El ¨¢rbol y las nueces del yihadismo
Los islamistas pol¨ªticos han comprendido que infiltrarse en el sistema es la mejor manera de obtener lo que quieren
De entre las innumerables amenazas que contiene la propaganda yihadista, hay algunas que generan una especial inquietud en la sociedad espa?ola. Se trata de aquellas promesas de implantar el dominio coactivo del islam sobre el territorio de la pen¨ªnsula ib¨¦rica. Los terroristas anhelan vengar la ¡°herida sangrante¡± de la p¨¦rdida Al Andalus, fantasean con el momento en que los ¡°ap¨®statas¡± y ¡°cruzados¡± hayan sido expulsados y sometidos, y los musulmanes puros puedan volver a orar en el interior de la Mezquita-Catedral de C¨®rdoba o izar su estandarte en las torres La Alhambra de Granada. Estas alusiones no son meros recursos ret¨®ricos, por el contrario, tienen una enorme influencia a la hora de a?adir un plus de legitimidad a la violencia contra los que se se?ala como ocupantes de una tierra arrebatada por la fuerza a sus leg¨ªtimos due?os. Sin embargo, si alg¨²n d¨ªa se materializase esa distop¨ªa totalitaria, no ser¨ªa por el empuje de grupos como Al-Qaeda o Estado Isl¨¢mico.
El yihadismo carece de una verdadera visi¨®n estrat¨¦gica. Sus l¨ªderes plantean objetivos maximalistas que implican transformar el mapa pol¨ªtico-religioso de la totalidad del planeta, sin embargo, no existe una concreci¨®n real de los medios, fases y acciones necesarias para lograr un objetivo de tal magnitud. S¨®lo existe una permanente apelaci¨®n al poder transformador (cuasi m¨¢gico) de la violencia, depositando en Al¨¢ la responsabilidad exclusiva de entrelazar los acontecimientos para otorgar la victoria a sus partidarios. Asesinar no s¨®lo es un medio, sino un fin en s¨ª mismo, ya que ni los ide¨®logos m¨¢s imaginativos han sido son capaces de imaginar una secuencia l¨®gica de eventos que explique, por ejemplo, c¨®mo el atropello de civiles en la Rambla de Barcelona es una acci¨®n imprescindible para que alg¨²n d¨ªa el Califato vuelva a extenderse en las tierras de Al Andalus.
El fanatismo maniqueo del yihadismo les impide consolidar ninguna ganancia. Cualquier enfoque gradualista, la b¨²squeda de alianzas y el abandono temporal de sus reivindicaciones es denunciado como una concesi¨®n al pecado. Estado Isl¨¢mico lo tuvo todo a su favor para erigir en un tiempo r¨¦cord un proto-Estado en Siria e Irak, sin embargo, su agresividad suicida terminar¨ªa dilapidando esa posici¨®n ventajosa, no s¨®lo por su empe?o en provocar de manera simult¨¢nea al resto del planeta y galvanizar una coalici¨®n internacional en contra de s¨ª mismos, sino por dedicar gran parte de sus esfuerzos a combatir a otras milicias islamistas que estaban destinados a ser sus aliados naturales.
No obstante, s¨ª que existen otros actores que han sido capaces de actuar de manera estrat¨¦gica, planteando una v¨ªa realista de c¨®mo avanzar hacia la supremac¨ªa universal de la religi¨®n isl¨¢mica. Las figuras m¨¢s importantes de la historia temprana de Al Qaeda y Daesh pasaron por las filas de la organizaci¨®n islamista m¨¢s influyente de la historia: Hermanos Musulmanes. Todos ellos terminar¨ªan desencantados con el enfoque gradualista de la organizaci¨®n, la cual contemplaba la islamizaci¨®n de la sociedad (y posteriormente del orden pol¨ªtico) como un lento proceso de transformaci¨®n que va de abajo hacia arriba. Frente a la intransigencia del yihadismo, la Hermandad muestra una enorme flexibilidad para adaptarse a las circunstancias y oportunidades que se presentan en cada momento y en cada contexto local. Para sujetos como Osama Bin Laden, Ayman al-Zawahiri o el Abu Bakr al-Bagadadi, resultaba insoportable este tacticismo. Su furor revolucionario encajaba mal con la disposici¨®n de los Hermanos a sacar partido de pr¨¢cticas ¡°pecaminosas¡± como la participaci¨®n en elecciones o los acuerdos con el enemigo. De entre la larga lista de agravios que formular¨ªan estos arrepentidos destaca sobre todo la acusaci¨®n de herej¨ªa por haber abandonado el deber sagrado de la yihad armada.
Sin embargo, el tiempo ha terminado demostrando que el planteamiento de los islamistas pol¨ªticos era el acertado, mientras que la impaciencia y la obsesi¨®n por la violencia de los yihadistas ha resultado est¨¦ril. Si Estado Isl¨¢mico, se hubiese planteado como objetivo espec¨ªfico la vuelta del rezo musulm¨¢n a la bas¨ªlica de Santa Sof¨ªa en Estambul, planteando para ello una campa?a de extorsi¨®n a trav¨¦s de secuestros, ataques bomba, etc., es muy probable que el templo nunca hubiese perdido su condici¨®n de museo abierto y plural. La violencia terrorista habr¨ªa terminado envenenando dicha reclamaci¨®n, y el edificio hubiese adquirido un nuevo significado como s¨ªmbolo de la resistencia activa frente al fanatismo. Por el contrario, ha sido el islamista Erdogan el que ha sabido coronar esa meta desplegando astutamente una estrategia que entend¨ªa que, con car¨¢cter previo a este paso, deb¨ªan ser laminados todos los focos de resistencia social e institucional que se opon¨ªan a la p¨¦rdida de la laicidad de Turqu¨ªa.
La mayor¨ªa de las ramas del islamismo han comprendido que infiltrarse en el sistema, en lugar de atacarlo de frente, es la mejor manera de obtener lo que quieren. Al convertirse en los socios privilegiados del entramado institucional, se aprovechan del desesperado deseo de las ¨¦lites occidentales de establecer un di¨¢logo permanente con cualquiera que se arrogue la representaci¨®n de la comunidad musulmana. Parad¨®jicamente, grupos como Hermanos Musulmanes han sabido presentarse hacia sus interlocutores en Occidente como el ant¨ªdoto m¨¢s eficaz contra las interpretaciones desviadas del islam. Todas sus demandas han sido conveniente aderezadas con el lenguaje de la prevenci¨®n de la radicalizaci¨®n, lo que se ha convertido en un se?uelo irresistible para unos pol¨ªticos que se han resistido a entender que la verdadera naturaleza del proyecto del islamismo es incompatible con la libertad individual y el pluralismo religioso. Erdogan terminar¨ªa dirigiendo triunfal el rezo en la que ser¨¢ la nueva mezquita de Estambul, pero para llegar a ese hito, siempre tuvo claro que deber¨ªa mantener un perfil bajo hasta conseguir debilitar la oposici¨®n, sofocar la libertad de expresi¨®n y hacer naufragar la incipiente democracia turca. Hemos tardado en comprender que sigue siendo el mismo pol¨ªtico que, 15 a?os atr¨¢s, encandil¨® al presidente Rodr¨ªguez Zapatero, el cual crey¨® haber encontrado a su alma gemela en el ¨¦pico proyecto de crear una Alianza de Civilizaciones que pondr¨ªa fin a la falta de entendimiento entre Occidente y el mundo musulm¨¢n.
Manuel R. Torres Soriano es profesor titular de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Pablo de Olavide y miembro del Consejo Acad¨¦mico del Instituto de Seguridad y Cultura.
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