Llevar a la boca un tenedor vac¨ªo
Gestionar la paciencia de los ciudadanos no es el trabajo m¨¢s importante pero s¨ª el m¨¢s delicado del Gobierno, y tambi¨¦n el que hace con menos delicadeza
![El presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, durante el anuncio de la declaraci¨®n del estado de alarma este domingo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NBKE6BWVWJCJPIVELJZUDCYKXE.jpg?auth=1a4443c2a99f4e9cc51e458d854ba277d3f6a798447e23b145261fa856b5096a&width=414)
Que el m¨¢s famoso inicio de un discurso pol¨ªtico de la historia sea ¡°hasta cu¨¢ndo abusar¨¢s, Catilina, de nuestra paciencia¡± deber¨ªa darnos alguna pista. Hay pocos escenarios pol¨ªticos mejores que una pandemia que exige limitar el contacto f¨ªsico entre personas, cuando no encerrarlas en sus casas, para disponer a gusto de la paciencia de millones de ciudadanos. Por supuesto que tendr¨¢n paciencia: no quieren enfermar ni enfermar a los suyos, tampoco matarlos o morir. Y con ese cr¨¦dito generoso, el de los espa?oles que entendieron en marzo que hab¨ªa un bien superior que proteger antes que su econom¨ªa o su ocio, el Gobierno dispuso de todas las competencias reclamadas para frenar la primera ola y armarse para la segunda. Siete meses despu¨¦s no se le puede exigir al Gobierno que haya eliminado el virus, pero que el escenario de contagiados y ruina econ¨®mica vuelva a ser de los peores de Europa por culpa de la oposici¨®n, a¨²n siendo gobernada Madrid por una concursante nerviosa de Pasapalabra, es un argumento que va a necesitar tanta paciencia como euforia. Gestionar esa paciencia es el trabajo m¨¢s delicado del Gobierno, y tambi¨¦n el que est¨¢ ejecutando con menos delicadeza.
La excusa de que no hay alternativa suele disolverse cuando una persona lleva siete meses sin cobrar; no porque vayan a aceptar la alternativa, sino por pura rendici¨®n de cuentas. En el poder no se cree, el poder se escruta, sobre todo cuando lo has votado. Esta cultura pol¨ªtica es exc¨¦ntrica en Espa?a, donde parece que si votas a alguien es para entregarte a ¨¦l; cuando a veces, muchas, lo ideal es votarle para poner distancia.
Desde el epidemi¨®logo en jefe buceando en un programa de aventuras durante la segunda ola hasta el ministro de Sanidad participando de una fiesta con decenas de personas tras recomendar que no se re¨²nan, o prohibir que se re¨²nan, m¨¢s de seis personas (yo ya no tengo ni idea de lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal, porque lo que est¨¢ bien el lunes suele estar mal el mi¨¦rcoles, y lo que dice una Comunidad el jueves lo desmiente el Gobierno el s¨¢bado; en lugar del BOE deber¨ªan sacar un juego de mesa), todo parece dirigido a poner a prueba la paciencia de unos ciudadanos maniatados por las recomendaciones sanitarias, las prohibiciones gubernamentales y la previsible ruina econ¨®mica. Aun dando esto por inevitable a causa de la pandemia y deslig¨¢ndolo de la err¨¢tica gesti¨®n, incluso comprando la mercanc¨ªa del improbable ¨¦xito de medidas como prohibir salir a pasear una noche solo pero almacenarte dentro de un metro en cuanto den las seis, la sensaci¨®n es que falta decoro. Para pretender una reforma del CGPJ a las bravas; para pretender un estado de alarma de medio a?o.
Cuando Borges se qued¨® por fin ciego, despu¨¦s de una vida sabiendo que su destino estaba escrito de nacimiento (¡°est¨¢ salvado, tiene tus ojos¡±, dijo su padre al nacer; pero solo ten¨ªa el color de los ojos de su madre, no su salud: tres generaciones de Borges ciegos le esperaban), Bioy Casares narr¨® una imagen trist¨ªsima y bell¨ªsima de su amigo: ¡°Borges no ve la clara del huevo frito en el blanco del plato. Durante un tiempo que parece infinito repite el acto de llevar a la boca el tenedor vac¨ªo¡±. Ese acto, el de llevar a la boca un tenedor vac¨ªo, empieza a parecerse a la lucha sin resultado contra la pandemia y, peor, su utilizaci¨®n para resolver engorrosos debates parlamentarios. Y est¨¢ provocado por la ceguera, pol¨ªtica en su caso, de un Gobierno que cree que en la excepcionalidad puede disponer, sine die, de algo tan corriente como la paciencia de los dem¨¢s.
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