Pateando el tablero
Las calles est¨¢n sonando ruidosamente en Per¨², Chile, Colombia, Guatemala y otros pa¨ªses latinoamericanos. En cada lugar por sus propios motivos, pero marcando la pauta y expresando el cansancio de toda una sociedad
La juventud movilizada est¨¢ haciendo temblar instituciones y sacando de su letargo a estilos acartonados y distantes de ejercer el poder pol¨ªtico y, en general, la funci¨®n p¨²blica. Est¨¢n demandando algo nuevo y, en el camino, las ¡°cabezas¡± de autoridades consideradas corruptas o violadoras de los derechos humanos.
Las calles est¨¢n sonando ruidosamente en estos tiempos en Per¨², Chile, Colombia, Guatemala y otros pa¨ªses latinoamericanos; tambi¨¦n lo han venido haciendo en L¨ªbano, Polonia, Bielorrusia o Hong Kong. En cada lugar por sus propios motivos, pero marcando la pauta y expresando el cansancio o malestar de toda una sociedad.
Algunos analistas ¨Cerradamente¨C piensan que se trata de un fen¨®meno sin precedentes y descubren la p¨®lvora con movilizaciones que hacen tambalear Gobiernos o reorientar pol¨ªticas p¨²blicas. S¨ª tiene precedentes y los ejemplos son muchos.
Ejemplos hay varios. Me consta de primera mano, como joven estudiante universitario en el tel¨²rico 68 y participante activo en Par¨ªs en el mayo de ese a?o que puso patas arriba a la institucionalidad francesa y al Gobierno de De Gaulle. O en Per¨², luego, cuando arrancaba el Gobierno militar que retaba a la juventud con una controvertida ley universitaria.
En las varias d¨¦cadas transcurridas, sin embargo, mucho ha cambiado en la realidad y percepci¨®n sobre las instituciones. Es ahora otro el contenido y proyecci¨®n de esta juventud de hoy en las calles que acaba de tumbarse en Per¨² a un Gobierno usurpador, o conseguir en Chile que se den los pasos para una Constituci¨®n que reemplace la de Pinochet.
Antes y ahora hay algunos aspectos en com¨²n: accionar al margen de los partidos tradicionales y la autoridad oficial, convergencia de sensibilidades mil que en dos o tres ¡°ideas fuerza¡± movilizadoras y desconcierto de la llamada ¡°clase pol¨ªtica¡± oficial ante una ola cuestionadora y retadora.
De antes a ahora, sin embargo, se han producido cambios en nuestras sociedades en el menos tres aspectos importantes que le dan a las olas de movilizaciones actuales una fuerza e impacto singular (y mayor).
Primero, el derrumbe de los partidos pol¨ªticos como espacio atractivo o foco de atracci¨®n para ejercer la pol¨ªtica y la protesta. En las movilizaciones ¡°sesenteras¡± hab¨ªa organizaciones pol¨ªticas -de izquierda- impulsando las movilizaciones; capitaliz¨¢ndolas, eventualmente, en expresiones de representaci¨®n parlamentaria o municipal importante. Convergieron en el Per¨², por ejemplo, en la elecci¨®n de Alfonso Barrantes de la izquierda como alcalde de Lima y en representaciones parlamentarias significativas.
En la mayor¨ªa de los movimientos contempor¨¢neos, en buena medida, no hay organizaciones detr¨¢s, ni l¨ªderes que den discursos al final de las movilizaciones o marchas. Y esa ausencia no es percibida por los j¨®venes como un vac¨ªo a llenar.
Segundo, porque las rutas de discusi¨®n, debate y movilizaci¨®n social son totalmente distintas a las del pasado. La organizaci¨®n meticulosa de una movilizaci¨®n, la discusi¨®n sobre sus contenidos y prop¨®sitos, as¨ª como los debates acerca de los liderazgos y el manejo de escena, son pasos que parecen haber volado por los aires.
Y no porque no haya organizaci¨®n; pero es otra modalidad de organizaci¨®n. La espontaneidad no es lo que ha reemplazado a las pr¨¢cticas del pasado, sino estilos y medios novedosos de organizaci¨®n y movilizaci¨®n. M¨¢s directos e inmediatos. Que tienen que ver, en esencia, con dos cosas: un nivel extraordinario y sin precedentes de democratizaci¨®n de la informaci¨®n y canales de comunicaci¨®n, tambi¨¦n sin precedentes, de una juventud dotada de herramientas inform¨¢ticas espectacularmente eficaces.
Hablamos de una juventud contempor¨¢nea que es predominantemente urbana; que est¨¢ premunida de vol¨²menes de informaci¨®n oportuna e inmediata a trav¨¦s de Smart phones; y con capacidad de ponerse en acci¨®n y reaccionar multitudinariamente frente a los acontecimientos que se vayan presentando. Todo esto se traduce en una dimensi¨®n de poder relevante.
Tercero, el deterioro y d¨¦bil legitimidad de las instituciones pol¨ªticas tradicionales, incluidos los partidos pol¨ªticos. Esto abre preguntas mil sobre el futuro y la solidez de las instituciones cl¨¢sicas de la democracia representativa como espacio de procesamiento de los conflictos y demandas sociales. Con partidos pol¨ªticos e instituciones p¨²blicas poco o nada atractivos para la juventud, se abren muchas interrogantes y retos sobre el ejercicio del poder p¨²blico y la representaci¨®n ciudadana.
Esto es complicado pues va a ir llevando, como es l¨®gico, al dise?o y puesta en funcionamiento de nuevas formas de representaci¨®n y participaci¨®n directa que van saliendo de la propia din¨¢mica social y cuyo dise?o institucional exacto es dif¨ªcil de precisar. Expresando un sentimiento y percepci¨®n que ha llegado para quedarse. ?Pude eso sustituir a modelos de democracia representativa?
La complejidad de la gesti¨®n y conducci¨®n del Estado puede colapsar si la misma se reduce a una suma de expresiones de ¡°democracia directa¡± dejando de lado a instituciones de representaci¨®n. Podr¨ªa pensarse en una combinaci¨®n.
A primera vista hoy podr¨ªa parecer iluso, por ejemplo, decirle a la juventud algo as¨ª como ¡°hagan parte de un partido pol¨ªtico¡± (pensando en ello como canal para operar en la democracia representativa). Pero porque no pensar en que se generen, desde la propia juventud, organizaciones m¨¢s frescas, m¨¢s democr¨¢ticas en su gesti¨®n externa y m¨¢s transparentes en su relaci¨®n con la sociedad. Todo apunta a que se van a ir generando canales de presencia y participaci¨®n en la din¨¢mica pol¨ªtica e institucional que se ubican al margen ¨Co m¨¢s all¨¢- de votar en elecciones peri¨®dicas. Y eso es bueno y no tiene que ir a contramano de una democracia representativa eficaz.
En la medida que se pongan en marcha v¨ªas efectivas y participativas de ejercicio de derechos democr¨¢ticos y de interacci¨®n entre las instituciones p¨²blicas con una juventud que ostensiblemente no quiere ser mera espectadora sino art¨ªfice de sociedades en las que prevalezca la participaci¨®n, el respeto a los derechos ciudadanos, y la transparencia. Votar cada cuatro o cinco a?os, pues, no debe ser considerado suficiente.
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