Lecciones de un drama
Hay que redoblar los esfuerzos para evitar que la tragedia de las residencias de mayores se repita en la segunda ola
La muerte en condiciones de soledad y desatenci¨®n de ancianos en las residencias fue una de las caras m¨¢s dolorosas de una pandemia que desnud¨® las carencias del Estado de bienestar espa?ol. Cinco meses despu¨¦s de la primera ola y cuando estamos ya inmersos en la segunda, el Gobierno ha puesto al fin cifras a la tragedia sufrida en estos centros de servicios sociales: 20.268 residentes murieron entre principios de marzo y el 23 de junio, el 6% de la poblaci¨®n de los 330.000 ancianos en geri¨¢tricos, en una ¡°tormenta perfecta¡± que ni las autoridades ni la sociedad deben olvidar. En aquellos d¨ªas faltaron equipos de protecci¨®n, faltaron pruebas, falt¨® atenci¨®n m¨¦dica y coordinaci¨®n con el sistema sanitario, falt¨® personal suficiente y en algunos sitios se impusieron protocolos que excluyeron a los ancianos de la atenci¨®n hospitalaria. Una suma de desastres que coloc¨® a esta comunidad en posici¨®n de extrema vulnerabilidad y que deber¨ªa servir de sonora se?al de alarma ante el avance de la segunda oleada.
En estos d¨ªas, algunas cuestiones han mejorado: hay m¨¢s equipos de protecci¨®n y mejor comunicaci¨®n con el sistema sanitario, pero los test quincenales para trabajadores que acordaron en agosto Gobierno y comunidades, pactados solo como recomendaci¨®n y no como obligaci¨®n, no se realizan en buena parte de las comunidades aut¨®nomas. La ocupaci¨®n hospitalaria de enfermos de covid va en aumento, con un 29,5% de camas de las UCI dedicadas a estos contagiados, y comunidades como Arag¨®n superando el 50%, lo que hace temer una nueva exclusi¨®n de los ancianos si los hospitales se ven desbordados sin suficientes refuerzos m¨¦dicos. Los contagios activos, adem¨¢s, ya crecen a gran ritmo en las residencias hasta triplicar los niveles de finales de agosto, cuando eran 2.208. Cerca de la mitad de los muertos, en la primera oleada y en esta, son residentes.
La suspensi¨®n de visitas a?adi¨® entonces y ahora, adem¨¢s, un elemento de penalidad para los residentes, al cortarles pr¨¢cticamente los v¨ªnculos con su familia, y son de considerar las voces de especialistas que advierten contra el deterioro cognitivo y la tristeza que sufren en esa situaci¨®n. Vizcaya, por ejemplo, considera las visitas como una atenci¨®n a la dependencia. Y son necesarios los mejores protocolos posibles para que la comunicaci¨®n telem¨¢tica se pueda producir con la ayuda de los trabajadores. La dignidad del trato, en suma, que no siempre se mantuvo en la primera ola, debe ser restituida.
C¨®mo trata una sociedad y un Estado de bienestar a sus mayores es un term¨®metro definitivo de su calidad. Suspendimos en la primera ola. Es hora de demostrar que, en la segunda, somos capaces de aprobar en las mejores condiciones humanas, profesionales y econ¨®micas. La capacidad de aprender la lecci¨®n nos definir¨¢.
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