?Fascismo en Estados Unidos?
No son las acciones de Trump el mayor motivo de alarma; es que se llevan a cabo con un partido que desde hace tiempo es implacable para controlar un pa¨ªs en el que tiene un apoyo minoritario
Durante toda la presidencia de Donald Trump ha habido preocupaci¨®n por sus tendencias antidemocr¨¢ticas. Pero este verano, en plena crisis de EE UU, se est¨¢ hablando cada vez m¨¢s abiertamente de una variante especialmente peligrosa de autoritarismo ya conocida por la historia de Europa en el siglo XX. Despu¨¦s de estos a?os de violento sentimiento antiinmigraci¨®n, en los que ha habido cambios en las leyes para prohibir a los residentes de numerosos pa¨ªses musulmanes la entrada en EE UU, diatribas contra la prensa libre y, en las ¨²ltimas semanas, el env¨ªo de fuerzas federales a diversas ciudades para contrarrestar unas manifestaciones mayoritariamente pac¨ªficas en favor de la justicia racial, cada vez son m¨¢s los pol¨ªticos y periodistas que emplean el t¨¦rmino ¡°fascismo¡± para calificar la amenaza que representa el Gobierno de Trump.
La palabra ¡°fascismo¡± implica muchas cosas, y su uso en relaci¨®n con Trump es pol¨¦mico. Por eso merece la pena que los que pensamos que el uso de un t¨¦rmino tan dram¨¢tico s¨ª es adecuado nos detengamos a presentar nuestros argumentos. EE UU no es, por ahora, un r¨¦gimen fascista. Aunque los manifestantes se encuentren con violentas represalias de las fuerzas federales, podemos criticar al partido gobernante y su l¨ªder sin temor a sufrir repercusiones. Los tribunales est¨¢n ocupados por jueces muy partidistas, designados por Trump, pero act¨²an con relativa independencia. En el Congreso, la mayor¨ªa corresponde al partido de la oposici¨®n. Si hablamos de reg¨ªmenes, el Gobierno de Trump no preside un r¨¦gimen fascista.
Ser¨ªa ingenuo pensar solo en reg¨ªmenes que ya son fascistas. Estar¨ªamos indefensos ante los movimientos sociales y pol¨ªticos decididos a transformar las democracias liberales y empujarlas m¨¢s hacia el fascismo. Si somos verdaderamente antifascistas, tienen que inquietarnos todos los movimientos fascistas. Y esos movimientos pueden nacer y nacen en democracias. EE UU sigue siendo una democracia liberal, pero es leg¨ªtimo preocuparse.
Aunque creamos que es poco probable que EE UU se convierta en un r¨¦gimen fascista, tambi¨¦n es leg¨ªtimo preocuparse por las t¨¢cticas pol¨ªticas fascistas. La base de una democracia sana la forman las normas democr¨¢ticas liberales: el mismo respeto a todos los ciudadanos y la tolerancia de costumbres y creencias diferentes. Para la pol¨ªtica fascista, la diferencia es una amenaza mortal. La libertad, el alma de la democracia, es enemiga del fascismo. Lo que preocupa es la posible transformaci¨®n del r¨¦gimen de EE UU en el futuro. ?Qu¨¦ motivos hay para tener esos temores sobre la democracia m¨¢s antigua del mundo?
Un rasgo caracter¨ªstico de los movimientos y partidos fascistas es el racismo descarado. Y la pol¨ªtica del presidente siempre ha tenido algo que ver con el racismo. Desde 2015 no ha dejado de demonizar a los inmigrantes, y est¨¢ teniendo unas reacciones muy duras ante las protestas pol¨ªticas de los negros. Y ahora ha decidido deliberadamente basar su campa?a electoral en la oposici¨®n al movimiento en favor de la justicia racial Black Lives Matter y, lo m¨¢s inquietante de todo, ha calificado a sus impulsores de terroristas. Sin embargo, Trump no es el primer presidente que utiliza el racismo en una campa?a pol¨ªtica. Relacionar a los estadounidenses negros con la criminalidad es una t¨¢ctica tan frecuente en las elecciones presidenciales que no recurrir a la demagogia racial es la excepci¨®n. El candidato dem¨®crata actual, Joe Biden, tiene un historial muy conocido de demagogia racial apenas disimulada. Que un pol¨ªtico lleve a cabo una campa?a racista no es motivo suficiente para pensar que va a haber una infracci¨®n escandalosa de las normas pol¨ªticas tradicionales. Para comprender por qu¨¦ ahora hay m¨¢s preocupaci¨®n debemos ahondar m¨¢s.
Otra caracter¨ªstica de los l¨ªderes fascistas es c¨®mo alteran la realidad para hacer que su propaganda tenga visos de verdad. Cuando Trump decidi¨® enviar las fuerzas federales a Portland, las manifestaciones all¨ª y en otras ciudades hab¨ªan empezado ya a decaer; enviar las tropas a esa ciudad y amenazar con enviarlas a otras fue una provocaci¨®n para provocar justo el caos que se supon¨ªa que deb¨ªan impedir.
El tuit reciente de Trump criticando el voto por correo y planteando la posibilidad de aplazar las elecciones es un ejemplo de varias t¨¢cticas fascistas cl¨¢sicas mezcladas en una. Los l¨ªderes fascistas acusan a los procesos democr¨¢ticos de ser corruptos y fraudulentos. Pero, tal como ocurre en los fascismos, lo que sembrar¨ªa dudas sobre la validez de las elecciones ser¨ªa precisamente seguir las recomendaciones que hace Trump, como impedir el voto por correo y aplazar los comicios. Asimismo, los l¨ªderes fascistas siempre denuncian a otros por hacer lo que est¨¢n haciendo ellos. En este caso, Trump y los republicanos son quienes han puesto en peligro la validez de las elecciones, por ejemplo, con sus t¨¢cticas para impedir que voten determinados grupos. Sin embargo, el tuit acusa a los dem¨®cratas, que est¨¢n intentando garantizar la limpieza de los comicios pese a todas esas artima?as. Pero por repugnante que sea la forma de actuar de Trump, lo m¨¢s alarmante no es que tome esas medidas, sino el contexto hist¨®rico en el que las toma. Otra caracter¨ªstica de los reg¨ªmenes autoritarios es el partido ¨²nico. El Partido Republicano lleva mucho tiempo tachando a sus rivales de ileg¨ªtimos y siempre califica a la oposici¨®n centrista de comunistas ocultos. Los republicanos han conseguido ganar numerosas elecciones presidenciales y en el Senado a pesar de que los votantes que los apoyan son minor¨ªa. Existen motivos para pensar que el Partido Republicano es un partido minoritario que pretende apalancarse como partido ¨²nico.
El segundo motivo de inquietud es que EE UU acaba de dejar atr¨¢s una ¡°guerra contra el terrorismo¡± en la que se empleaba la tortura contra los sospechosos. Dentro de esa guerra se cre¨® una administraci¨®n nueva a la que se concedieron poderes extraordinarios para rastrear y detener a los residentes sin documentaci¨®n. Esas son las fuerzas paramilitares, entrenadas para tratar con brutalidad a personas que no son estadounidenses, a las que hoy se ha enviado a varias ciudades estadounidenses para enfrentarse a los manifestantes. Es frecuente que los reg¨ªmenes fascistas surjan despu¨¦s de guerras coloniales, y que las fuerzas que han luchado en ellas se orienten ahora hacia dentro. Es f¨¢cil ver los paralelismos en el momento actual.
En definitiva, no son las acciones concretas del Gobierno de Trump, por inquietantes que puedan ser, el mayor motivo de alarma. Es que esas acciones se est¨¢n llevando a cabo en el contexto de un partido pol¨ªtico gobernante que lleva mucho tiempo mostr¨¢ndose implacable para controlar un pa¨ªs en el que tiene un apoyo minoritario. Y en un pa¨ªs que no ha desmantelado el aparato de seguridad que construy¨® en una aventura imperialista fallida en Oriente Pr¨®ximo. Desde hace varios a?os, a sus agentes les han dicho que todos los residentes indocumentados son terroristas. Y ahora, el presidente les ha ordenado que traten a unos estadounidenses que se manifiestan pac¨ªficamente como terroristas. Son unos d¨ªas aterradores, no solo por los demonios actuales, sino porque el pa¨ªs lleva demasiado tiempo permitiendo que sobrevivan sus demonios del pasado sin tocarlos.
Jason Stanley es profesor de Filosof¨ªa en la Universidad de Yale y autor de Facha. C¨®mo funciona el fascismo y c¨®mo ha entrado en tu vida (Blackie Books).
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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