?Est¨¢n los ERTE agravando la recesi¨®n?
Los expedientes de regulaci¨®n temporal de empleo no han hecho nada por los m¨¢s vulnerables. El dinero gastado en proteger a una minor¨ªa deber¨ªa haberse distribuido m¨¢s ampliamente para proteger a todos
Los expedientes de regulaci¨®n temporal de empleo (ERTE), tal y como se han puesto en pr¨¢ctica en Espa?a, Francia, el Reino Unido y otros pa¨ªses en respuesta a la pandemia se han librado en gran medida de un examen cr¨ªtico. Tal vez habr¨ªa que denominarlos ¡°programas de inmunidad de grupo¡±, ya que cuentan con el apoyo de las principales instituciones. Los Gobiernos les han dado su respaldo, al igual que los empresarios y los sindicatos, y los trabajadores a los que se les han aplicado han dado su aprobaci¨®n. Nada de esto deber¨ªa sorprendernos, dado que han recibido cantidades considerables de dinero de las arcas p¨²blicas. Criticarlos equivale a arriesgarse al destierro pol¨ªtico. Sin embargo, hay buenas razones para afirmar que los ERTE han agravado la recesi¨®n provocada por la pandemia, y que son profundamente regresivos (refuerzan la desigualdad) e injustos.
B¨¢sicamente, los Gobiernos han pagado a las empresas para que ¨¦stas pagasen a todos o parte de sus empleados para que se quedasen en casa y no realizasen ning¨²n trabajo remunerado. Un trato estupendo, para algunos. Ah¨ª es donde empieza el problema. Que el Gobierno ofrezca dar dinero solo si alguien no trabaja, pero tiene empleo, es, por definici¨®n, un incentivo para no realizar un trabajo remunerado. Los ERTE no se presentan as¨ª, sino como una compensaci¨®n por no poder trabajar. Pero cuando se paga a alguien por no trabajar, ?por qu¨¦ iba nadie a arriesgarse a obtener menos intentando hacerlo?
Si el Gobierno ofrece pagar el 80% de los salarios de una persona a la que se la ha aplicado un ERTE, como ocurre en Reino Unido, est¨¢ dando dinero a una empresa para que deje de producir del todo, aunque pudiese seguir funcionando a bajo rendimiento. En otras palabras, las medidas provocar¨¢n que la producci¨®n descienda por debajo de lo que descender¨ªa en otras condiciones. Adem¨¢s, los ERTE act¨²an como un soporte para algunas empresas que, en realidad, est¨¢n en quiebra y deber¨ªan ser eliminadas. Un estudio ha calculado que, en el Reino Unido, 2,5 millones de empleos financiados con las ayudas eran empleos zombis. En otras palabras, empleos que ser¨¢n suprimidos cuando acaben las ayudas. Esto significa que el plan est¨¢ sirviendo para pagar a personas para que no hagan algo que, de todas maneras, no se iba a hacer.
Los ERTE tienen otros dos efectos negativos sobre el mercado de trabajo. Mientras que algunas empresas deber¨ªan haber respondido a la crisis que ha provocado la pandemia reestructur¨¢ndose para sobrevivir, las ayudas han sido un est¨ªmulo para no hacerlo y limitarse a esperar una posible recuperaci¨®n econ¨®mica. Asimismo, mientras que lo deseable ser¨ªa observar una mayor movilidad de la mano de obra de los sectores y las empresas en declive a los sectores y las empresas en expansi¨®n que necesitan trabajadores, los subsidios al empleo contribuyen a anquilosar las estructuras laborales.
Una manera de verlo es que, si a alguien se le ofrece el 80% de su salario para que no haga nada, ?por qu¨¦ raz¨®n iba a cambiar a otro puesto en el que, a lo mejor, ganar¨ªa el 70% de lo que cobraba antes y, adem¨¢s, tendr¨ªa que ir a una oficina, una cl¨ªnica, una tienda o una f¨¢brica a trabajar 40 horas a la semana? Y, lo que es peor, las medidas de empleo subvencionado son una licencia para el fraude. El nuestro no es un mercado laboral industrial en el que la mayor parte de la producci¨®n requiera la presencia de los empleados en una f¨¢brica para realizar su tarea. Much¨ªsimas personas pueden hacer su trabajo desde casa.
Sorpresa, sorpresa: eso es lo que ha pasado. En abril, escrib¨ª un art¨ªculo en Financial Times prediciendo el fraude generalizado. Entonces subestim¨¦ su alcance. En junio, un sondeo revel¨® que a uno de cada tres trabajadores en ERTE, sus jefes le hab¨ªan pedido que trabajase, cosa que el empleado hab¨ªa hecho, probablemente obteniendo unos ingresos adicionales bajo cuerda. Un sondeo posterior revel¨® que en esta pr¨¢ctica participaban dos tercios de los trabajadores. Esto significa que habr¨ªa que multiplicar por tres el coste fiscal real de cada empleo ¡°salvado¡± por la subvenci¨®n.
Si tenemos en cuenta que cooperar con el empleador durante la pandemia puede aumentar las posibilidades de conservar el empleo, no es de extra?ar que los empleados est¨¦n dispuestos a trabajar en casa, benefici¨¢ndose ellos mismos y beneficiando a su empleador. Ahora bien, lo hacen a costa de las arcas p¨²blicas.
Aqu¨ª es donde salta a la vista el car¨¢cter regresivo de los ERTE. Las subvenciones para pagar los salarios han ido a parar exclusivamente a una minor¨ªa. Por ejemplo, en Espa?a, entre abril y julio solo 3,4 millones de trabajadores cobraron los ERTE (actualmente son muchos menos); en Francia, la cobertura alcanz¨® nada m¨¢s que a ocho millones; y en el Reino Unido, tan solo 9,4 millones se han beneficiado del programa Retenci¨®n del Empleo, lo que supone una cuarta parte de la poblaci¨®n activa. Es decir, la mayor¨ªa no ha cobrado nada. Dada su generosidad en comparaci¨®n con otras ayudas, los programas por s¨ª mismos agravan la desigualdad del mercado laboral.
La mayor¨ªa de los programas de subvenci¨®n de salarios han beneficiado mucho m¨¢s a los empleados con ingresos altos que a los trabajadores precarios, muchos de los cuales no se han beneficiado en absoluto. Por ejemplo, en el Reino Unido, una persona que ganase al mes las 2.500 libras del salario medio habr¨¢ recibido mensualmente 2.000 libras, mientras que otra que ganase 800 libras mensuales habr¨¢ cobrado 640. Esto no solo aumenta la desigualdad, sino que pone en peligro a los trabajadores de bajos ingresos, ya que es probable que, al perder 160 libras, no puedan devolver sus deudas y pagar el alquiler. El impacto regresivo se ve agravado por el hecho de que muchos trabajadores de ingresos altos que se han acogido a un ERTE en realidad han podido seguir trabajando desde casa, y han cobrado por hacerlo. Los trabajadores con ingresos bajos realizan por lo general tareas en las que esto no es posible.
En resumen, los Gobiernos que han puesto en marcha programas de regulaci¨®n temporal de empleo han optado por una pol¨ªtica de menos dolor a corto plazo a cambio de m¨¢s dolor a largo plazo. Han utilizado grandes cantidades de dinero p¨²blico para contener una avalancha. La situaci¨®n es parecida a un tsunami: primero la marea se retira, para luego entrar en tromba. Un tsunami no se combate construyendo un castillo de arena.
Una minor¨ªa ha salido beneficiada con los programas. La mayor¨ªa ha quedado excluida. En los pr¨®ximos meses, esa mayor¨ªa aumentar¨¢, y el incremento de la desigualdad y la mayor inseguridad econ¨®mica ser¨¢n la prueba de lo descabellada que resulta una estrategia defendida por los integrados en el sistema en detrimento de los trabajadores precarios. Los pol¨ªticos, la patronal y, sobre todo, los sindicatos no deben esperar que se les d¨¦ las gracias por haber puesto los intereses de sus incondicionales por delante de los de los trabajadores en situaci¨®n precaria y de la sociedad.
Todos deber¨ªamos aprender una lecci¨®n crucial. En una recesi¨®n provocada por una pandemia, la resiliencia de todos como sociedad no depende de la resiliencia de los fuertes, sino de la de los m¨¢s vulnerables. Los ERTE no han hecho nada por ellos. Por eso, el dinero gastado en proteger a una minor¨ªa se deber¨ªa haber distribuido m¨¢s ampliamente para proteger a todos. Ojal¨¢ no sea demasiado tarde.
Las principales propuestas de los economistas ortodoxos para lo que vendr¨¢ despu¨¦s de los ERTE son poco realistas e inadecuadas. Las pol¨ªticas activas de empleo, como los programas de recualificaci¨®n profesional, solo son ¨²tiles en una econom¨ªa din¨¢mica de alto empleo. De lo contrario, probablemente lo ¨²nico que consigan sea que los que tienen m¨¢s preparaci¨®n sean sustituidos por otros menos preparados.
La recesi¨®n provocada por la pandemia es fundamentalmente una crisis masiva de la demanda. La manera de evitar que se convierta en una depresi¨®n prolongada es impulsar la demanda agregada de bienes y servicios b¨¢sicos. Tarde o temprano, los Gobiernos se dar¨¢n cuenta de que la mejor manera de salir del atolladero es la renta b¨¢sica universal. Solo as¨ª se crear¨¢ resiliencia en toda la sociedad.
Guy Standing es profesor titular e investigador de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y autor de varios libros sobre la renta b¨¢sica.
Traducci¨®n de News Clips.
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