Una apuesta arriesgada
El apoyo de frente a la campa?a de Donald Trump podr¨ªa costarle mucho al Gobierno de Iv¨¢n Duque y a Colombia
Al final de la era de Juan Manuel Santos, Colombia ten¨ªa tres grandes cosas para mostrar. Obviamente, el proceso de paz, una guerra de m¨¢s de 50 a?os que llegaba a su fin. En segundo lugar, un protocolo e institucionalidad para el manejo de la protesta social y una estrategia de di¨¢logo con comunidades. Y lo tercero, tal vez uno de las frentes m¨¢s importantes, la pol¨ªtica exterior. Durante el Gobierno de Iv¨¢n Duque, las tres cosas se han tirado a la basura: el proceso de paz qued¨® resumido en la pol¨ªtica de reincorporaci¨®n, y ahora que los indicadores de seguridad se disparan el Ejecutivo comienza a entender su error. Por otro lado, el di¨¢logo social no existe, toda la institucionalidad fue desmantelada, todo ello qued¨® demostrado hace unos d¨ªas con la minga del suroccidente. Por ¨²ltimo, lo m¨¢s cr¨ªtico se vive en pol¨ªtica exterior. En este ¨²ltimo campo, la apuesta ha sido arriesgada, pues el partido de Gobierno ha optado por un apoyo de frente a la campa?a de Donald Trump, situaci¨®n que agrega muy poco al partido republicano pero que podr¨ªa costarle mucho al Gobierno Duque y al pa¨ªs.
Al final de la era Santos, la pol¨ªtica exterior de Colombia hab¨ªa cambiado en al menos cuatro cosas. Para empezar, la relaci¨®n con los vecinos era m¨¢s fuerte y fluida, las relaciones eran estables y Colombia hab¨ªa mejorado su papel a nivel regional. Al menos Colombia no era paria como al final de la ¨¦poca Uribe. Igualmente, las relaciones con Estados Unidos, despu¨¦s de mucho esfuerzo, fueron desnarcotizadas parcialmente, d¨¢ndole importancia a otros temas. Adem¨¢s, durante la era Santos el apoyo bipartidista se mantuvo; es decir, tanto el partido republicano como el dem¨®crata apoyaban las iniciativas con respecto a Colombia. Esto ¨²ltimo era algo dif¨ªcil de lograr en Washington. Por ¨²ltimo, se hab¨ªa conseguido una estrategia bastante exitosa de apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas al proceso de paz.
Sin embargo, con la llegada del Gobierno de Duque mucho de esto se ech¨® al traste. Por un lado, Colombia regres¨® a la visi¨®n de un solo socio: Estados Unidos. En la regi¨®n, le apost¨® a la salida de Maduro y tom¨® partido ideol¨®gico. Ahora que Macri ya no est¨¢, ante la crisis las crisis en Chile y Per¨², nuevamente Colombia ha quedado casi sola en su apuesta de derecha en la regi¨®n. Por otro lado, volvi¨® a narcotizar las relaciones con los Estados Unidos. Pero tal vez lo m¨¢s delicado fue tomar partido por la campa?a republicana de Trump.
Personas cercanas al expresidente Uribe habr¨ªan ayudado a construir el discurso de Trump, en el que vinculaba al candidato Biden y al expresidente Obama con el expresidente Santos y con el acuerdo de paz con al exguerrilla de las FARC. Cuestionaban no solo el proceso de paz, sino la propia legalidad de este. La campa?a de reelecci¨®n tambi¨¦n adopt¨® muy bien el discurso de la ultraizquierda y el castrochavismo. El presidente republicano incluso manifest¨® en un trino que ¡°Biden es un t¨ªtere probado de Castro¡±. No le import¨® que Fidel Castro hubiese muerto hace varios a?os.
De fondo, la apuesta del uribismo es arriesgada, pues tomar partido podr¨ªa llevar a un ¡°castigo¡± de un posible Gobierno de Biden. Pero incluso ganando Trump el partido Dem¨®crata podr¨ªa bloquear iniciativas para Colombia. Dicho respaldo es poner en peligro el apoyo bipartidista. Pero, sobre todo, demuestra la mentalidad tan cortoplacista de la administraci¨®n Duque. Es como si no entendieran que en las democracias los Gobiernos se alternan y, al final, la cuenta de cobro llegar¨¢. Por el momento el uribismo aprieta los dientes ante los resultados en los Estados Unidos.
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