Intersticio catal¨¢n
Las elecciones en ciernes abren la posibilidad de una cierta distensi¨®n
El horizonte ya oficial de unas pr¨®ximas elecciones auton¨®micas a consecuencia de la inhabilitaci¨®n de Quim Torra como president ha sido recibido con tangible alivio en Catalu?a. Porque abre la posibilidad ¡ªquiz¨¢ m¨¢s remota que probable¡ª de un retorno a algo semejante a la normalidad a medio plazo. En lo inmediato, ofrece un intersticio para atemperar la tensi¨®n provocada por el cesado. No prefigura a¨²n lo deseable, pero es mejor que lo que hab¨ªa: un unilateralismo fragmentador, como lo fue bajo Carles Puigdemont, ret¨®rico y asfixiante.
La propia despedida de Torra ilustra c¨®mo su apuesta por la ¡°confrontaci¨®n¡± general, hoy por hoy, naufraga. El simbolismo victimista pretendido por un pleno parlamentario de homenaje qued¨® deslucido por la deliberada ausencia de medio hemiciclo y el escaso entusiasmo de sus partidarios. Tambi¨¦n el escu¨¢lido jaleo callejero a Torra a su salida de la Generalitat se manch¨® de desobediencia hacia las ¨²nicas instrucciones correctas que este dio en su mandato: la de guardar las distancias y portar mascarilla para prevenir el virus. Y la celebraci¨®n del tercer aniversario del refer¨¦ndum ilegal del 1-O radiografi¨® sus 30 meses: no concit¨® m¨¢s que a algunos centenares de miembros violentos de los CDR, expertos en la sofisticada tarea de quemar contenedores.
No debe minimizarse el fracaso de este entierro pol¨ªtico de tercera, que fue convocado por las habituales organizaciones activistas, pues en otras ocasiones concitaron grandes audiencias y ahora han tenido un eco marginal. Ese declive puede no ser permanente, dada la persistencia de la conflictividad pol¨ªtica, pero es ahora mismo real. Se conjuga con el estado de esp¨ªritu que indica la ¨²ltima encuesta de la propia Generalitat: el 56,6% de los catalanes quiere que el Govern priorice la gesti¨®n de los servicios p¨²blicos de su competencia sobre el asunto del litigio pol¨ªtico (39,9%). Datos que certifican la sensatez ciudadana en esta preocupante oleada de la pandemia frente a las desatinadas derivas de algunos de sus dirigentes.
La etapa del Govern que se abre ahora queda bajo la ¡°coordinaci¨®n¡± del vicepresidente Pere Aragon¨¨s, de Esquerra: legalmente, una presidencia suplente e interina, pero rebajada en forma y sustancia. Un gesto hacia Torra, de quien su sucesor no ocupar¨¢ despacho, t¨ªtulo, recursos presupuestarios, ni todas las funciones propias del presidente sustituto. Es un peaje que los republicanos pagan a Junts per Catalunya por tener la fiesta de su encumbramiento temporal en paz.
Al Govern le acecha tambi¨¦n el riesgo de la par¨¢lisis y de su prolongada inoperancia, ya que sus socios se han comprometido a consagrar la total autonom¨ªa de los consejeros como si fueran virreyes. Pero al menos han firmado una garant¨ªa de evitar demasiados excesos, pues la m¨¢s pragm¨¢tica Esquerra podr¨¢ ejercer el veto en todas las decisiones ¡°extraordinarias¡±, una novedad respecto al olvidable mandato anterior.
Tambi¨¦n es relevante que Aragon¨¨s (y Esquerra) hayan contrarrestado la pretensi¨®n radical de dotar a las pr¨®ximas elecciones de un sesgo plebiscitario y unilateralista. Aunque al mismo tiempo postulan ¡°repetir¡± la composici¨®n del actual Govern, ampli¨¢ndolo. Es un contrasentido, pues quienes se enfrentan a diario por sus diferencias estrat¨¦gicas difieren en las t¨¢cticas. Y en la gesti¨®n. Repetir la experiencia es repetir la divisi¨®n paralizante.
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