El derecho de Boris
La gesti¨®n de asuntos del primer ministro brit¨¢nico en temas tan importantes como la covid-19 o el Brexit llevan el germen de la discordia
En solo un a?o de mandato, el primer ministro brit¨¢nico, Boris Johnson, ha dilapidado su extraordinario capital pol¨ªtico, alcanzado en la m¨¢s trepidante victoria electoral conservadora desde la era de Margaret Thatcher. Su popularidad se ha desplomado a causa de lo que los ciudadanos consideran como la peor gesti¨®n de la pandemia, acuciada por los excesos fr¨ªvolos propios, y los de su gur¨² Dominic Cummings; su sectaria gesti¨®n del Brexit, que conlleva un aumento de los riesgos para la unidad del reino, y su progresiva soledad internacional, que contrasta con las promesas de que la independencia lo devolver¨ªa a posiciones de hegemon¨ªa en las revueltas aguas del tablero mundial. Y para empeorar las cosas, el laborismo parece haber iniciado su recuperaci¨®n tras la lamentable trayectoria de Jeremy Corbyn.
Le ser¨¢ dif¨ªcil remontar, pues m¨¢s all¨¢ de los errores personal¨ªsimos en la gesti¨®n de esos asuntos, todos ellos llevan en su ADN el germen de la discordia. El conservadurismo ingl¨¦s hab¨ªa recuperado parte de su distancia con las clases populares mediante grandes promesas de inversi¨®n y un proteccionismo rampante (la sugerencia de una competencia fiscal desleal con la UE). Pero esteriliz¨® ese logro populista al abandonar la tradicional compasi¨®n tory apostando en la pandemia por una darwinista inmunidad de grupo que priorizaba la econom¨ªa sobre la salud, sobre todo de los m¨¢s vulnerables: algo que, pese a su s¨²bita marcha atr¨¢s tras el r¨¦cord de fallecimientos, costar¨¢ de revertir.
Igualmente, su extremismo en la gesti¨®n del Brexit ha ignorado la sensibilidad de algunos territorios europe¨ªstas del reino. Como Escocia, cuyo rechazo a una salida sin pacto y su (m¨¢s apreciada) gesti¨®n del coronavirus ha encumbrado a su l¨ªder, Nicola Sturgeon, a su partido y por vez primera de forma tan rotunda, a las expectativas secesionistas. Todo ello sin olvidar que su cambio de postura sobre Irlanda del Norte ¡ªadmitiendo a rega?adientes una aduana interna con la isla mayor¡ª tiende a estrechar m¨¢s sus crecientes relaciones con la Rep¨²blica del sur, por evidentes sinergias econ¨®mico-geogr¨¢ficas, y por el difuso temor a perder los beneficios de la ayuda europea al proceso de paz.
Tambi¨¦n lo que se planteaba como principal alternativa a la pertenencia europea del pa¨ªs, el refuerzo de la ¡°relaci¨®n especial¡± con EE UU desde la paridad, se ha demostrado ya el fiasco preludiado por toda reflexi¨®n serena sobre los datos comparativos. El realineamiento de Johnson con la dureza de Donald Trump sobre China (veto a Huawei, tras coquetear con la postura europea de extremar su control, m¨¢s equilibrada) presagia que la antigua metr¨®poli acabe convirti¨¦ndose en colonia de su excolonia. Un desastre sin paliativos.
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