Socio oportunista
La enmienda de Podemos a su propio presupuesto erosiona su credibilidad
Un Gobierno de coalici¨®n es una amalgama de partidos distintos y, por su propia naturaleza, es l¨®gico que los socios que lo conforman hablen con acentos diferentes e incluso planteen propuestas no coincidentes en asuntos menores o no incorporados a sus pactos internos. Esa circunstancia, sin embargo, tiene l¨ªmites claros si quiere garantizarse estabilidad y buen gobierno. Las discrepancias no pueden producir ni (hacia afuera) sensaci¨®n de desgobierno, ni (hacia dentro) quebrar la confianza entre aliados. La actuaci¨®n del l¨ªder del socio minoritario del Gobierno espa?ol, Pablo Iglesias, sobre el Presupuesto, sobrepasa ambos l¨ªmites. Lo hace adem¨¢s en un asunto esencial para cualquier Gobierno: el documento anual donde se expresan, cuantifican y jerarquizan sus prioridades pol¨ªticas. Y en un contexto en el que Unidas Podemos prim¨® el consenso interno del Ejecutivo como paso previo a su consideraci¨®n por los dem¨¢s partidos.
Pues bien, es en ese contexto que UP ha presentado el martes una enmienda al presupuesto pactado con sus socios del PSOE. Enmienda, por tanto, a su propio presupuesto y acordada con EH Bildu y Esquerra Republicana, que no ha escondido las intenciones: doblegar y torcer la mano al PSOE. La enmienda propone extender la prohibici¨®n temporal de los desahucios. Su significaci¨®n trasciende su contenido: retrata a la vez una, cuando menos, peculiar manera de entender la palabra dada en un pacto, y un redoble en la estrategia de destruir posibilidades de entendimiento con Ciudadanos en materia presupuestaria. Es, esta ¨²ltima, una opci¨®n que el socio mayoritario, el PSOE, defiende ¡ªal menos verbalmente, aunque los hechos lo pongan cada vez m¨¢s en duda¡ª y que Iglesias se hab¨ªa comprometido a no torpedear.
La actuaci¨®n del dirigente de Podemos tiene rasgos indisimuladamente t¨¢cticos y partidistas. La mayor protecci¨®n ante los desahucios en estos momentos de crisis es un asunto serio que puede ser debatido en busca de soluciones que medien entre distintos intereses leg¨ªtimos: pero es extempor¨¢neo introducirlo en un Presupuesto, m¨¢xime cuando estaba ya pactado. Pod¨ªa haberse debatido en otro foro, en otro momento, y en primer lugar con los aliados. Por ello, cabe deducir que la defensa de los desfavorecidos es solo una de las muchas intenciones de la maniobra. La actuaci¨®n de Iglesias es desconcertante ante los ciudadanos, a los que se les present¨® solemnemente un proyecto para luego pretender enmendarlo; y poco leal ante su socio.
Se trata pues de un episodio no muy edificante para la pol¨ªtica espa?ola. Cuesta imaginarse una actuaci¨®n parecida, por ejemplo, entre los aliados de la CDU y el SPD en Alemania, por mucho que la distancia ideol¨®gica entre ellos sea mayor que la que separa PSOE y UP. Adem¨¢s, la circunstancia redobla la negativa tendencia a insertar en la negociaci¨®n presupuestaria asuntos que le son ajenos. En ese sentido, Ciudadanos tiene todo el derecho a pelear contra la ley educativa, pero eso deber¨ªa ir por otro carril. Con todo, el asunto conlleva una virtud: el plan ya no es un contrato blindado de coalici¨®n. Uno de sus socios ha abierto la veda por iniciativa propia. El otro, por tanto, tiene argumentos para acoger enmiendas que, en su juicio, lo mejoren y ensanchen el consenso hacia el centro. Ambas cosas vendr¨ªan bien a los Presupuestos: mejoras y m¨¢s consenso. Los socialistas tienen la palabra.
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