Suicidio
Temo que nuestra relaci¨®n con los actores pol¨ªticos empiece a parecerse a la que algunos espectadores mantienen con los participantes de los programas concurso de la tele
Temo que nuestra relaci¨®n con los actores pol¨ªticos empiece a parecerse a la que algunos espectadores mantienen con los participantes de los programas concurso de la tele. Que no se valoren sus capacidades, ni su discurso, ni su grado de sensatez o de locura: que solo cuente que nos caigan bien o mal. Y de eso se trata quiz¨¢, de que nos olvidemos de las relaciones econ¨®micas o de las fuerzas morales o inmorales sobre las que se sostiene la existencia para reducirlo todo a una cuesti¨®n de antipat¨ªa o simpat¨ªa. La pol¨ªtica ha dejado de ser un certamen de ideas para caer en un asunto de apegos inconscientes dominados por las adhesiones inquebrantables o los rechazos un¨¢nimes. En MasterChef, en La isla de los famosos, en Gran Hermano, etc., lo que cuenta a la hora de alinearse con unos o con otros son los movimientos m¨¢s primarios del alma.
Ahora da la impresi¨®n de que no importa la realidad de la pandemia, no importan los muertos ni las hospitalizaciones ni la par¨¢lisis econ¨®mica ni las peligrosas ¨²lceras aparecidas en la superficie del cuerpo social. Importa qui¨¦n se lleva al agua el gato de los impulsos viscerales. Nuestra vida cotidiana se parece a una cena perpetua de Nochebuena en la que se discute por discutir, por aliviar tensiones de car¨¢cter personal acumuladas a lo largo del a?o en el trastero de la conciencia. Se trata de llevar la raz¨®n aun a costa de perderla en la hoguera verbal atizada alrededor de la fuente de los langostinos o del cordero. Los ni?os, todav¨ªa despiertos, observan el espect¨¢culo y toman nota de c¨®mo triunfar en la vida familiar. Esa pelea, una vez al a?o, no hace da?o, pero prolongarla sine die en medio de una situaci¨®n tan grave como la que nos ha tocado vivir resulta suicida.
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