Cambio cultural
Reducir la velocidad es un paso correcto en la senda para humanizar las ciudades
Los grandes cambios sociales y culturales a menudo avanzan, en sus primeros compases, sobre corrientes de fondo que levantan m¨²ltiples obst¨¢culos, desde las costumbres m¨¢s arraigadas hasta los intereses econ¨®micos adversos. Para afirmarse, necesitan cristalizarse en la legislaci¨®n de un pa¨ªs. Un caso evidente han sido las restricciones al tabaco, que brotaron de la concienciaci¨®n del grave da?o que produce en la salud y se impusieron a trav¨¦s de paulatinas reformas legislativas que, si bien en un principio escandalizaron a los m¨¢s recalcitrantes, acabaron acept¨¢ndose con la naturalidad que impone la raz¨®n. Hoy, una nueva batalla de progreso, un nuevo importante cambio cultural, se sit¨²a en la necesidad de rehumanizar las ciudades, un concepto amplio que supone restar protagonismo a los veh¨ªculos privados ¡ªy la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica y sonora que producen¡ª en favor de las personas, de medios de transporte no contaminantes o p¨²blicos. El anuncio del proyecto del Gobierno para limitar la velocidad a 30 kil¨®metros por hora en las calles con un solo carril por sentido, y otras restricciones, supone un peque?o paso en esa larga senda. M¨¢s de la mitad de las capitales espa?olas ya hab¨ªan tomado la delantera, con pioneras como Pontevedra o Bilbao, que aplican la medida en todas sus calles ante la evidencia de que la probabilidad de que muera un peat¨®n atropellado es del 10% si el veh¨ªculo va a 30 kil¨®metros por hora y del 50% si va a 50, seg¨²n la OMS.
Las grandes ciudades no solo han atra¨ªdo a crecientes franjas de poblaci¨®n en un mundo de fuertes concentraciones demogr¨¢ficas, sino que se han convertido en un polo de contaminaci¨®n de gran coste para la salud de los ciudadanos y el bolsillo de la sanidad p¨²blica. La Agencia Europea del Medio Ambiente calcula que la poluci¨®n del aire causa 400.000 muertes prematuras en Europa cada a?o. Las emisiones de gases procedentes de combustibles f¨®siles minan el planeta en m¨²ltiples sentidos. Ahora, la pandemia ha abierto nuevas perspectivas para modificar ciertos equilibrios urbanos, al incrementar el teletrabajo, reducir en parte los desplazamientos y fomentar el inter¨¦s en los espacios p¨²blicos abiertos. Ha habido alcaldes que han aprovechado esta triste fase para favorecer un cambio en el uso de los espacios a favor de ciclistas, peatones y terrazas y en detrimento del tr¨¢fico. El plan de desescalada invitaba a ello, aunque no todos han aprovechado igual la oportunidad. La crisis del coronavirus, por otra parte, ha mostrado el potencial de las organizaciones vecinales para gestionar problemas en entornos m¨¢s humanizados, una realidad que ser¨ªa deseable impulsar.
En este contexto, los cambios anunciados por el Gobierno engarzan con el objetivo de lograr unas ciudades ¡°m¨¢s humanas¡±, como dijo el ministro Marlaska. El l¨ªmite de velocidad y las mayores sanciones al uso del m¨®vil durante la conducci¨®n favorecen la seguridad para peatones y ciclistas, y resultan por tanto un paso en la direcci¨®n adecuada. M¨¢s medidas son necesarias, entre ellas un firme apoyo al transporte p¨²blico. Como en otros asuntos sociales, la cuesti¨®n parece marcada en Espa?a por el pulso ideol¨®gico. La actitud regresiva en este sentido del PP en Madrid fue un error. Las ciudades deben avanzar hacia un modelo que favorezca la salud, la lucha contra el cambio clim¨¢tico y un renovado empuje humanista. Las urbes europeas, por su historia y caracter¨ªsticas, pueden y deben ser protagonistas en este cambio.
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