Destino transitorio
La Casa del Rey informa que Juan Carlos I est¨¢ en los Emiratos ?rabes Unidos
Tras dos semanas de su salida de La Zarzuela y de Espa?a, el rey em¨¦rito comunic¨® ayer oficialmente, por intermediaci¨®n de la Casa del jefe del Estado, su actual estancia en Emiratos ?rabes Unidos. El gesto viene a satisfacer una reclamaci¨®n ¡ªsocialmente muy amplia¡ª de transparencia sobre las vicisitudes del antiguo monarca que va m¨¢s all¨¢ de la mera curiosidad. Tan relevante como la escueta informaci¨®n oficial sobre el actual paradero del exmonarca en un pa¨ªs del Golfo resulta el conocimiento oficioso, por la misma v¨ªa, de que no ser¨¢ el definitivo.
En realidad, combinar para satisfacci¨®n de todos la conveniencia personal de don Juan Carlos de mantener una cierta privacidad, cuando no tiene compromisos de comparecencia ante la justicia, con la necesidad de protecci¨®n institucional de la Jefatura del Estado, marcando distancias sobre algunos de sus comportamientos financieros, es una tarea m¨²ltiple y nada sencilla. M¨¢s a¨²n cuando una opini¨®n p¨²blica crecientemente preocupada por la situaci¨®n exige transparencia, y el pa¨ªs se encuentra en un delicado e inquietante contexto social, sanitario y econ¨®mico derivado de la pandemia.
En todo caso, la exquisitez institucional con la figura del anterior jefe del Estado mostrada por su sucesor, Felipe VI, se ha cumplido con holgura, a pesar de la l¨®gica incomodidad de la situaci¨®n. El actual jefe del Estado ha respetado los tiempos del exmonarca aun cuando se haya producido un evidente desgaste debido a la ausencia de informaci¨®n. La situaci¨®n se ha visto adem¨¢s desbordada por la rapidez de las comunicaciones en la era digital.
Las distintas velocidades en las que operan todos esos objetivos generan, sin embargo, un indudable riesgo reputacional para la instituci¨®n de la Monarqu¨ªa parlamentaria. De modo que superado el primer tramo de este lamentable episodio, convendr¨¢ en el futuro inmediato acentuar los diques protectores de la estabilidad institucional por encima de cualquier conveniencia individual, por comprensible que esta pueda ser.
Afortunadamente, el Gobierno ha sabido deslindar comportamientos privados discutibles y rechazables de la defensa de las instituciones, un bien m¨¢s que preciado en cualquier pa¨ªs desarrollado. Ser¨ªa bueno que otros tomaran nota, porque tan pernicioso resulta el servilismo cortesano propio de otros tiempos como ciertos intentos rupturistas que intentan confundir de forma oportunista vicios privados con virtudes p¨²blicas. Nada de eso sucede en los pa¨ªses m¨¢s adelantados ¡ªcomo los escandinavos¡ª a los que Espa?a aspira a emular.
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