Futuro sin presente
El progreso ha consistido siempre en una b¨²squeda incesante de soluciones para resolver problemas. Esa deb¨ªa ser la tarea. Solo as¨ª podr¨ªamos ir a mejor
Ya no s¨¦ bien c¨®mo se organizan las cosas en nuestro espacio p¨²blico. El pasado mi¨¦rcoles el presidente S¨¢nchez present¨® el Plan de Recuperaci¨®n, Transformaci¨®n y Resiliencia de la econom¨ªa espa?ola. En juego estaba el programa de ejecuci¨®n de los 72.000 millones de euros que Espa?a va a recibir de los fondos europeos para salir de esta crisis y dinamizar nuestra econom¨ªa cara al futuro. ?Ni m¨¢s ni menos! Bueno, pues a esa presentaci¨®n le sigui¨® un discreto silencio. La inmensa mayor¨ªa de los medios, las tertulias y las redes prefirieron concentrarse sobre el nuevo paso judicial del caso Dina e inmediatamente despu¨¦s con el sainete pol¨ªtico de Madrid. Con las excepciones de rigor, claro.
Y seguimos sin hacerlo, sigue fuera del foco medi¨¢tico y, por tanto, ajeno al debate p¨²blico que merece. Quiz¨¢ porque presupone la entrada en una deliberaci¨®n racional en la que cada parte se ve obligada a presentar argumentos, y eso, lo sabemos bien, est¨¢ re?ido con la m¨¢quina de picar en la que se ha convertido la pol¨ªtica espa?ola. Esta prefiere inclinarse siempre hacia los temas divisivos, no puede vivir sin machacar a alguien, sin la cr¨ªtica hiperb¨®lica y sin traducir todos los problemas socio-pol¨ªticos en una radical afirmaci¨®n de partidismo. El presente queda as¨ª vac¨ªo de futuro, se densifica. Y un presente tan espeso, tan sobrecargado por la inmediatez de la actualidad, que se regodea en cada peque?o movimiento o declaraci¨®n de los actores pol¨ªticos, pierde la capacidad de mirar hacia el porvenir.
A ello no ayuda la judicializaci¨®n extrema en la que hemos convertido nuestra vida pol¨ªtica. Y como el poder judicial sigue su propio tempo, ajeno al dinamismo presentista de la sociedad digital, al final nos encontramos con que son los contenciosos del pasado los que acaban colonizando el presente. Vuelta a enzarzarnos en los conflictos pret¨¦ritos, como si no tuvi¨¦ramos bastante con los actuales. Cada sentencia o cada avance en los sumarios de car¨¢cter pol¨ªtico que se van filtrando sirve as¨ª para a?adir combustible al fuego del enfrentamiento.
Hoy discutimos, con raz¨®n, c¨®mo ha sido posible este fracaso colectivo en nuestra gesti¨®n de la pandemia. Pero parece que nos preocupa m¨¢s se?alar al ¡°culpable¡± que detectar cu¨¢les son las fallas de nuestro sistema que nos han conducido a esta situaci¨®n y c¨®mo resolverlas. Una democracia no puede vivir sin rendimiento de cuentas, esa particular forma de mirar al pasado, pero tampoco sin detenerse a pensar c¨®mo resolver los problemas que nos afectan a todos. Aun m¨¢s en momentos en los que las verdaderas amenazas las ubicamos, todas ellas, en el futuro inmediato: crisis ecol¨®gica, competitividad econ¨®mica, adaptaci¨®n a las nuevas tecnolog¨ªas, etc¨¦tera. Las conocemos bien. Cuestiones como la Monarqu¨ªa, o qu¨¦ sea o deje de ser Espa?a pueden esperar, c¨®mo salimos del agujero en el que estamos, no.
El progreso ha consistido siempre en una b¨²squeda incesante de soluciones para resolver problemas. Esa deb¨ªa ser la tarea del presente. Solo as¨ª habr¨ªa un futuro mejor, la verdadera meta. Pero el futuro se diluye, se desvanece, cuando ya no puede hacer pie en lo que se supone que lo antecede. Y eso es lo que nos pasa.
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