Masacres
Dejen de trinar lo indefendible. Nos est¨¢n volviendo a matar. Punto.
Tan escabroso como quienes est¨¢n asesinando j¨®venes, porque casi todos lo son, es la respuesta del Gobierno contando en gr¨¢ficos colocados en Twitter como si fuera una competencia de n¨²meros sin rostro ni familia. Cu¨¢ntas masacres ocurrieron en el periodo de ocho a?os del Gobierno de Juan Manuel Santos frente a las que han ocurrido en estos dos a?os de Iv¨¢n Duque.
Esto solo muestra que, en lugar de buscar salidas, la preocupaci¨®n es defenderse. ?Qui¨¦n organiza esos cuadros? El ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, tan acostumbrado a la pol¨ªtica de tantos Gobiernos que han escondido las masacres tras sus distintas narrativas una y otra vez. No se equivoque. Esto est¨¢ pasando en este Gobierno y ponerle el nombre de homicidios colectivos no cambia la gravedad de los hechos.
Ya est¨¢n contadas y es una verg¨¹enza. Son 33, seg¨²n la Alta Comisionada de las Naciones Unidas. Siete por establecer y tres m¨¢s en las ¨²ltimas 24 horas. Los embajadores de Francia y Alemania se han pronunciado con preocupaci¨®n, los medios del mundo relatan los hechos como lo ha hecho El Pa¨ªs y The Guardian, que incluso califica de ¡°estado de anarqu¨ªa¡± la situaci¨®n del suroeste colombiano.
Todo empez¨® a visibilizarse con el asesinato de cinco ni?os, j¨®venes menores de edad en Cali. Ni?os de 14 y 16 a?os, algunos estudiantes, hijos de familias pobres y trabajadoras, y luego vino la tragedia de Samaniego, en una peque?a vereda llamada Santa Catalina en Nari?o. Llegaron disparando. Los que se salvaron se hicieron los muertos.
No viven m¨¢s de 50.000 personas en Samaniego. Un mes antes se hab¨ªa presentado otra masacre; ya hab¨ªa alertas de la Defensor¨ªa del Pueblo sobre lo que estaba pasando con la producci¨®n creciente de coca, 36.000 hect¨¢reas sembradas, y la guerra entre las bancas del narcotr¨¢fico. 100 muertes por cada 100.000 habitantes. 120 hombres de un cuerpo ¨¦lite en la zona y, ?por qu¨¦ no hay resultados?
Despu¨¦s vino Tumaco, tambi¨¦n en Nari?o, en la vereda La Guayacana. Asesinaron a seis j¨®venes y dos siguen desaparecidos.
Los diagn¨®sticos son los mismos durante d¨¦cadas: disputa del territorio de las zonas dejadas por las FARC, un Estado que no cop¨® con institucionalidad esos lugares, la coca, siempre la coca y los carteles, la corrupci¨®n pol¨ªtica. Los mismos pronunciamientos de los organismos internacionales. Y entonces si todo se sabe ?por qu¨¦ la guerra se impone sobre la paz?
Y, como siempre, una discusi¨®n de n¨²meros. Tras cada asesinato, el Gobierno sale a presentar su diagn¨®stico hist¨®rico en los territorios de la violencia, la oposici¨®n juzga la falta de acci¨®n definitiva para parar el desangre y los analistas repiten los mismos lugares comunes.
Todo vuelve y ocurre en los territorios donde la violencia es la due?a y se?ora, en donde una vez mandaron los paramilitares y luego de la ley de justicia y paz se fueron con su verdad sin responderle a las v¨ªctimas, y donde de la misma forma estuvieron las extintas FARC, hoy por el mismo camino, negando sus cr¨ªmenes, uno de los compromisos adquiridos en el marco del proceso de paz.
En buena hora, aparece el ministro ?lvaro Leyva con la propuesta de que Salvatore Mancuso y Rodrigo Londo?o, Timochenko, confiesen todo, por igual, ante la Comisi¨®n de la Verdad. A ver si, adem¨¢s de construir una narrativa hist¨®rica real de lo que nos ha pasado, pudieran esas revelaciones ayudar a entender los modus operandi de la guerra y poner fin a estas masacres que estamos viviendo de nuevo. Pero ninguno parece muy dispuesto a enfrentarse en el espejo de la verdad.
Por el lado del Gobierno, todos act¨²an igual. Ning¨²n Ejecutivo ha sido capaz de evitar las masacres. Mientras habl¨¢bamos de paz segu¨ªan mat¨¢ndose. Cuando llenan los campos de soldados, se corrompen o violan a las ni?as ind¨ªgenas que se atraviesan en sus hambrientas necesidades de machos armados, iguales a los victimarios que persiguen.
Ni siquiera sabemos qui¨¦n est¨¢ asesinando a esos j¨®venes, hombres, mujeres que incluso parecer¨ªan no tener v¨ªnculos con los grupos armados pero que s¨ª est¨¢n en las zonas donde los guerreros impiden la sustituci¨®n de cultivos, los narcos y disidencias reclutan, todo entorno al negocio de las drogas.
Y, mientras tanto, la pandemia de la covid-19, que deber¨ªa haber cambiado los comportamientos al descubrirnos a todos en nuestras vulnerabilidades iguales. Nada. Los de izquierda y derecha aprovechando la tragedia.
La izquierda acusa a la derecha y aprovecha la necesidad que deja la pandemia profundizando la crisis con irresponsable llamados a la desobediencia civil porque cree que, entre m¨¢s hambre y muerte, mejor alternativa electoral tiene su populismo. Y la derecha, ocupada en defender a su l¨ªder de las cortes que se?alan corruptas, como si la debilidad institucional no les fuera a hacer da?o a ellos tambi¨¦n cuando ya no est¨¦n en el poder y el equilibrio de poderes les juegue en contra.
Dejen de trinar lo indefendible. Nos est¨¢n volviendo a matar. Punto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.