a la maternidad durante la pandemia.
Ella muri¨® por la pandemia. La causa y el efecto pueden ser disputados en esta narrativa, es verdad: su muerte no fue por la covid-19, sino por las pol¨ªticas que regulan los cuerpos de las mujeres como materia a ser controlada por la ley penal. La mujer an¨®nima muri¨® como se arriesgaban miles de mujeres en las pr¨¢cticas inseguras de los a?os 1970 o 1980 en Am¨¦rica Latina, antes de la circulaci¨®n clandestina del misoprostol (cytotec) como p¨ªldora abortiva. El confinamiento impuesto por la pandemia aument¨® las barreras de acceso de las mujeres pobres al aborto clandestino por medicamentos. No fue que la mujer an¨®nima muri¨® sangrando¡ªla herida del ¨²tero no es aleg¨®rica aqu¨ª. Los espacios inseguros hacen desangrar a algunos cuerpos, mientras otros se protegen de la pandemia distantes de la amenaza del virus o de la ley penal.
Necropol¨ªtica se volvi¨® la palabra obligatoria para describir los efectos de la pandemia en unos cuerpos y no en otros. La palabra fue creada por un cuerpo-autor que sobrevive a los efectos de la necropol¨ªtica en el racismo, Achille Mbembe de Camer¨²n. La necropol¨ªtica provoca la destrucci¨®n de los cuerpos, abandon¨¢ndolos en los ¡°espacios de muerte¡±. Habitar los espacios de muerte no es una elecci¨®n de los individuos, sino una t¨¢ctica saqueadora de los poderes que regulan las desigualdades. As¨ª es el encarcelamiento masivo de poblaciones negras y latinas en Estados Unidos y en Brasil. Es as¨ª que pensamos a cada mujer que busca una cl¨ªnica clandestina e insegura de aborto durante la pandemia. La mujer an¨®nima fue v¨ªctima de la necropol¨ªtica patriarcal que hace uso de la ley penal para perseguir, castigar y matar mujeres.
El c¨®digo de la muerte de esta mujer en el certificado de defunci¨®n deber¨ªa ser disputado. El C¨®digo Internacional de Enfermedades (CIE) resume las razones por las cuales mueren las poblaciones. Ni I46 de ¡°paro card¨ªaco¡± u O06 de ¡°aborto no especificado¡± explicaron cabalmente de qu¨¦ muri¨® la mujer an¨®nima. Deber¨ªa tener los n¨²meros m¨¢s complejos del manual de enfermedades que combinase el ¡°nuevo virus covid¡± U07.1 con Z59.6, que describe la muerte relacionada con el ¡°bajo rendimiento¡±. La mujer an¨®nima muri¨® porque era pobre, porque sobreviv¨ªa a la pandemia con el cuerpo marcado por el patriarcado racista de las Am¨¦ricas: ser¨ªa el n¨²mero de las m¨²ltiples interseccionalidades de las desigualdades en los c¨®digos de las enfermedades. Muri¨® porque vive en la regi¨®n que m¨¢s criminaliza el aborto en el mundo. Ella muri¨® por la pandemia de la covid-19, pues las reglas de aislamiento social hicieron a¨²n m¨¢s dif¨ªcil el acceso a la clandestinidad segura para el aborto.
La necropol¨ªtica patriarcal no conoce fronteras. En Rumania, de los 280 hospitales p¨²blicos, solamente 11 ofrec¨ªan aborto como servicios esenciales en salud durante la pandemia. La pandemia se convirti¨® en el acontecimiento para restringir los derechos reproductivos sin necesidad de nombrarlos como batalla pol¨ªtica ¡ªbasta el aislamiento social, el riesgo de contagio en las calles, la priorizaci¨®n de lo que ser¨ªan necesidades de salud en tiempos de emergencia. Tan tr¨¢gica como la muerte de la mujer an¨®nima en Brasil, fue la peregrinaci¨®n de la mujer de Polonia que, despu¨¦s de intentar el aborto con pastillas en la clandestinidad, condujo hasta Alemania para de ah¨ª tomar un vuelo hasta Inglaterra. En el trayecto, dorm¨ªa en el autom¨®vil. Exhausta, sufri¨® un accidente de tr¨¢nsito, fue hospitalizada. Cuando finalmente pudo acceder al aborto, estaba dos d¨ªas m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite gestacional autorizado por la ley de Inglaterra para acceder al servicio. Vive ahora un intenso sufrimiento mental por ser forzada a seguir embarazada.
La an¨®nima brasile?a muri¨® por el cruce nefasto de la ley penal con la pandemia de la covid-19. La an¨®nima de Polonia enloqueci¨® por la misma raz¨®n. Pero no por casualidad ambas sobreviven a reg¨ªmenes pol¨ªticos de los m¨¢s autoritarios del planeta ¡ªson mujeres saqueadas por el patriarcado que hace de sus cuerpos la materia de persecuci¨®n moral para imponer la necropol¨ªtica como t¨¢ctica de exterminio de mujeres vulnerables. No hubiese muerte, desangre o sufrimiento si el aborto fuera reconocido como debe ser: una necesidad esencial de salud.
Debora Diniz es brasile?a, antrop¨®loga, investigadora de la Universidad de Brown. Giselle Carino es argentina, polit¨®loga, directora de la IPPF/WHR.
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